Lactancia materna: ¿estigma o decisión?
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La maternidad es una aventura única. Es una decisión compleja, un reto permanente y una gran responsabilidad que trae consigo una diversidad de decisiones y caminos por tomar: parto vaginal contra parto por cesárea; colecho contra cuna; fórmula contra lactancia. Decisiones que no encuentran respuesta correcta puesto que, al final, cualquier opción que se tome siempre conlleva incertidumbre y culpabilidad.
Nada se valora más en una mujer que ser una buena madre. Y en definitiva, todas las madres aspiramos a eso. La maternidad es la capa más fina, casi imperceptible, pero sumamente poderosa que tiene el patriarcado para controlar a las mujeres y la lactancia se ha convertido en una de sus estrategias más eficaces.
No sólo para quienes deciden lactar, sino también para quienes no lo desean, puesto que la forma de vivir la maternidad y las decisiones correspondientes dependen no sólo de las decisiones individuales, sino de la existencia de un medio y sistema óptimo que lo permita.
Del 1 al 7 de agosto se celebra la semana mundial de la lactancia materna, diseñada para crear conciencia sobre su importancia en el desarrollo de bebés, niñas y niños, y mejorar la salud de los lactantes en todo el mundo.
No cabe duda que la lactancia es el mejor alimento y la opción más segura para garantizar una buena salud y crecimiento de bebés; tampoco se cuestiona la cantidad de vitaminas, minerales y proteínas que aporta al desarrollo de las y los bebés; menos se niega de los aportes emocionales a bebés y madres.
Sin embargo, pocas veces o casi nunca nos preguntamos por los costos que esto implica en las mujeres madres. ¿Es siempre la lactancia una experiencia exitosa? ¿Todas las madres desean experimentarlo? ¿Una lactancia no exitosa me hace una madre no exitosa? ¿No desear la lactancia me convierte en una mala madre?
Resulta importante reflexionar sobre el papel que la lactancia materna ha representado en los últimos tiempos y sus impactos en la vida e identidad de las madres. Resulta pertinente hablar de esa otra cara de la lactancia. Resulta necesario también pensar en las mamás.
Durante mucho tiempo la fórmula fue el alimento por excelencia de las y los bebés. La industria de la fórmula monopolizó la práctica alimentaria. En la actualidad, con la cantidad de información disponible, las redes y grupos de apoyo, los organismos internacionales y asesoras de lactancia, se ha transformado la experiencia de lactar. Se han desmitificado situaciones que antes explicaban falsos fracasos de lactancia, y se ha construido como una experiencia llena de amor maternal; sin embargo, también se ha posicionado como otro estándar a cumplir dentro de la maternidad.
“Todas las mujeres están listas para amamantar, desde el momento que nos convertimos en madre”, una frase que suele utilizarse para motivar la lactancia. En el fondo, esta frase conlleva un ideal que esconde realidades humanas. No sólo se necesita una preparación física y biológica, sino también una preparación mental y emocional y sobre todo una decisión consciente y deseada. “El golpe de leche”, “los brotes de crecimiento”, “el calostro”, “un buen agarre” son conceptos que no dominamos, ni siquiera conocemos.
La lactancia materna exclusiva es agotadora. Cuando un bebé tiene hambre, no hay negociación posible, y el tiempo aproximado de comida de un bebé recién nacido es de dos a tres horas. Los brassieres ya no son necesarios, porque la teta esta fuera casi todo el día y la noche, olvidamos horas de comida, de descanso, porque bebé marca la pauta y define horarios.
La lactancia materna exclusiva es tan maravillosa como demandante. Y optar por esa opción es tan valiosa, como renunciarla. Es un proceso de práctica y aprendizaje que se combina con la etapa de puerperio de la madre y con la etapa de adaptación de la cría y su madre, y que no siempre se cuenta con los recursos emocionales, físicos, mentales y económicos para sobrellevarlo.
Se vale intentar, se vale desear. Pero también se vale no querer y se vale renunciar. Y ninguna de estas opciones te hace una mala madre. “Más vale un bebé con fórmula y mamá feliz que lactancia exitosa con mamá infeliz” esas sabias palabras de mi asesora de lactancia me acompañaron durante mi etapa de madre lactante y realmente hicieron de mi proceso una experiencia exitosa más allá de haber logrado técnicamente la lactancia correcta.
Que no pretendo traer un discurso antilactancia, ni mucho menos. Mi intención es mostrar las diversas formas de maternar y lo maravilloso de cada una de ellas. Desromantizar la lactancia y la maternidad, y erradicar los juicios en contra de sus diversidades. Que es igual de amoroso amamantar que no hacerlo. Que autocuidarse es sano y no egoísta, y que bebé necesita una madre feliz.
La autora es investigadora del Centro de Estudios Constitucionales Comparados de la Academia IDH. Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH