Militar, novelista y padre

Politicón
/ 17 junio 2018
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Hoy transcribo un bello texto de Juan Manuel Urquizo Pérez de Tejada. Es el hijo menor del general Francisco L. Urquizo, militar y escritor coahuilense. Juan Manuel es actualmente el tesorero de la Asociación Cívica y Fundación General de División Francisco L. Urquizo, que promueve y divulga la obra del gran novelista de la revolución mexicana.

El general Francisco Luis Urquizo Benavides nació en San Pedro de las Colonias. Fue hombre de confianza de Francisco I. Madero, y a la muerte del mártir se adhirió a las filas carrancistas. Con don Venustiano luchó hasta el final, hasta Tlaxcalantongo. Junto con Mariano Azuela, Urquizo es novelista principal de la Revolución mexicana. Al mismo tiempo que hacía su carrera militar hizo su carrera de escritor: luchando a brazo partido en las batallas y escribiendo luego su obra literaria donde narra los sucesos, describe personajes y lugares, y nos lleva de la mano a través del horror de la guerra y las privaciones de la tropa, pero también de la esperanza y la alegría del triunfo. Urquizo es, él mismo, importante protagonista y, a la vez, testigo de la Revolución, que deja un invaluable testimonio por escrito y se eleva a la categoría de cronista de la gesta revolucionaria. Su amplia obra literaria incluye, entre muchas otras novelas: “Tres de diana”, “El polvo del camino”, “¡Viva Madero!” y “Tropa vieja”.

Juan Manuel escribe dos párrafos que bastan para conocer la faceta de padre del famoso militar y novelista. Esos dos párrafos dicen que el oficio de padre no se opone necesariamente al del soldado, y mucho menos al del escritor. En Francisco L. Urquizo una vocación no riñe con la otra, profesa las tres con la misma sabiduría del hombre bueno y el soldado que lucha para dejar a sus hijos una patria mejor. Juan Manuel escribe: “Cuando te fuiste se me vino todo encima, se me soltó un llanto angustioso, profundo… y caí al suelo, hincado. Me sentí en medio de la refriega, entre balas perdidas, tierra mojada y sangre ajena. Dolor nunca vivido, dolor en quién sabe qué profundidades del alma. No reconocí la realidad, me pareció absolutamente ajena, como si el anuncio de tu partida hubiera arrastrado mi alma hecha jirones hasta una densa oscuridad llena de polvo. Tu muerte arde. Tu muerte ahoga, tu muerte es insoportable, inhumana. Lo bueno es que sigues vivo. ‘El mundo está amueblado por tus ojos’, y yo existo porque me miras. Quiero entrar en ti, perderme en ti, desaparecer en ti, regresar a ti. ¿Cómo te alcanzo si la eternidad huye, se esconde y me abandona en el tiempo?

“Te llevaste todo, y nos dejaste en nuestra pequeñez, balbuceando tu nombre en cada esquina del día. ¿Hacia dónde miro para hablarte, para que me escuches? Hacia tu vida y hacia tu obra. Estás escondido en la inmensidad de tus palabras, detrás de cada uno de tus personajes. ‘Desde la profundidad de la vida, te llamo, padre, padre, escucha mi voz’, despierta en estas páginas, como siempre lo haces cada vez que alguien se asoma a lo que fuiste, a lo que eres y a lo que serás. Tu hijo JUAN MANUEL”.

Este texto fue incluido en reciente libro editado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, con el título “Francisco L. Urquizo. Vida y obra”, coordinado por el mismo Juan Manuel, una antología que rescata diversas semblanzas del general Urquizo y analiza su obra militar y literaria, y su invaluable aportación a la memoria de la revolución social que propició el nacimiento del México del siglo 20.

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