Panorama oscuro
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Casi todos los mexicanos avistamos grandes nubarrones negros en el panorama del futuro cercano. El escenario para los próximos meses es tan oscuro que no puede alumbrar el vivir cotidiano. Y no me refiero a las sorpresas que en lo político pudieran darse en este año electoral importante para Coahuila. La oscuridad parece más bien sentar sus reales en el aspecto económico.
Muchos padres y madres de familia reciben como pago por su trabajo el salario mínimo, un sueldo de hambre que ya no se paga ni en los países más pobres, pero que en Coahuila todavía lo reciben cerca de 80 mil trabajadores, según cifras del Inegi. Seguramente incluye también los salarios mínimos profesionales, en los que a un pastelero o repostero debe pagársele la cantidad de 110.64 pesos, igual que a un albañil, pero superados ambos por un mecánico o una secretaria auxiliar, a quienes se les pagará un salario de poco más de 114 pesos.
Una mentira, y muy grande, es la que se ha venido sosteniendo por años en el sentido de que ya no hay en México patrón que pague el salario mínimo ni empleado que lo acepte. En el Estado hay 80 mil coahuilenses que viven con él. Y porque sus patrones hacen como que les pagan, ellos hacen como que trabajan, faltan a sus labores con frecuencia, y a la primera oportunidad, cambian de trabajo, o dejan de trabajar, porque lo que ganan y “nada” es lo mismo. Y el círculo vicioso se vuelve todavía más redondo. Como la empresa no gana suficiente debido a la mala calidad de la producción, tiene cuantiosas pérdidas por mermas y defectos, y no puede pagar más a sus empleados. Igual sucede con las empresas de bienes y servicios. La calidad de los que ofrecen deja mucho que desear, por lo tanto, sus precios son muy bajos, y el resultado es el mismo: patrones que no obtienen ingresos suficientes y empleados que ganan salarios indignos. Y finalmente, consumidores que deben comprar con más frecuencia el producto por su mala calidad, y clientes que reciben servicios deficientes. Y el redondel crece, pero no se puede romper.
Lo más aberrante es el aumento autorizado por la Comisión Nacional de Salarios Mínimos. Dicha Comisión autorizó por unanimidad un incremento de 7 pesos, con lo que el salario subió de 73.04 a 80.04 pesos. El Gobierno Federal declaró que este es el incremento más alto otorgado en los últimos 17 años, y no obstante haber afirmado que es la primera vez en cuatro décadas que el salario tendrá una recuperación de 15 por ciento de su poder adquisitivo real, el incremento autorizado es, a todas luces, insuficiente. Con los 80.04 pesos que recibirán los asalariados no les alcanzará ni para pagar el incremento a las tarifas de los autobuses urbanos, mucho menos el nuevo precio de la gasolina y las alzas a otros productos que trae como consecuencia. El primer gasolinazo fue tres veces mayor que el aumento al mínimo, para el cual se otorgó un incremento de fijación del 3.9 por ciento.
No faltan cada año las declaraciones en el sentido de que el salario mínimo es insuficiente y que la Comisión Nacional de Salarios Mínimos no ha cumplido con el espíritu de la Ley Federal del Trabajo, donde se afirma que el mínimo debe ser un salario que haga del trabajador una persona autosuficiente para mantenerse y mantener a su familia en los renglones de vivienda, vestido, salud, educación y alimentación. Eso dicen los líderes obreros que viven de las cuotas de los afiliados a sus organizaciones y se precian de que sus trabajadores perciben sueldos muy por encima de los mínimos, pero ponen toda clase de trabas a quienes deseen adherirse a sus sindicatos si no son trabajadores de las grandes industrias del sector productivo. Y también los legisladores, esos que ordeñan la ubre del Poder Legislativo hasta dejarla seca, y con el producto de su ordeña podrán vivir bastantes años sin trabajar.
Tristemente, la pobreza será una constante para 57 millones de mexicanos en 2017.