Una doña muy doña

Politicón
/ 5 marzo 2016
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Acompáñame a Los Herreras, Nuevo León. Quiero que vayas conmigo a ver si es cierta una teoría que tengo. Aprovecharemos el viaje -no todo es teoría- para comer cabrito. En Los Herreras se prepara el mejor cabrito guisado que se puede gustar en el continente americano, desde el estrecho de Behring hasta la Patagonia. No sé más allá, pero más acá no.

Pero volvamos a las cosas teóricas. Yo tengo muchas hipótesis y ningún axioma. Quiero decir que pienso acerca de todo y no poseo certidumbres acerca de nada. Ni siquiera sé si es verdad que ahora estoy escribiendo, o si más bien alguien escribe esto y no soy yo. En fin, la vida es sueño. Esto lo soñó Calderón.

Te voy a decir ahora mi teoría, y luego tú me dirás si es verdadera o falsa. Tendrás problemas para determinarlo: todas las cosas son falsas y verdaderas a la vez. La verdad absoluta no existe. Ésa es una verdad absoluta.

Mi teoría consiste en afirmar que así como hay personas ingeniosas, y otras  aburridas, también hay pueblos con ingenio y otros hechos para el bostezo por falta de imaginación. Existen lugares alegres por naturaleza, como existen seres humanos con donaire y sal desde su nacimiento; y hay pueblos aburridos igual que hay tipos -y tipas- ácidos y sosos que piensan que son más importantes cuanto más solemnes y estirados son. No diré de los poblados fastidiosos. Tantos hay que se podría llenar con ellos un mapa universal. Ahí la gente muere sin darse cuenta de que estuvo viva. Ahí la gente vive sin percatarse de que ya está muerta. Diré sí, de los alegres sitios.    
Uno de ellos es Los Herreras, Nuevo León. Ingenio y genio tiene esa galana población, y trasmite esos carismas a sus hijos e hijas como gratuito don. Hacer una lista de los señeros personajes herrerianos es formular una guía telefónica más gorda que la de Nueva York. De Los Herreras fue Lalo González, el Piporro. En Los Herreras vivió la Tía Melchora, verdadera inventora del machacado con huevo, platillo al que dotó de la suma perfección que tiene una sonata mozartiana. En Los Herreras nació Ernesto “El Chaparro” Tijerina, con cuyos dichos y hechos se podría escribir otro Quijote. De Los Herreras es Jorge Pedraza Salinas, amigo muy querido y hombre de agradabilísima conversación...

Y de Los Herreras es también una mujer que no conozco, pero a quien me gustaría conocer. Su nombre es Delia Peña. Profesora ella, célibe -con frecuencia las dos cosas iban juntas-, fue electa alcaldesa por sus conciudadanos. El primer día que llegó a su oficina en la Presidencia Municipal ya la esperaba ahí el alcalde anterior.

-Vine -le dijo el hombre- para enseñarte cómo se maneja esto.

 -Mira, Fulano -le respondió con acento terminante la señorita Delia-. No me casé para no tener ningún cabrón que me dijera cómo hacer las cosas. Así que te me vas yendo ya a chingar a tu madre.

Ésas son mujeres. Todo lo demás es... hombres. Y lo demás es lo de menos.

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