Las mujeres (de verdad) salvarán al mundo
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Estoy convencido que el mayor mal que se ha hecho a la humanidad ha sido una mal entendida liberalización de la mujer
Tengo una teoría que he podido confirmar a lo largo de mi vida y que, cuanto más pasa el tiempo, más me convenzo: las mujeres salvarán al mundo. Supongo que más de un lector levantará una ceja de estupefacción ante un comentario así. Pero lo afirmo con cada una de sus letras: sin el genio femenino, nuestra civilización pierde su norte en lo más esencial. Así lo recordaba el premio Nobel de Literatura Singrid Undset: “la tarea específica de las mujeres en épocas de cambio es procurar que no sean olvidados los componentes naturales de la sociedad: los seres humanos”.
Y no sé ustedes, pero ¡cómo echo de menos mujeres que piensen así en nuestra sociedad! No que nos las haya, pero ¡son ya tan pocas! Mujeres valientes, que van contracorriente, que saben poner prioridades en sus vidas, que su amor es auténtico. Estoy convencido que el mayor mal que se ha hecho a la humanidad ha sido una mal entendida liberalización de la mujer, en donde nos han robado a las madres de familia, a las educadoras de los valores más elementales, a las novias fieles y alegres a la vez, a las esposas que reparten amor a manos llenas. Y los hombres, al no tener esa columna, es como más fácilmente caen a su vez en sus propios males; esos que, tantas veces, las mismas mujeres les achacan.
Y subrayo que no me parece mal que la mujer trabaje y se realice también fuera del ámbito del hogar. Pero también sostengo que la principal labor de la mujer, aquella que le hace más mujer y le llena más profundamente, es el ser madre y educadora. En un impresionante artículo titulado Feminists Don't Respect Women; the Catholic Church Does, Jennifer Fulwiler, una atea feminista convertida al catolicismo, afirma:
El último momento que pude considerarme feminista fue cuando vi por primera vez el ultrasonido de mi segundo embarazo. El bebé tenía 19 semanas y descubrimos que era una niña. La vi patear con sus piernas y tocarse la cara; todos nos reímos cuando dejó escapar un gran bostezo. […] Pero un escalofrío recorrió mi espalda cuando me di cuenta de que la visión feminista del mundo […] decía que esta joven mujer no tenía derechos; de hecho, de acuerdo con mi propia visión del mundo, mi hija era un sub-humano. A pesar de que aún no era católica, rechacé el feminismo dominante para siempre en ese momento.
Mons. Fulton Sheen ha delineado con precisión el ideal de toda civilización. Yo pegaría este párrafo a la entrada de cualquier sede de gobierno: “El nivel de una civilización se mide en gran medida en el nivel de sus mujeres. Cuando un hombre ama a una mujer, tiene que ser digno de ella. Cuanto mayor sea la virtud de ella, mayor su carácter, más fiel a la verdad, la justicia, la bondad, mucho más un hombre debe aspirar a ser digno de ella. La historia de la civilización en realidad podría ser escrita en términos del nivel de sus mujeres”. Esta semana celebramos el día de la madre y creo que mejor que ellas pueden entender esto.
¿Qué historia estamos escribiendo nosotros hoy? Por favor, queremos a las mujeres de vuelta. El mundo necesita de ellas, pues sólo se salvará si es, profunda y realmente, femenino, profundamente mamá.