¡Dispare, Margot, dispare!

Politicón
/ 31 enero 2016
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En torno del aparato de radio se reunía el círculo de familia. Luego la televisión convirtió ese círculo en semicírculo, y finalmente lo disolvió, pues ahora en cada recámara hay una tele.

Nosotros, los nacidos en la primera mitad pasado siglo, nos congregábamos alrededor del aparato de radio. Eso era un ritual de gran importancia sociológica: la familia que oía el radio junta permanecía junta. Claro, tener radio era gran lujo. Las pirujas atraían a los clientes con una invitación 

Años cuarentas y cincuentas del siglo que pasó... Domingos por la noche... Las calles de Saltillo se vaciaban. Todas las familias estaban oyendo la más celebrada serie de la radio: “Carlos Lacroix”. Era un programa policíaco. El genial detective luchaba contra el crimen asistido por Margot, su valiente secretaria. Pocos recuerdan que antes de Carlos Lacroix el detective era su hermano Ricardo. El personaje lo actuaba un locutor que se llamaba Arturo de Córdova. Dejó la serie para hacer películas, y entonces lo sucedió Tomás Perrín.

 “Carlos Lacroix” era el principal programa de la XEW. Don Emilio Azcárraga puso toda la carne en el asador para hacerlo triunfar. Los fondos musicales los tocaba “en vivo” la orquesta de Daniel Pérez Arcaraz. Con Tomás Perrín actuaba un cuadro escénico de primerísimos actores y actrices: Velia Vegar, de hermosa voz y gran temperamento, era Margot. Y en los demás papeles actuaba gente que luego sería famosa, como Luis Manuel Pelayo. Estaba también ahí don Salvador Carrasco, notable actor con voz de bajo profundísimo que dio vida al tremendo “Monje Loco”, otra popular serie de la radio.
Cada episodio de “Carlos Lacroix” empezaba con el mismo diálogo. Gritaba Margot llena de alarma:

-¡Cuidado, Carlos!

Y respondía el detective con alterada voz:

-¡Dispare, Margot, dispare!

Otra frase que se repetía mucho en el programa pasó a formar parte de la expresión diaria popular. A cada paso Lacroix se dirigía a alguien equivocadamente, y se disculpaba luego:

-Perdón, creí que era Margot.

Cuando alguien incurría en un desliz repetía la misma disculpa del detective:

-Perdón, creí que era Margot.

En aquellos años se usaban mucho las parodias. A todo programa de éxito seguía una versión en broma. Don Pepe Martínez de la Vega, destacado periodista, inventó un personaje paródico: Peter Pérez, el detective de Peralvillo. Era la versión plebeya del arictocrático Lacroix. Si quedaran los guiones de Peter Pérez tendríamos en ellos una riqueza semejante a la de la Familia Burrón o las canciones de Chava Flores. En uno de los episodios aparecía el cadáver de un elegante caballero en la sala de su casa. La policía sospechaba de la esposa del difunto. Pero Peter Pérez, con su sagacidad característica, aclaraba el misterioso crimen:

-El señor se envenenó. Tomó una copa de coñac francés Made in Mexico y cayó muerto, pues como ustedes saben el coñac francés que se hace aquí no es sino alcohol de lámpara, cáscara de zapote y permanganato. Esta mujer es inocente.

-¡Gracias, Peter! -exclamaba la bella mujer-. ¡Brindemos por su triunfo!

-Está bien, señora, pero no con este coñac.

Escritor y Periodista mexicano nacido en Saltillo, Coahuila Su labor periodística se extiende a más de 150 diarios mexicanos, destacando Reforma, El Norte y Mural, donde publica sus columnas “Mirador”, “De política y cosas peores”.

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