¿Sabes Dónde está el Paraíso?
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¡...Con la fuerza de la palabra!
¿Sabes dónde está exactamente el paraíso? ¿O es solo un concepto? ¡Hola! ¿Cómo te va, mi amigo y distinguido lector? Espero que tengas una semana excelente y maravillosa.
Quiero comentarte que aproveché este fin de semana largo, bendito Dios, festejando el día del trabajo, descansando. Pregunto, ¿no sería bueno proponer que haya un día del descanso y lo celebremos, trabajando?
Porque dicho sea de paso, el trabajo es una bendición. Te decía que quise aprovechar el puente para venirme con mi esposa a pasar un par de días en un lugar maravilloso, prácticamente, muy cercano al paraíso.
Pero en la pregunta que hago, no me refiero específicamente a un lugar como éste, en el que estoy. Sino a lo que llamamos paraíso, el lugar a donde nos vamos a ir, los que nos hayamos portado bien en esta vida.
Voy a aprovechar para hacer una digresión muy breve. ¿Qué está pasando en el mundo, como para ver por una razonada sinrazón, la forma de iniciar una guerra? Esto es una muestra clara de la falta de Dios en sus vidas.
La trascendencia de esto y por lo que se vuelve tan importante es que se da a nivel personal, de comunidad, de país, y claro que llega a nivel mundial. Todo lo malo que pasa es falta de Dios.
Vuelvo a preguntar, ¿sabes dónde está exactamente el paraíso? Una historia, quizá nos ayude a desentrañar esta supuesta incertidumbre. Veamos qué nos ilustra esta narración.
Cierta noche tres amigos ascendían por la pendiente del Monte Sinaí, esperando llegar a la cima antes del amanecer. Estaban ansiosos por respirar el mismo aire donde, siglos atrás, habían resonado las voces de Dios y Moisés.
-Hagamos un alto para reponer fuerzas -propuso el de más edad, al llegar a una planicie del monte.
Encendieron un fuego, repartieron pan y queso de cabra, y llenaron sus copas con vino de Grecia.
-Amigos míos -dijo el más joven-, sabéis cómo me imagino el Paraíso? Como un lugar con mujeres bellas, banquetes deliciosos y siestas profundas sin sobresaltos.
Al oír esto, el otro joven se entusiasmó y exclamó: -Para mí, el Paraíso es un lugar con una eterna primavera, ríos de agua cristalina y aldeas tranquilas donde habitan los grandes hombres de la historia, con quiénes se puede hablar y compartir la sabiduría cada vez que a uno le plazca.
Luego le preguntaron al mayor, que había escuchado sonriente y en silencio el relato de sus compañeros de aventura, cómo imaginaba el Paraíso. Con inmensa paz interior, respondió:
-Yo me lo imagino como una planicie del Monte Sinaí, donde tres buenos amigos se detienen, se sientan alrededor del fuego, saborean el pan y el queso, beben vino griego y hablan del Paraíso a la luz de las estrellas.
¡Qué forma de dar a entender que el Paraíso está ubicado cuando estás con quienes compartes la vida! Eso es exactamente, una forma ideal de entender lo que será el Paraíso.
La Fe nos dice por medio de San Pablo que "ni ojo vio ni oído oyó ni ha pasado por mente alguna pensamiento de lo que Dios tiene preparado para aquellos que le aman". Primera Carta a los Corintios, Cap. 2, 6-10.
¿Cómo irá a estar aquello que Dios promete? No lo sé, pero me lo imagino maravilloso. Vale la pena ganarse este privilegio desarrollando cosas positivas que duran un ratito (nuestra vida) comparado con toda la eternidad.
Cierro como siempre, ...y a seguir pataleando, ¡porque no hay de otra!
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Fuentes consultadas:
https://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/2010890
Biblia: Nuevo Testamento, I Carta a los Corintios.
Libro: Historias que hacen bien, Daniel Colombo, V&R Editoras.
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