Medicina para la educación normalista
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En fechas recientes, la Secretaría de Educación Pública (SEP) dio a conocer su intención de reformar a las escuelas Normales. La idea central de este cambio es mejorar diversos componentes de la formación que reciben los futuros docentes, tales como: los requisitos para convertirse en maestro de los normalistas; los planes y programas de estudio, el dominio del inglés y la implementación de sistemas de evaluación que garanticen la calidad de la educación normalista.
Sin embargo, no es muy claro cómo se implementarán dichos cambios, de tal manera que aseguren que los futuros docentes contarán con los conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes y valores que necesita el sistema educativo mexicano para formar ciudadanos que sean capaces de: auto realizarse como personas, insertarse en el sector laboral, contribuir al desarrollo científico y tecnológico del país, y participar activamente para lograr una sociedad más justa, sustentable y democrática.
El futuro de la educación normalista debiera de ser muy semejante a la educación que reciben los estudiantes de Medicina, razón por la cual se hace una comparación de ambos modelos pedagógicos:
Primero. A las escuelas de Medicina ingresa un grupo muy selecto de estudiantes: quienes ostentan los mejores promedios de la educación media superior y obtienen las mejores calificaciones en los exámenes de admisión universitaria. En sentido opuesto, quienes ingresan a las escuelas Normales representan a grupos de estudiantes de baja escolaridad que, en algunos casos, no alcanzan cupo en otras instituciones de educación superior. Lo que es peor, en algunas normales del país todavía los estudiantes siguen ingresando sin pasar por un proceso de admisión que les exija un dominio básico de la lectura, escritura y aritmética.
Segundo. Los estudiantes de Medicina cursan asignaturas universitarias que les exigen el máximo de sus capacidades intelectuales. Deben dedicar muchas horas de estudio para poder acreditar las asignaturas, ya que los exámenes ordinarios exigen un alto nivel de dominio de las competencias médicas. Por su parte, los estudiantes de las Normales cursan esencialmente asignaturas teóricas y las evaluaciones a lo largo de la carrera no aseguran la apropiación suficiente de las competencias pedagógicas y disciplinarias requeridas para ejercer la profesión docente.
Tercero. Los estudiantes de Medicina deben de realizar una cantidad importante de prácticas hospitalarias durante su carrera universitaria, y desde los primeros semestres llevan clases en los mismos hospitales. Asimismo, al concluir sus créditos universitarios deben de realizar una estancia hospitalaria y acreditar un examen de certificación de competencias. Por su parte, los estudiantes de las Normales realizan pocas prácticas escolares, muchas de las cuales no se relacionan con prácticas pedagógicas, no tienen que realizar estancias en los centros escolares y tampoco deben de acreditar un examen de competencias docentes al final de sus estudios normalistas.
Como se puede apreciar, los estudios de Medicina y de docencia son muy diferentes en cuanto a su exigencia para ingresar, acreditar cursos, egresar y ejercer la profesión. También son muy diferentes en cuanto a las prácticas profesionales que deben de realizar a lo largo de sus estudios.
La reforma a las Normales anunciada por la SEP debe de considerar que los futuros docentes representan el éxito de la reforma educativa, la que apuesta a contar con una planta docente altamente capacitada. Como dijo un gran especialista en educación: “si pudiera hacer una sola reforma educativa, la dedicaría a que los estudiantes normalistas, desde el inicio de su carrera, tuvieran más prácticas en los salones de clases”.
Por lo anterior, la Medicina puede ser el remedio de la educación normalista del País.