Ni estadocentrismo ni mercadocentrismo

Politicón
/ 24 junio 2020

El papa Francisco en reciente carta a los movimientos populares titulada " A un Ejército Invisible" envió este mensaje: "Espero que los gobiernos comprendan que los paradigmas tecnocráticos (sean estadocéntricos sean mercadocéntricos) no son suficientes para abordar esta crisis ni los problemas de la humanidad..." ( 12/04/20).

La pandemia del COVID-19 ha tenido la capacidad de desquiciar, en unos cuantos días, muchas estructuras de poder económico, político y hasta cultural. Frente al invisible, pero letal microorganismo muchas instituciones han exhibido su pequeñez.

Los principales derrotados en este cotejo histórico han sido los falsos líderes políticos desgobernantes: los que no han volteado a ver el rostro concreto de los seres humanos y la angustia de sus comunidades; los que han optado por gestionar la tragedia con egoísmo narcisista ocupados en acrecentar su poder, deleitándose en  su propia voz y afanados en cosechar votos en campos de muerte, de ruina económica y empobrecimiento masivo en ciernes.

Pocos son los jefes de estado que han actuado como auténticos estadistas frente a la pandemia y sus desafíos. Se exceptúan las mujeres gobernantes, las que han demostrado mejor desempeño, reivindicado la función política.

En medio de esta crisis moral en los liderazgos políticos y a la vista de los destrozos causados por la pandemia, agravados por la pésima actuación aquellos, surge ahora la diarrea de planes para la etapa post COVID-19.

Se desparraman desde alturas palaciegas una pestilente cascada de propósitos desmesurados y grandilocuentes —otra vez para deleite y autosatisfacción autocrática— sustentados en ideologías y modelos socioeconómicos probadamente fracasados.

Nada que ver con el arte del buen gobierno sustentado en la virtud de la prudencia política. Ésta, por cierto, no es una categoría religiosa o timorata, es, sobre todo, una metodología para alcanzar racionalmente fines concretos de bien común; de eso trata la práctica de buena política.

Tal método sigue tres pasos:

1.- Ver la realidad; sin prejuicios e ideas preconcebidas, para ello se requieren herramientas científicas de investigación y el concurso de verdaderos expertos en varias disciplinas y con diversos puntos de vista. Escuchar exclusivamente a los camaradas de cenáculo político de pertenencia y al coro adulador que siempre medra en torno al supuesto líder pervierte el ejercicio.

2.- Juzgar; observada la realidad hay que valorar los problemas a resolver a la luz  de los objetivos superiores de la política: salvaguardar la dignidad de todos y cada uno de los miembros de la comunidad, justicia, equidad, libertad, democracia, entre otros.

3.- Actuar; diseñar la política pública con la mejor técnica, modulada por el binomio de orden social: a) solidaridad, garantizar derechos: la promoción preferencial de los más débiles; b) subsidiariedad: generar oportunidades; aplicar tanta sociedad como sea posible y solo tanto Estado como sea necesario. Que el ente superior no sustituya lo que por naturaleza  puede y debe hacer el menor; trátese de personas, instituciones y niveles de gobierno.

La prudencia política exige además dos condiciones de gobernanza: auténtico diálogo y participación plural en todo el proceso generador de desarrollo social con crecimiento económico.

La proclamada nueva normalidad, si de verdad quiere ser nueva, debe desechar al Estado y al mercado como categorías absolutas para reconstruirse. Ese es el verdadero desafío de nuestros días. Exige cambio cultural y reconversión política.

@lf_bravomena

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