¿Democracia populista?

Politicón
/ 13 octubre 2020

El populismo es una visión del mundo, tiene una larga historia y se expresa de muy diversas formas como estrategia política. Cada día aparecen nuevos estudios que tratan de analizar el fenómeno. Sin embargo, pocos logran hacer un aporte relevante, como es el caso del último libro de Pierre Rosanvallon, “El Siglo del Populismo”, (Manantial, Buenos Aires, 2020).

Cuando el populismo deja de ser un insulto y una descalificación, se puede entender como una cultura política y un proyecto de poder que hoy está presente en una gran cantidad de regímenes. No hay moldes únicos porque en el mundo político actual tenemos que distinguir liderazgos como los de Chávez y Mélenchon, Le Pen y Salvini, Farage y Trump, Bolsonaro y Duterte y, por supuesto, Andrés Manuel López Obrador.

Rosanvallon construye una interesante anatomía del populismo. Plantea cinco rasgos que nos ayudan a entender lo que pasa en México con este gobierno. El proceso electoral del 2018 expresó un realineamiento electoral que cambió de forma importante el sistema político. Detrás de este ajuste había un enorme desencanto, problemas graves y una gran necesidad de un cambio. AMLO llegó al poder con la narrativa de un nuevo proyecto de país, la famosa 4T, con un gobierno unificado y un partido dominante. A más de dos años de esa victoria observamos un escenario político que se puede analizar desde la anatomía de este texto, que es el esbozo de una teoría populista de la democracia.

El primer componente es el concepto de pueblo, como una unidad, como lo analizó hace algunos años Ernesto Laclau, cuando estableció que el populismo era un referente vacío que se llena de sentido, pero que no tiene referentes establecidos, porque era una forma de hacer política. Uno de los principales referentes del discurso de AMLO es el pueblo como una unidad, que contrapone a otros significados negativos, “nosotros contra ellos”, que pueden ser los “conservadores” o los “neoliberales”.

Un segundo elemento es la democracia populista (y este es uno de los aportes del libro) que, según Rosanvallon, tiene al menos tres características: es directa, aquí entra la valoración de la democracia participativa, el referéndum y la consulta popular; es inmediata, en oposición a una democracia interna con debates, consensos y estructura; y se desarrolla mediante una fuerte polarización. Por experiencia sabemos que la democracia representativa y la participativa son partes de una misma construcción política, y dividirlas es regresar a un viejo debate que ha costado mucho superar. Un tercer factor es el líder, que se encarga de construir una “voluntad colectiva a partir de demandas heterogéneas”, como dice Chantal Mouffe. Es el papel que juega un liderazgo como el de AMLO y que parece que no hay otro en el escenario mexicano que le compita, hasta ahora.

Un cuarto factor es el nacionalismo, con diversas expresiones que pueden ir desde el proteccionismo económico, como sería el caso de Pemex para este gobierno, hasta la exaltación de valores patrios y personajes históricos. Finalmente, se trata de un régimen de “pasiones y emociones”, que llevan a diversas posibilidades para la acción, para tener un sentido de ubicación social y para una visión del mundo.

Este análisis es un buen instrumento para entender por qué AMLO mantiene un apoyo popular consistente; cómo construye, desde las mañaneras, ese discurso que llena de significados su proyecto, su visión del país y sus políticas. Además, tiene todo el espacio de un poder dominante, con mayoría en el congreso y, al parecer, grandes apoyos en la Suprema Corte.

México puede ubicarse dentro del gran lienzo del populismo, y la 4T llena el sentido de una “concepción populista de la democracia” que nos presenta Rosanvallon…

COMENTARIOS

TEMAS
NUESTRO CONTENIDO PREMIUM