Los usos del debate político
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El Presidente aprovecha sus cotidianos discursos para referirse a Anaya con encono, como lo hizo antes hacia el ‘Peje’: todo el poder del Estado para mantener al PRI en el poder otro sexenio
Los desfiguros discursivos que vimos estos días muestran lo que hay tras los políticos. Ninguno de los seis candidatos a la presidencia ha externado una plataforma política, económica, cultural, educativa… que nos diga puntualmente qué hará en caso de ser electo al más alto puesto de la nación. El que ha dejado ver un poco más sus ideas es Andrés Manuel López Obrador, pero no ha entregado un documento que podamos leer y discutir. Los otros cinco se han perdido en chismes, ironías o sarcasmos baratos y en golpes bajos a su contendiente. En el box los golpes bajos son los que le da un boxeador al otro en los testículos. Es, por supuesto, una figura literaria que expresa lo que ahora vemos. Los bajos de José Antonio Meade y Ricardo Anaya deben estar inflamados; “el Bronco” trae cinturón de castidad.
Muchos se me adelantaron con comentarios acerca de lo que hizo contra Anaya el encargado de la Procuraduría; no repetiré lo sabido. Añado que, aunque el secretario de Gobernación haya jurado que no interviene en la contienda, en realidad lo realiza. Junto a él, en sus barbas, el que hace las veces de procurador reafirmó su derecho a golpear a un candidato. Esto nos dice que no hay autoridad o que ésta es hipócrita. Diga ¿por qué el que cuida la Procuraduría no nos pasa videos cuando llega una muchachita a la que violó su jefe? Porque, si aparecen Anaya y Diego Fernández, ¿por qué no otros?, por ejemplo un ejidatario al que invadieron su tierra o una mujer de Coahuila que denuncia la desaparición de su hijo. Es claro que el Gobierno Federal está golpeando a su enemigo político que no es un enemigo cualquiera; de los seis es el que ha sido verbalmente más agresivo. Ha jurado que acabará con el PRI.
¿Qué significa eso?, la respuesta la da él mismo: meterá a la cárcel a los corruptos. Bueno, si resulta cierto no habrá suficientes prisiones para meterlos, aunque se colocaran 15 ó 20 en cada celda. Entonces Anaya es un peligro para México o mejor, para muchos de los actuales gobernantes. Así se explica la violencia utilizada contra él (que también es violento).
Sorprende que Meade se ponga a decir frases banales tratando de imitar a López Obrador o a Anaya: ¡yo no he comprado ni vendido bodegas!, ¡yo no he viajado a ver a mis hijos a Estados Unidos!, etcétera. No, en efecto, él no lo ha hecho, Anaya sí, pero Meade ocultó los desmanes del instituto del que era cabeza, donde se perdieron cientos de millones; Meade nos dio el gasolinazo. Yo no pude menos que recordarlo ayer que llené el tanque de gasolina de mi carro. Cada día hacen más cara la vida, matan el comercio, empobrecen a la clase obrera, a las amas de casa y al campesinado. El precio del líquido pega a todos, minuto a minuto, ¿quiere que votemos por él? Dijo que el precio de la gasolina se calcula con el que tiene internacionalmente.
Pero la gasolina cuesta menos en Estados Unidos. ¿Por qué no igualar los salarios mínimos de acuerdo con el valor de la mano de obra de los demás países? Eso sería lógico, lo otro no.
Por su parte, el Presidente aprovecha sus cotidianos discursos para referirse a Anaya con encono, como lo hizo antes hacia el “Peje”: todo el poder del Estado para mantener al PRI en el poder otro sexenio. El vocero de los Pinos apareció anunciando que el Gobierno seguirá llevando a cabo sus programas porque el pueblo no debe ser desatendido. Es un aviso: ¡seguirá el reparto de tarjetas, tinacos, cemento, desayunos y demás a los pobres (para que se comprometan con el PRI)!
Todos usan el debate, incluso el “Peje”, Margarita Zavala o Ríos Piter. No hay que escandalizarse, es normal.
Vargas Llosa dijo que López Obrador nos llevará a la situación de Venezuela. No hace falta que él lo haga, somos Venezuela: no funciona la Cámara de Diputados, echaron fuera al procurador para poner uno a modo, nada sabemos de Ayotzinapa, César Duarte y Emilio Lozoya disfrutan los millones que robaron, aquí no sabemos por qué debemos 36 mil millones, etcétera. Somos Venezuela; ellos chavistas.
¿Ha olvidado Vargas Llosa que declaró en televisión que México era la “Dictadura perfecta” y que el PRI era un partido dictatorial? No se raje. El Premio Nobel no puede asimilar la dura derrota que tuvo en Perú, donde no votaron por él como esperaba. Amaba tanto a su país que se hizo español, ¡cuánto amor!