La otra elección

Politicón
/ 24 mayo 2018
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El gran reto que enfrentará el nuevo Congreso será sin duda saber procesar la pluralidad decisoria, hacerla operativa

Como sucede cada seis años, la elección de Presidente de la República se lleva la mayor parte de los reflectores y en ocasiones pareciera que existe poca conciencia de que ese mismo día, además de que se llevarán a cabo un gran número de procesos electorales del ámbito local, habremos de renovar en su totalidad las dos Cámaras que integran el Congreso de la Unión, con todas las implicaciones que ello tiene para la gobernabilidad democrática del país. El peso que logre cada una de las bancadas de los distintos partidos políticos en la conformación, tanto de la Cámara de Diputados como de la de Senadores, será fundamental para la posterior actuación del nuevo gobierno de la Nación. Es en el Congreso donde se verá con mayor claridad la distribución del poder político. Y, es también ahí, en donde la pluralidad, que debería ser una de nuestras fortalezas, puede convertirse en una debilidad.

Por lo que hemos podido observar, la pluralidad de partidos y de corrientes ideológicas traerá aparejada la atomización en la integración del Congreso, en el que habrán de coexistir nueve grupos parlamentarios, más un número indeterminado de legisladores independientes. Como muestra de ello, está el escenario que se vislumbra para la integración de la Cámara de Diputados, que es en gran medida producto de las negociaciones que se dieron entre los partidos políticos que integran las tres coaliciones electorales y, por lo que podemos observar de acuerdo con la información disponible, la próxima Legislatura está llamada a ser la más fragmentada de la historia de nuestro país. Los resultados que arroja un estudio reciente de Consulta Mitofsky basado en las tendencias electorales actuales establece que el partido más votado sería Morena y que podría tener un mínimo de 115 y un máximo de 142 diputaciones; en la segunda posición estaría el PAN, que podría lograr un mínimo de 94 y un tope máximo de 116 curules; en seguida el PRI, que alcanzaría un mínimo de 54 y un máximo de 72; PES, 44-66; PT, 36-54; PRD, 35-49; MC, 31-45; PV, 10-21; NA, 7-14; y, probablemente, dos independientes. Como se puede ver, los grandes ganadores serían los partidos más pequeños que, a cambio de su apoyo, supieron sacar raja en la negociación en la que comprometieron su apoyo a los candidatos de las tres coaliciones. Los grandes derrotados serían PAN, PRI y PRD, que muy probablemente tendrían las bancadas más pequeñas de los últimos 15 años.

Independientemente de cuál sea el resultado de la elección y de quién sea el próximo presidente de la República, el Congreso será la principal arena en la que se dará la batalla para lograr las transformaciones que el país requiere. El gran reto que enfrentará el nuevo Congreso será sin duda saber procesar la pluralidad decisoria, hacerla operativa. Y para lograrlo se va a requerir de un compromiso inequívoco de respetar las reglas democráticas.

La tarea del legislador, como representante, en su encomienda de diputado o senador, es ajustar el marco legal a las necesidades de la sociedad mexicana; ese debe de ser su principal compromiso para enfrentar los grandes desafíos que México tiene por delante. Es urgente fortalecer el vínculo entre representantes y representados. Por eso es tan importante la elección de diputados y senadores; más ahora que los que resulten electos podrán optar dentro de tres y seis años, respectivamente, por la reelección. El Poder Legislativo es el camino por el que necesariamente debe de transitar la transformación del país. En el México democrático que hemos construido no puede ser de otra forma.

Twitter: @jglezmorfin

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