Esto que gobierna no es izquierda. Urge un diálogo nacional
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Cada día que pasa, el deterioro se acentúa y las malas noticias llegan una tras otra como aves de mal agüero colocando al país al borde de una catástrofe de salud, de la mano descarnada de una doble debacle: económica y social.
Una parte es resultado de decisiones que ha tomado este gobierno y la otra responde a variables del exterior, como la pandemia del coronavirus COVID-19, la recesión mundial y la caída de los precios del petróleo. Pero todo, o una gran parte de todo lo que nos suceda de ahora en adelante, dependerá de lo que haga este gobierno.
AMLO llegó al poder con pretendidos ropajes de izquierda, especialmente por sus programas de apoyo a los sectores más necesitados, al igual que por su discurso de combate a la corrupción que, "como esencia del neoliberalismo mexicano", benefició a unos cuantos y generó una enorme desigualdad social.
Sin embargo, se cuidó muy bien de ocultar en la campaña, sus nulos compromisos con principios democráticos esenciales: los del equilibrio de poderes, el respeto al Estado de Derecho y a la libertad de opinión, la tolerancia a los diferentes, la igualdad sustantiva de género, la libertad de empresa, el apoyo a los creadores del arte y la cultura, a la educación, la ciencia y la investigación, y un largo etcétera, terminando con el más elemental; pero que es la base de cualquier régimen democrático, la garantía de elecciones libres organizadas por entes autónomos e independientes del gobierno.
De los primeros dos preceptos básicos con los que conquistó el voto abrumador de la mayoría hace casi 2 años, ha acentuado solo uno de ellos: El de los programas sociales; pero sobre la base de un esquema corporativo e ilegal mediante los llamados "Servidores de la Nación", que son la estructura de Morena vaciada en su gobierno, actuando sin reglas de operación para construir su "ejército electoral" con vistas al 2021 y 2024.
La bandera del combate a la corrupción y su declaración de que "quedó abolido el neoliberalismo" (cual si fuera el Miguel Hidalgo de nuestra época) es mera falsedad. Con 78 por ciento de contratos adjudicados sin licitación pública, a los amigos, a los siempre beneficiarios de los gobiernos anteriores, el viejo "neoliberalismo" es ahora un "neo-neoliberalismo de cuates", solo que más corrupto.
Y respecto a los temas torales que definen y diferencian a un demócrata de un autócrata, lo que ha ido quedando claro es su alejamiento de prácticas democráticas. Esta actuación no tiene nada que ver con una conducta de izquierda, por lo menos no con la de una izquierda democrática.
He referido lo anterior porque ya no debe sorprender que AMLO decida seguir privilegiando sus programas de asistencialismo electoral y las caprichosas obras faraónicas, y no asumir que la realidad exige el establecimiento de un programa de emergencia.
Ahora que se exige un diálogo nacional para la reconstrucción nacional (lo proponen Futuro 21, los partidos políticos, las cámaras empresariales, personalidades del mundo académico y progresista), para reorientar recursos a la salud, salvar la planta productiva y proteger empleos y salarios, López Obrador se niega a escuchar y les da la espalda. Prefiere oír a sus corifeos que le dicen que es el mejor momento para lograr "la autosuficiencia energética" y que Dos Bocas es un acierto.
Pareciera, como algunos señalan, que el problema principal hoy no es el Coronavirus ni sus consecuencias, sino que no haya un liderazgo nacional al frente del gobierno, un Presidente con la estatura del estadista que hoy exigen las circunstancias.
Sin embargo, con todo y que AMLO rehúsa un diálogo plural para construir juntos un acuerdo nacional democrático, debe trabajarse para hacerlo realidad. Todos quieren que lo encabece el Presidente porque nadie plantea tumbarlo. Esto no es un acto de "golpismo". Finalmente muy pronto vendrán los tiempos de cobrar facturas en las urnas.