Circo, maroma y teatro de la obra pública
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Las múltiples adversidades a las cuales se enfrenta cualquier obra pública planeada o a realizar se han vuelto en nuestros tiempos pan de cada día, resulta sumamente complejo llevarlas a cabo.
¿A qué debemos atribuir dicha complejidad? Desde luego ésta obedece a múltiples factores, más en el caso de México podríamos resumirlo en cuatro puntos:
1.— Desfase en el tiempo. Parte significativa de la obra que requería el país en las últimas décadas no se hizo en su momento, la población creció, las ciudades se desdoblaron y no se les dotó de la infraestructura necesaria. ¿Qué sucedió?, que al realizar tardíamente tales requerimientos ya no había tierra donde hacerlas adecuadamente, mucho de lo hecho está forzado, no cuentan con los espacios requeridos para su vocación y menos aún donde se decidió ubicarlas, afectando con ello sensiblemente al paisaje natural, a la imagen urbana y generando con ello el rechazo de quienes habitan en su alrededor; por ende no se contó con los avales sociales y ambientales, lo cual se tradujo en desconfianza.
2.— Regulación excesiva. Derivado de políticas inconexas, carentes de una visión integradora y de conjunto, se padece de una sobrerreglamentación y de una simulación en la aplicación de un sinfín de normas, la mayor parte de ellas incumplibles ya que son normativas impuestas o esquemas reflejo de otras realidades, aunado a una Ley de Obra Pública obsoleta, lo que conduce al oscuro laberinto de la corrupción y del cohecho.
3.— Carencia de socialización. Dada la suma de limitantes físicas que salvar, ya que muchas de ellas son obras ajenas a la escala del lugar con que se cuenta, a la premura del tiempo para ejercer el presupuesto y a la falta de planeación para ejecutarlas, sumando a ello las presiones políticas y económicas para llevarlas a cabo, se teme el socializarlas, se ve a este mecanismo como un obstáculo, no existe voluntad ni el interés para el consenso, ni la adecuada comunicación, sino por el contrario, muchas se mantienen en secrecía por el temor al rechazo ciudadano y en lugar del convencimiento se opta por la manipulación.
4. — Ocurrencias. Más grave aún resulta observar la predominancia reciente de un buen número de obras innecesarias, ocurrencias en el sentido estricto, necesidades inventadas que responden no a los requerimientos urgentes de la sociedad, sino a intereses económico clientelares; éstas son acciones efectistas, montajes escénicos, que han generado un amplio rechazo de la ciudadanía, un deterioro a la buena imagen de la cual gozaba la obra pública sensata y coherente, el daño a esas acciones antes bien reconocidas es grave, el abismo entre autoridades y ciudadanos se ahonda.
Lograr en nuestros días una obra pública, útil, bien ejecutada y con el aval social es prácticamente una experiencia circense, donde se debe contar con habilidades para ejecutar una especie de maromas, saltos y suertes, en caso contrario, observamos y padecemos con indignación muchas simulaciones que pretenden esconderse en obras necesarias que en realidad son montajes teatrales, ¡puro teatro!
(Arquitecto)