Sólo queda sonreír ante el futuro
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Las personas nos distinguimos de los demás seres por la capacidad para determinar nuestra propia trascendencia
El papa Francisco comenta: “no se puede vivir cristianamente sin alegría, al menos en su primer grado que es la paz. De hecho, el primer escalón de la alegría es la paz: sí, cuando vienen las pruebas, como dice san Pedro, uno sufre; pero baja y encuentra la paz y esa paz no puede quitarla ninguno”.
Esta sentencia, desde mi punto de vista, es universal: aplica a todas las religiones, no sólo a los cristianos. La alegría no está peleada con ninguna creencia ni con cultura alguna y es tan universal y gentil, que se manifiesta y comparte a través de nuestras caras: mediante una inocente sonrisa.
MUCHO…
“Una sonrisa significa mucho. Enriquece a quien la recibe; sin empobrecer a quien la ofrece. Es antorcha compartida. Cierto, dura un segundo, pero su recuerdo a veces, es imborrable. La sonrisa es una de las más bellas y vitales expresiones del alma, es una de las maneras como intenta cambiar para bien el mundo, para hacerlo más humano y habitable”.
Las personas nos distinguimos de los demás seres por la capacidad para determinar nuestra propia trascendencia, por la enorme posibilidad de soñar, amar y por el maravilloso don de sonreír.
La sonrisa alarga la vida, existen estudios que afirman que esta expresión predice la longevidad; por ejemplo, la Universidad de Wayne State investigó a un grupo de beisbolistas de los años cincuenta, encontrando que los jugadores que no sonreían en las fotos analizadas vivieron un promedio de sólo 72.9 años, mientras que aquellos con sonrisas relucientes vivieron una media de 80 años.
Pero, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo sonreír? Tal vez debido a que navegamos por mares repletos de indiferencia, incredulidad y desesperanza, aguas tormentosas que nos impiden mirar lo bueno que podemos llegar a ser y las maravillas que se hallan a nuestro alrededor, mares que nos muestran lo que no tenemos y que nos vuelven miopes para comprender lo que la vida a todos cotidianamente nos regala.
EL SECUESTRO
Somos hacedores de cultura, pero en ocasiones aquello que edificamos impide que alcancemos la felicidad, menguando a su vez nuestra natural capacidad de sonreír.
¿Qué nos ha pasado?, ¿Por qué ahora la cultura que hemos construido nos aleja del bienestar genuino?, ¿Por qué tantos medios y tan pocos fines? ¿Por qué abundan los rostros acartonados, rígidos y avinagrados?
No tengo repuestas a estas interrogantes, pero algo me dice que gran parte del problema radica en que hemos dejado de ser creativos, ignoramos cómo extraerle a la vida su sentido, su esencia; además, las preocupaciones cotidianas y la perdida de sentido empañan el mismísimo gozo de vivir.
VER LAS ESTRELLAS
Tal vez nuestra generación ha olvidado que tenemos el compromiso de vivir la existencia a plenitud. Y miren que no soy ingenuo, sé que la vida, en muchas ocasiones, nos hace caminar cuesta arriba, por sendas espinosas y dolorosas, pero también reconozco que eso es parte de nuestra naturaleza, si no fuese así seríamos otra cosa, pero no seres humanos.
De hecho, nada es más humano, y nada es más nuestro, que la indigencia, que padecer ese sufrimiento que calladamente asecha a la vuelta de esquina, nada es más nuestro que resistir infinidad de dolorosas pérdidas, nada es más humano que la incertidumbre.
Ciertamente no existen paraísos sin serpientes, pero a pesar de todo, creo que siempre habrá razones para vivir alegremente, siempre habrá causas que nos ayuden a encontrarle significado al sufrimiento y a nuestros frecuentes quebrantos, pues si no fuese así, la misma existencia sería un total absurdo. Tal vez por eso Tagore afirmaba: “si lloras porque el sol se ha ocultado, las lágrimas te impedirán ver las estrellas”.
Y bien lo dice el dramaturgo español Víctor Ruiz: “Uno debe sonreír, aunque nuestra sonrisa sea una sonrisa triste, porque aún más triste que la sonrisa triste, es la tristeza de no saber sonreír”.
LA TRISTEZA…
Me parece que, a pesar de los pesares, es necesario desacelerar el ritmo de la vida, es preciso recuperar la capacidad de sonreír, comprendiendo que esta posibilidad nace de la alegría de emprender gustosamente lo que nuestras convicciones individuales reclaman, y esto sucede cuando optamos por mirar más frecuentemente el lado positivo de la vida, cuando elegimos la serenidad, cuando nos sabemos personas indigentes y sufrientes, pero también poseedoras de la fuerza de trascender a nuestros inevitables dolores; en fin, cuando aprendemos a extraerle a la vida su profundo sentido.
Quizá la persona que sabe sonreír es la que ha aprendido a ganar todo sin perder su espíritu, la que ha sabido encontrar la magnificencia, entendiendo que su caminar también debe inducir la alegría de los demás.
CALENDARIO
La persona que sonríe sabe que nadie le quita nada, tiene buen humor al no tomar tan a pecho los inconvenientes de su propia humanidad; es quien, en lugar de quejarse por lo que no tiene, agradece a Dios todos los días por el regalo de la vida, por eso que sí tiene.
Así, paulatinamente, se gesta en su interior esa alegría que luego se convierte en el dulce huésped de su alma y que la anima a seguir adelante; fortaleza divina que a su vez genera gusto por la vida, gusto que se manifiesta mediante su sonrisa. Es un don, un entusiasmo otorgado por Dios, de las personas que han entendido que las cosas grandes de la vida se residen en los pequeños detalles; ahí donde Él habita.
La alegría es una decisión totalmente personal; cada quien la escoge y está disponible para quien desee hacerla suya.
La sonrisa es la manifestación visible de las personas que optan por vivir vida con alegría, que gustan de la convivencia y la comprensión. Es el signo distintivo de los seres humanos que saben construir momentos memorables de aparentes insignificancias.
Así pues, quien se obstina por la dureza encontrará dureza, quien se aferra por la humildad encontrará perfección, quien busca alegría, dando sonrisas, encontrará la esperanza de un mejor futuro.
Dentro de nosotros habita un desconocido que desea sonreír, ¡dejémoslo ser! Démosle un calendario emocional en el cual se pueda apoyar a fin de que transforme la existencia en un tesoro repleto de alegría.
CONTAGIO SALUDABLE
A propósito, la sonrisa es contagiosa y la medicina y psicología, la consideran como el mejor medio natural para contrarrestar los efectos dañinos que a la salud ocasionan situaciones negativas como enfermedades y la alocada vida que acostumbramos llevar.
Sonreír reduce el nivel de las hormonas que incrementan el estrés, además aumenta el nivel de hormonas que levantan el ánimo como la endorfina y reduce la presión sanguínea; es decir, es una estupenda medicina que no es necesario comprarla en farmacias.
Es necesario convertirnos en artesanos de una civilización fundamentada en el amor, pues sí bien es cierto que “el alma dura en su amor propio se endurece”, también es verdad que el alma plena, generosa, gozosa y llena de significado, expresa su grandeza y la magnitud de su amor mediante una sonrisa humilde, improvisada, gozosa y profunda, por eso “la gente que ama mucho sonríe fácilmente. Porque la sonrisa es, ante todo, una gran fidelidad interior a sí mismos. Un amargado jamás sabrá sonreír. Menos un orgulloso”.
ENTONES…
La sonrisa, como el amor, son cualidades del ser humano, pero necesitamos construirlos pacientemente, percatándonos que ambos son muy escasos porque quizás hemos olvidado que somos precisamente eso: seres humanos acogidos por Dios; por eso, como lo expresa Martín Descalzo, “en toda sonrisa hay algo de transparencia de Dios, de la gran paz (…) Porque es el signo visible de que nuestra alma está abierta de par en par”.
Sonreír aminora las penas y enaltece nuestra humanidad debido a que es la más barata de las ayudas que podemos dar, sonreír nos hace reconocernos como personas y es un hábito de quienes han sabido encontrar el sentido de su personalísima existencia.
Así pues: empecemos el día con una sonrisa auténtica. Iniciémoslo con el calor de la alegría y permitamos que ésta nos ilumine en nuestros quehaceres y obligaciones. Y así, de paso, vamos a vernos más apacibles y amables, y también mucho más competentes, porque ese es el inmenso poder que ocultan las humildes sonrisas.
Ante el futuro ¿Qué queda? Tengo una idea: sonreír.
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey Campus Saltillo
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