¿Qué han aprendido el PRI y el PAN de la derrota?
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Por el bien de nosotros, urge empezar a reconstruir la oposición en México. La de centro, la de derecha, la de centro-derecha. Incluso opciones de izquierda crítica dentro de la izquierda ganadora.
Como usted quiera, pero harán falta otras opciones político-ideológicas en el futuro democrático de nuestro país. Opciones capaces de cuestionar y matizar con argumentos, las ideas y proyectos de la cuarta transformación.
El triunfo del primer gobierno de izquierda en el México moderno ha sido abrumador. Su legitimidad es irrefutable y valiosa. Incluso han sido capaces de dotar de cierta esperanza a un País que parecía no creer en nada.
Pero la legitimidad y el triunfo no garantizan que sean un buen gobierno ni que resulten capaces de cumplir todo lo prometido. Para lograrlo necesitarán contrapesos reales y genuinos. Porque el avasallamiento no construye, destruye.
Por eso preocupa el desmoronamiento político y el extravío discursivo de la oposición. Porque no es sólo que PRI y PAN se encuentren sumidos en el recuento de los daños económicos y electorales de su gran derrota en las urnas, parece que, además, a la oposición mexicana se le acabaron las ideas y las posturas.
No es una cosa menor. No caigamos en la tentación de que priistas y panistas fueron tan corruptos e ineptos que merecen desaparecer. Acaso es urgente refundar sus institutos o crear nuevas opciones si las “marcas” y sus viejos logos ya no dan para mucho en el imaginario colectivo.
Para fortalecer nuestra democracia necesitamos reconstruir nuestro sistema de partidos con opciones representativas auténticas, no borrarlas.
Ahora, la necesidad está ahí pero la pregunta es ¿cómo hacerlo?
Existen muchos caminos de democracia interna que los derrotados pueden usar para “volver por sus bases”. Elecciones internas, encuestas, asambleas, etc. Esas cosas que desde afuera los ciudadanos no comprenden mucho, ni les interesa. Lo que sí creo es que esos esfuerzos deben de cumplir dos requisitos para ser efectivos: ser transparentes y auténticos.
Deben ser transparentes porque si algo abominan los electores es la opacidad, la discrecionalidad y los arreglos cupulares en los manejos políticos y económicos de los partidos mexicanos. Buena parte del descrédito del PRI y el PAN se explica en cómo esos partidos se volvieron negocios privados de corporativos, sectores y caciques.
Y lo segundo es la autenticidad. Asumo que a ningún militante de ningún partido le gusta sentirse engañado y usado por sus líderes. Ser oído pero no escuchado. Nada merma más la convicción con una ideología partidista o una serie de principios y postulados políticos que descubrir que estos se usan como tapadera de la corrupción, la simulación y el engaño. Si PRI y PAN aspiran a recuperar su fortaleza perdida, deben ejecutar esfuerzos genuinos de refundación y abandonar el gatopardismo y la hipocresía de cambiar para que nada cambie.
En “David y Goliat”, Malcolm Gladwell dice que a veces la desventaja de contar con menos recursos materiales resulta en una ventaja. Es decir, la escasez y la derrota enseñan más que el triunfo y la abundancia.
PRI y PAN tienen ahora esa oportunidad frente a sus narices, esperemos que la aprovechen. Porque hasta ahora no parecen haber aprendido nada. El PRI no termina de reacomodarse con un Presidente en funciones ausente y en el PAN es más relevante lo que dicen el expresidente Calderón que sus elecciones internas.
Y eso nos lleva a otro tema igual de importante: toda oposición necesita líderes con una visión y una narrativa poderosa. Malas noticias: tampoco se ven por ninguna parte.