¿Qué la economía no tiene que ver con la ética?
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La necesidad de realizar una reflexión ética que tenga como marco de referencia la dimensión económica del hombre en estos tiempos se ha convertido en una urgencia. Solamente en la búsqueda de respuestas, el ser humano, una vez que ha realizado consensos con quienes le rodean puede tener mayores expectativas de realizar una convivencia justa. Si no se reflexiona sobre lo que somos y lo que hacemos en lo cotidiano, difícilmente se alcanzará una vida buena, una vida colmada.
Es la reflexión sobre lo cotidiano, sobre lo que hacemos, en cualquier dimensión de nuestra vida; una de las grandes lagunas que nos han imposibilitado llegar a acuerdos aunque sean mínimos, para poder vivir bien. Es a partir de dichas consideraciones básicas donde se pone el piso más elemental de la justicia que da posibilidades a los seres humanos de una convivencia armónica en la vida social.
En una sociedad donde se ha cambiado la consideración básica de que el hombre es el centro de los valores o de las dimensiones que lo circundan, la economía con su mano invisible ha ido presentando sus propios valores como aquellos que son únicamente válidos y deben de ser conseguidos a cualquier precio, para poder darle al ser humano la felicidad tan anhelada que tiene como proyecto, la distinción entre fines y medios sigue siendo un ausente en la teleología de los seres humanos.
La ciencia formula juicios de hecho (concretos, tangibles, comprobables), la ética realiza juicios de valor que se confrontan entre lo convenido socialmente y la realidad operante, y se convierten en juicios normativos o prescriptivos. En virtud de lo científicamente comprobable se requieren juicios de valor para saber cómo es que se llegó hasta ello. Evidentemente, la economía es una ciencia y los economistas se esmeran por dejarlo claro, por tanto para ellos la economía está libre de toda valoración, el problema llega cuando el contenido de las aseveraciones en torno a tal o cual situación se convierte en un dilema ético porque se afecta el tejido social y la conclusión deja de ser cuantitativa. Sin embargo, hay quienes afirman que son la economía y la ética, dos disciplinas totalmente incompatibles. Personalmente no lo creo.
Adam Smith (1723-1790), que como bien se sabe es el principal precursor de la economía moderna, antes de realizar su obra maestra Una Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776), había publicado el libro La teoría de los sentimientos morales, Smith para entonces era un moralista connotado, profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Glasgow. Aunque la economía había existido siempre, nadie como Smith para dejar su impronta en el tiempo a través de sus criterios al respecto. A la fecha, en asuntos económicos seguimos siendo smithianos. Aquí, la prueba de que ambas disciplinas fueron compatibles en una persona y no en cualquier persona.
Robert Malthus, David Ricardo, Keynes, Von Hayek entre otros comenzaron el viraje de la incompatibilidad. Smith sostiene que todo parte del interés personal, hasta que este interés se desborda y atropella la vida de terceros. Una gran ventaja en la reflexión de Smith, es la liga que tiene con la sociedad vía su reflexión moral; en ningún momento separa la economía de la sociedad. Por lo tanto, la economía vista y analizada por el genio escocés, no se entiende sino desde la moral. Ordinariamente se le entiende como el precursor de una idea equivocada de la economía, ligándolo a una concepción voraz y sin sentido comunitario.
El problema al tiempo y a la fecha, ha sido que en la dimensión económica el interés personal se ha pervertido. Inmediatamente se parcializa la ley y luego se utiliza en favor del o de los interesados, de tal forma que deja ser un garante del equilibrio social. Es decir, quienes realizan negocios, usan el interés personal para obtener utilidad que es parte de la esencia, pero esto ha redundado en un acaparamiento de bienes donde se ha perdido de vista el sentido comunitario.
Desde la perspectiva de Smith la libre competencia no está reñida con la colaboración. El problema no es la injusticia per se, es el capitalismo salvaje. La conclusión nos lleva a la determinación de la necesidad de que se generen reglas éticas para que en la economía la normativa sea respetada. Y aunque Smith, desde el principio dejó en claro que la armonía social es la principal premisa axiológica y fuente del dinamismo enriquecedor de las naciones, las interpretaciones posteriores han tergiversado la idea original, esta interpretación es el punto de partida de la justificación extraeconómica frente a la codicia humana.
En este orden de ideas, será importante recordar que el punto de partida de la idea sobre la economía en Adam Smith, se encuentra entrelazada con un sentido moderno de la ética y la política; es el individuo humano, en su doble dirección de sujeto moral-social y de sujeto económico interesado por lo suyo, una idea que no tiene por qué ser una visión incorrecta de la realidad en la que se vive.
Justamente el escenario actual marcado por la economía de mercado y la globalización hacen que el discurso de la relación entre ética-economía cobre vida. La realidad es contundente, después de un buen tiempo, las desigualdades que existen en la sociedad mundial se han dado por el modelo económico actual que privilegia el capital y que tiene como punta de lanza el libre mercado. Por tanto, se requiere de la conjunción de responsabilidades, voluntades y de pensar de la forma más democrática posible. Jesús Connil lo dice de la siguiente forma “(…) el intento de estrechar los vínculos entre la economía y la ética mediante la ética económica podría entenderse entonces como el reflejo de la necesidad de reorientar la actividad económica por parámetros morales como justicia, responsabilidad y solidaridad, hasta reconvertir la economía en economía ética”.
En últimos tiempos, la ciencia económica ha tratado de dejar en claro el pensamiento de que todo aquello que se separe de lo posiblemente cuantificable no tiene validez. Por supuesto, han olvidado que en todo tipo de decisiones entra en juego la apreciación y la estimación del mundo a través de juicios de valor y esto entra justamente en todo aquello que la economía no avala. En este sentido, Amartya Sen, hace la siguiente pregunta ¿Es posible suponer que una mayor cercanía entre la ética y la economía pudiera resultar beneficiosa no solo para una, sino también para la otra?
En el momento presente la liga entre lo económico y lo ético se daría exclusivamente en asuntos donde se analice el comportamiento de los individuos y las instituciones responsables de las actividades propias de esta dimensión. Así, la ética en materia económica tiene grandes retos, particularmente, ofrecer salidas normativas que se aparten de lo sentimental y lo emotivo, donde la base sea la justicia. La realidad que se vive en México, América Latina y otros lugares del mundo, teniendo en cuenta los altos índices de pobreza, requieren acuerdos que comience a ser un piso básico de equilibrio para todos.
El proceso que siguieron las negociaciones y los resultados del TLC, nos muestran desgraciadamente, que cuando se trata de intereses y transacciones, la ética y la economía toman distancia. Por eso el mundo ésta dividido entre pobre y ricos. Los negocios y la vida tienen un reto, buscar una intersección para que no se genere un desequilibrio ni personal, ni social, como el que en estos últimos tiempos se ha experimentado. Sin lugar a dudas, en los tiempos del libre mercado, se requiere de acuerdos mínimos en materia económica.