La mezquindad de Narciso

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Encontré en Google tres versiones de la figura de Narciso. Las tres tienen un común denominador: Desprecia a sus pretendientes, se sabía tan “bello” que nadie lo merecía. Según la leyenda, mientras no se conociera, Narciso viviría muchos años. Hizo mucho daño, cosechó deseos de venganza. Con engaños, Némesis lo acercó a un arroyo, cuando Narciso vio su imagen en el agua, se enamoró de sí mismo y al no poder poseerse, se suicidó.
“Vanidad, mi pecado favorito”, dice el demonio al terminar “El Abogado del Diablo”, cinta protagonizada por Al Pacino y Keanu Reeves. Cuando el abogado (Reeves) supera sus muchas caídas, el demonio (Al Pacino) apela a la vanidad, su infalible as bajo la manga.
El mundo atraviesa una grave contingencia sanitaria de repercusiones todavía incalculables. Frente a ella, percibo la reacción diferenciada de tres clases de seres humanos: los particulares, los profesionales que la combaten en distintos frentes; y los políticos. Los primeros estamos más o menos encerrados, y hay de todo: los que gozamos el privilegio de tener una casa y comida, los que necesitan salir a trabajar a como dé lugar, los que padecen alguna enfermedad y los sin techo y sin pan. Formamos el grueso de la población.
El segundo grupo son los héroes de esta jornada contra un enemigo invisible: trabajadores de la salud, primero que nada, los encargados de la seguridad pública y los que producen comida en el campo. Podríamos sumar a quienes trabajan en los diferentes frentes de la caridad, la ayuda al prójimo en condiciones muy adversas, así como a los maestros, los padres de familia que necesitan adaptarse a nuevas circunstancias, dependientes de los medios digitales y, en ese entorno, sacar la casta. Con todo, creo que en cuestiones de salud pública, los primeros tres son los verdaderos protagonistas del momento.
Quiero referirme al tercer grupo, políticos y gobernantes. Arropados y facultados por las atribuciones de su investidura, están obligados a buscar las mejores soluciones a esta pandemia, pensando en el bien común. Proveer lo necesario para la batalla y atender a los que estamos encerrados para no complicar todavía más este combate. Deben buscar soluciones al reto de salud, sin dejar de lado la crisis económica que afecta ya a millones de seres humanos en el mundo. Como en los dos grupos anteriores, en éste hay de todo. Unos realizan su labor con eficiencia, saben que es un problema global que compete a científicos y técnicos. Se aproximan a él con la humildad necesaria, saben que se enfrenta a un mal desconocido. Los vemos en Canadá, Singapur, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Islandia, Alemania, España, Francia, Reino Unido y muchos países más de Europa.
En Estados Unidos y México, por su sistema federal, vemos una mezcla que trae de todo un poco. Los hay buenos, sin duda. La labor de los gobernadores de Nueva York, Texas y California ha sido acertada. Hacer un humilde llamado a la unidad, dejar de lado los pleitos partidistas, anteponer los datos de la ciencia y la logística, dar el primer plano al que sabe de pandemias, de seguridad y logística, reconocer a los héroes de esta batalla porque si fallan ellos, perdemos todos.
Está también el grupo de los Narcisos, su mezquindad no conoce límites. Ni ellos mismos la reconocen. No les importa la magnitud de la adversidad. Narciso necesita acaparar reflectores: reparte tapabocas de pacotilla, portando uno profesional para la foto. Desde el presídium de un hospital en Monclova y sin conocer de medicina, imparte lecciones de salud a los expertos. Envía a soldados reservistas a que arriesguen su vida por un salario que no alcanzaría para pagar la ropa de marca que viste en sus presentaciones. Quiere que sólo se hable de él, su red social revienta de fotos que presumen sus reuniones, su tapabocas del día, su más fotogénica pose. Su club de fans, siempre listo para ovacionarlo.
Que nadie se atreva a repartir una despensa. Para eso está él, para que le deban el favor. Pone el grito en el cielo si el crimen organizado le compite, repartiendo despensas, pero nada dice de las muertes que han sembrado en el País entero. Ordena una rueda de prensa vespertina y otra por la mañana para fijar la agenda, corregir a los científicos que ofrecen datos aburridos. Para Narciso sólo importa él. Ahí los tiene, todos los días, en las primeras planas y en las redes. Mezquinos, narcisos, no se conocen, un día se conocerán.
@chuyramirezr
Rebasando por la Derecha
Jesús Ramírez Rangel