El Banco y Hotel de Coahuila 1/2
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A 55 años del desmantelamiento y demolición del edificio del Banco y Hotel de Coahuila, los saltillenses siguen lamentado su desaparición. Saltillo no ha podido cerrar aún ese capítulo doloroso de su devenir arquitectónico. Nunca ha dejado de preguntarse cómo es que en su momento dejó borrar de su paisaje urbano esa bella imagen.
Y no ha podido hacerlo porque no se ha ocupado suficientemente de hurgar la historia del imponente inmueble que ocupaba una manzana de regular tamaño en el mero corazón de Saltillo, y que ejerció por más de medio siglo un papel importante en su vida cotidiana. Curiosamente, el edificio fue construido con dos propósitos: dar alojamiento, por un lado, al entonces recientemente creado Banco de Coahuila y, por el otro, un elegante hotel que brindaría hospedaje de primera clase a los viajeros que visitaban la ciudad. De ahí su nombre: Banco y Hotel de Coahuila.
A fines del siglo 19 varias ciudades coahuilenses ya contaban con todos los avances tecnológicos del momento. Saltillo estaba conectado con otras ciudades por medio del telégrafo, el ferrocarril y la electricidad, y alojaba grandes fortunas apoyadas por capitales de Monterrey y el sur de Texas. Gracias al crecimiento de algunos sectores, antes de finalizar la centuria un grupo de prominentes empresarios decidió crear una institución de emisión y ahorro para fortalecer la economía en franco desarrollo en la entidad. Así nació el Banco de Coahuila, una institución que imprimió billetes en diversas emisiones y denominaciones, y llegó a tener nueve sucursales en las ciudades coahuilenses más pujantes. Las deudas y los préstamos forzosos contraídos durante la revolución provocaron la caducidad del banco. En 1915 ya no pudo emitir dinero y se convirtió en Banco Refaccionario y Fideicomiso de Coahuila, S.A. En 1953 dejó el edificio de cantera y se mudó al edificio del Banco Internacional en la calle de Allende. Finalmente fue adquirido por el Banco Internacional, comprado después por la negociación española HSBC. Esta es en pocas palabras la historia de la institución financiera, quedando obviamente por contar la de su influencia económica en la región y en el País; las emisiones de su papel moneda, algunos de cuyos billetes llevaban las imágenes de Miguel Ramos Arizpe y el gobernador Victoriano Cepeda, y la más sabrosa, quizás, la de aquellas personas que dedicaron su fortuna y su trabajo cotidiano a esa institución financiera: fundadores, accionistas, consejeros, presidentes, gerentes, cajeros, los clientes mismos y los acontecimientos alrededor de su poco más de medio siglo de vida.
El desaparecido edificio de cantera, cuya imagen se levantaba en pleno centro histórico, constaba de cuatro pisos, un sótano y amplia terraza en la azotea, y ocupaba el terreno donde antes estuvo el mercado del Parián, una manzana delimitada por las calles de Allende, Victoria, Juárez y Morelos, a espaldas del Palacio de Gobierno. Tenía dos fachadas, la de Allende daba acceso al banco, ubicado en el primer piso, y la situada en la de Juárez daba paso directamente al vestíbulo del hotel, cuyos cuartos se distribuían en los tres pisos superiores.
En cuanto al hotel, Saltillo se ha limitado a contar ciertos aspectos mínimos de la vida interior del inmueble, la mayoría protagonizados por los parroquianos de la famosísima cantina en los bajos, un medio sótano al que se llegaba por una empinada escalera de fácil bajada, pero de subida difícil después de haber abrevado unas copas en el bar. La cantina acaparó el nombre “Bajos del Hotel Coahuila” y dejó sólo breve espacio para el recuerdo a la peluquería instalada en el mismo lugar, donde Juan de León atendía a los mismos clientes de la cantina allá por los años cuarenta del siglo pasado.