Polarizar no es el camino para fortalecer la democracia

Opinión
/ 20 enero 2024

¿Qué es polarizar, en política? Voy a compartirle dos definiciones, la que propone el Institute for Integrated Transitions: Es una división o conflicto destacado que se forma entre grandes bloques de una sociedad o sistema político y que se caracteriza por el agrupamiento y la radicalización de visiones y creencias en dos polos distantes y antagónicos. Y otra: La polarización es el fenómeno por el cual la opinión pública se divide en dos extremos opuestos. Y la segunda. Polarizar, es dividir, dividir al extremo de generar un conflicto de menor o mayor tamaño, para la nación que lo padece.

Bajo su influjo, la política deja de ser instrumento para generar bien común y se transforma no en lucha de ideas sino de sentires, de emociones en las que imperan la atracción y la repulsión, se acaba el NOSOTROS y nace el ellos contra nosotros. La identidad colectiva es mandada al cajón de los trebejos y se genera una polarización identitaria. Esta polarización hace añicos dos reglas de oro de la convivencia democrática, como son el respeto y la tolerancia entre quienes piensan diferente y entonces se lacera gravemente la gobernabilidad, alimentándose la indignación y el conflicto. Cuando la polarización se alienta desde las esferas del poder político se divide irremisiblemente a la sociedad.

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En las redes sociales corre con mucha virulencia la división entre quienes apoyan al hombre en el poder y sus adversarios. Estas posturas alimentan la animadversión política, a grado tal que, como lo estamos viendo, los tres poderes de la unión están divididos, y eso hace bien difícil llegar a acuerdos que permitan resolver los grandes problemas que se están viviendo en el país, como son la inseguridad en grado superlativo, la militarización absurda de fuerzas que debieran estar dirigidas por autoridades civiles, el aumento de la pobreza extrema, la violencia al alza en contra de las mujeres, la violación a los derechos humanos, entre otras “perlas”.

La polarización es un asunto que nos atañe a todos, porque nos daña a todos. De por sí nuestro sistema político sufre de artritis crónica, nuestra democracia de anemia perniciosa, y si ahora de ribete le endilgamos esta confrontación que sólo sirve para inflamar más las heridas... ¿hacia dónde vamos como país? Las elecciones exacerban las divisiones políticas, no sólo entre la población, que ya es gravísimo, sino hacia el interior de los propios partidos políticos y se engendran enconos y traiciones. Y en estos desencuentros valen dos cacahuates las posturas ideológicas que los vinculan con su militancia y lo único que queda a la vista son las ambiciones e intereses personales para aprovechar las ventajas que les dará el cargo público y hacen alianzas innombrables, con quien sea, para obtener la “victoria”.

El riesgo de ignorar lo expresado es en mucho lo que ha contribuido a que nuestra democracia no crezca, ni se fortalezca. No resolvemos nada con esta actitud pasiva, seguimos en la misma suerte, nadando de muertito, como se dice coloquialmente, para evadir una realidad que nos grita que tenemos que reaccionar. Seguimos con los mismos problemas de gobernabilidad, entre nosotros como gobernados y los gobernantes a los que LES PAGAMOS PARA QUE NOS SIRVAN, no hay avances. Simplemente cerramos los ojos y con eso “resolvemos”. La polarización que hoy estamos viviendo nos impide construir y desarrollar gobernabilidad, que es la que mejora la capacidad de brindar bienes y servicios públicos que permiten vivir a la gente como gente y también atraer inversiones y generar con ello riqueza económica.

Tenemos que reducir la polarización política, porque al masificarse, por tanto vuelo que la dan sobre todo en las redes sociales, atrapan a la población no politizada, y la enredan en su debacle, y esta misma gente otrora “libre” se convierte en su aliada, y el problema se agrava. El raciocinio y el razonamiento se ven desplazados por las vísceras.

Seamos razonables y racionales. Si problemas como los de seguridad o los de educación, no se han resuelto, no obstante que han pasado por gobiernos de distinto color, ¿no será lógico aceptar que no es asunto de ideologías partidistas? Necesitamos ser autocríticos y reconocer que nadie tiene la verdad inmersa en su persona y que ya es hora de trabajar de manera conjunta, al margen de identidades partidistas.

Lo que tenemos que promover desde nuestra identidad ciudadana a secas, son mesas de diálogo en las que participe la academia, diseñando herramientas ad hoc para abrirle el camino a políticas específicas, que reduzcan la dañina polarización política. Dejemos de discutir nuestras diferencias y aboquemos nuestra energía a trabajar en lo que coincidimos. Esas son las políticas que van a unirnos, esas son las soluciones que requiere nuestra patria grande. Sólo así vamos a transformar a México para bien nuestro. Sumas, no más restas. Grandeza, generosidad, voluntad, inteligencia, disposición al encuentro, poniendo lo mejor de nosotros mismos. No me digan que no se puede.

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