Cuando cuentes cuentos…
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Hace muchos ayeres, la niñez mexicana que tenía el privilegio de contar con un televisor en casa disfrutaba, dominical y casi religiosamente, del “Teatro Fantástico de Cachirulo”, programa televisivo que, a través de una producción bastante paupérrima, escenificó un sinfín de cuentos clásicos. Así el famoso cuentacuentos lograba que su audiencia echara a volar la imaginación a la par de despertar el interés por la lectura.
En México, y supongo que en mucho otros lares, la tradición del cuento fue adoptada por el sistema educativo nacional como una herramienta más del proceso enseñanza/aprendizaje. Los libros, principalmente de primaria, estaban plagados de narrativas de esa naturaleza que servían de base para reflexionar sobre diversas temáticas. Actualmente, las librerías y bibliotecas están plagadas de cuentos: clásicos, fantásticos, de hadas, de ciencia ficción, de suspenso y un largo etcétera.
Desde hace algunos años a esas categorías se ha sumado la de cuentos con perspectiva de derechos humanos (DD.HH.). A través de breves relatos se abordan temas relacionados con la igualdad, la libertad, la no discriminación, el bullying, los derechos de la niñez, la cultura de la paz, entre muchos otros.
Ejercicios literarios de esa naturaleza constituyen, sin lugar a duda, herramientas estrictamente útiles para generar conocimiento, conocer un tema o una realidad, concientizar, reflexionar y sensibilizarnos. Desgraciadamente, si bien ese tipo de herramientas didácticas pueden resultar de mucha utilidad, son insuficientes para propiciar que la niñez adopte un estilo de vida con filosofía de DD.HH.
Desafortunadamente, el conocimiento y la sensibilización en materia de DD.HH. dentro de las instituciones educativas no pueden ser transmitidos simplemente como cuentos de ficción. Si el objetivo es crear estilos de vida con nuevas filosofías, su abordaje no puede darse como simple anecdotario o bien como un cúmulo de conceptos.
Entendemos entonces que en un mundo en el que la estabilidad social depende en gran medida del respeto a la esfera jurídica de los demás, la falta de sensibilización hacia los DD.HH. coloca en la silla de los acusados a toda aquella institución educativa que no brinde una formación derechohumanista integral.
Debido a la resistencia que siguen mostrando las instituciones educativas por formar y fortalecer el vínculo entre los DD.HH. y la enseñanza, se ha seguido disfrazando de educación reflexiva a la simple transmisión de conceptos. Esa resistencia exime al alumnado y, por ende, a la sociedad de la responsabilidad de adoptar en serio, estilos de vida a partir de la defensa y reconocimiento de los DD.HH.
Esos estilos de vida sólo podrían crearse con base en procesos de formación permanentes e integrales, es decir, procesos transversales iniciados desde los niveles básicos de educación con el fin de propiciar una evolución del pensamiento humano.
Pero, ¿por qué actualmente se perfilan como necesarios los estilos de vida que asuman a los DD.HH. como elementos sine qua non? Porque sólo bajo este criterio se podrían cimentar relaciones humanas basadas en el pleno respeto de los derechos de los demás, siendo su principal vehículo la formación educativa.
En definitiva, las instituciones educativas deben abandonar la práctica que se limita a simplemente transmitir conceptos derechohumanistas sin llegar a propiciar la reflexión y adopción de comportamientos que impacten en la realidad. Deben también abandonar la idea de que los DD.HH. son simplemente temáticas propias de los cuentos.
Propiciar tales reflexiones lograría marcar una diferencia entre el aprendizaje y la sensibilización, lo cual resulta necesario para orientar los comportamientos y conductas del alumnado que, a su vez, formará los cimientos de sociedades justas y respetuosas.
Para entender la importancia y urgencia de los estilos de vida derechohumanistas debemos estar conscientes de que actualmente en las instituciones educativas, la dignidad humana, la igualdad, la libertad, la fraternidad, la equidad, entre otras, se transmiten como simples cuentos de ficción y no como principios básicos rectores de nuestras vidas. Es urgente transitar del pizarrón a la acción y de los cuentos de ficción a la realidad.
Si las instituciones educativas dejan de tratar a los DD.HH. como o a través de cuentos, se dará cabida tanto a proyectos personales como colectivos en los que, a través de filosofías humanistas se arraigará estilos de vida impregnados por la fraternidad y la solidaridad. El mejor desenlace posible es que los cuentos de ficción sean sustituidos por realidades donde las instituciones educativas implementen estrategias pedagógicas, técnicas de enseñanza y prácticas escolares cotidianas que permitan la adopción de nuevos estilos de vida en los que los DD.HH. sean arraigados como valor fundamental de la sociedad.
@giselagarciaga4
La autora es investigadora del Centro de Educación para los Derechos Humanos de la Academia IDH
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH Derechos Humanos S. XXI