Sistema anticorrupción, ¿acabará con la corrupción?

Politicón
/ 29 agosto 2017

El sistema funcionará si existe una determinación clara por parte de la sociedad de combatir la corrupción en todas sus expresiones 

 


Hace ya tres lustros que nuestro País cuenta con una legislación específica en materia de transparencia y acceso a la información pública. La norma, así como las instituciones públicas responsables de aplicarla, ha sufrido, desde su promulgación inicial, numerosas modificaciones a fin de “perfeccionarla” en el cumplimiento de su propósito.

La expedición de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental –de junio de 2002– fue, bien puede decirse, el primer germen del “Sistema Nacional Anticorrupción” cuya creación estamos atestiguando todos a nivel federal y en las entidades de la República.

A 15 años de distancia de aquella primera norma promulgada por el Congreso de la Unión, conviene recordar que el propósito con el cual fue diseñada fue eliminar la opacidad del servicio público, trayendo una nueva e inédita época de “transparencia gubernamental”.

Como bien sabemos, la transparencia no ha llegado sino parcialmente al sector público mexicano y aún persisten grandes islotes de opacidad que constituyen, de forma ulterior, espacios para la discrecionalidad que prohíja la corrupción y la impunidad.

Como bien sabemos también, la anunciada era de la transparencia no trajo consigo el producto más importante que prometía: la disminución de la corrupción gubernamental, característica que distingue al sector público mexicano desde siempre.

La mejor evidencia de que la creación de leyes de transparencia –así como la creación de gigantescas burocracias públicas para garantizar su aplicación– es insuficiente, por sí sola, para combatir la corrupción es que ahora ha sido “necesario” crear una estructura gubernamental aún más grande para dedicarse específicamente a “combatir la corrupción”.

¿Logrará este sistema –a nivel federal y en los estados– erradicar la corrupción o, al menos, disminuirla en forma significativa?

La verdad, cruda y llana, es que la simple existencia de un sistema “anticorrupción” no logrará nada en este sentido, pues la corrupción no es solamente un fenómeno gubernamental, sino que forma parte de los elementos de la cultura nacional.

No es que sea una mala idea crear un sistema dedicado específicamente a combatir la corrupción. Es que no debe caerse en la trampa de creer que, una vez creado dicho sistema, la corrupción va a disminuir por arte de magia o, mejor aún, que va a desaparecer.

El sistema funcionará en la medida en la cual exista una determinación clara de parte de un sector mayoritario de la sociedad de combatir la corrupción en todas sus expresiones y de manera intransigente.

Para lograrlo necesitamos más que sólo leyes e instituciones públicas. Requerimos, adicionalmente, la voluntad para reconocer las conductas indebidas, rechazarlas, denunciarlas y demandar que sean castigadas. Perseverar en esta actitud no solamente logrará que la corrupción disminuya, sino que, eventualmente, resulte innecesaria la existencia de un sistema anticorrupción.

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