‘Venceréis, pero no convenceréis’
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Habrá siempre quien no lo acepte; pero, si se sabe fiel a usted mismo, siempre será mayoría
No puede ser que estemos aquí para no poder ser”, escribió mi Julio Cortázar en su libro “Rayuela”. Aunque la frase hacía referencia al “ser” como pareja, también podemos verla y pensarla desde una perspectiva más profunda y complicada: el ser uno mismo. Nos echan al mundo, creados a partir de dos células que, de haber tenido carga genética distinta, otras personas seríamos las que nos encontramos aquí hoy en día. Todo lo que ha sucedido, incluso antes de que comenzara a suceder; incluso antes de que alguien lo pensara o tuviese una ligera y mínima noción del sentido de la vida, estaba ya minuciosamente planeado, pues ¿cuál era la posibilidad de que todo ocurriera tan perfectamente para que, entre tantas combinaciones y finales posibles, existiera usted? Es por eso que no es posible, señores.
No es posible que estemos en este mundo para no poder ser quienes realmente somos. Pero, como siempre, viene la interrogante, esa que muchas veces no sabemos responder: ¿Por qué no nos atrevemos a ser? Póngase cómodo, querido lector, que pretendo robarme su atención por un buen rato. Nos echan al mundo precisamente para “ser” y sólo pocos lo logran, pues los demás se sumergen en todo, excepto en ellos. Tendemos a darnos y entregar cada minúscula y mayúscula parte de nuestra esencia en nuestro día a día a todo y a todos en general, que olvidamos darle tiempo a la persona que más importancia tiene sobre la superficie de la Tierra: uno mismo. Efectivamente, vivimos en un sistema y estamos sometidos a un control ajeno. Es por eso que, debido al poco tiempo que nos damos con nuestra soledad, comenzamos a imitar, pensando que sólo así, siendo como alguien más, es como se alcanzan las metas en la vida.
El “yo” social, pretencioso, ficticio y voluntariamente ciego se perfila, la mayoría del tiempo, como ganador de la batalla, suprimiendo a quien realmente se esconde bajo tantas capas de indiferencia; suprimiendo a quien usted y yo sabemos que es en realidad. Es terrible, para uno como tercero, ver cómo alguien a quien tanto se le amó en la vida tenga que caer en las garras de la soberbia, pensando que así triunfará. Podrá engañarlos a todos, usted que me lee; pero recuerde: el espejo nunca miente. Como dijo el gran Miguel de Unamuno: “Venceréis, pero no convenceréis”.
Amado lector: si le dieran a elegir, ¿con quién se queda? ¿Con los estereotipos sociales? ¿Con la conveniencia y la falta de criterio? ¿Con la venda que tiene en los ojos? ¿Con quienes quieren todo de usted, excepto a usted? ¿O (siempre dejándonos de última opción) consigo mismo? Habrá siempre quien no lo acepte; pero, si se sabe fiel a usted mismo, siempre será mayoría. Deje que se vayan quienes han modificado el maravilloso ser que, dentro de usted, se encuentra escondido. Si uno atrae lo que vibra y recibe lo que da, que no le sorprendan las circunstancias del futuro, pues han sido llamadas a pulso. Váyase de aquello y aquellos que lo priven de sí mismo, pues, finalmente, es uno quien hace suceder el resto de circunstancias que lo rodean. Es uno el que va de la mano con el destino. Es usted quien se hace existir.