Por supuesto, hay de extranjeros a extranjeros
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Las remesas, el petróleo y el turismo son los rubros más importantes de los que se nutre la economía mexicana. En este orden de ideas, el turismo, según la Secretaría de Hacienda, representa el 8.7 por ciento del PIB nacional. En 2020 a pesar de la pandemia, según datos de la Secretaría de Turismo, en el primer semestre arribaron al País 4.9 millones de turistas. En comparación con 2019, el año pasado hubo una baja del 53.1 por ciento. Saque sus conclusiones. Ordinariamente el número de turistas es de
45 millones.
El problema es que hay de extranjeros a extranjeros. El punto de inflexión lo determina el poder adquisitivo, la nacionalidad y el color de piel. El otro es el destino al que dirigen sus pasos. La mayoría va rumbo a Cancún, Vallarta o Los Cabos, otros van a la frontera norte; Tijuana, Ciudad Juárez, Piedras Negras, Nuevo Laredo o Reynosa. En 2020 llegaron cerca de 3 millones de estadounidenses, cerca de un millón de canadienses, 100 franceses, 90 mil británicos, 70 mil españoles, 65 mil alemanes y el resto provino de países latinoamericanos como Colombia, Brasil, Perú y Argentina. Perdón, olvidaba que tenemos también visitantes extranjeros que vienen de Honduras, El Salvador, Guatemala y, por los sismos y la pobreza, haitianos. Como decía, hay de extranjeros a extranjeros.
Para el Gobierno y la sociedad mexicana no es lo mismo que lleguen norteamericanos que haitianos, coreanos que hondureños, esto está más que claro. A todos los asiste el derecho de libre tránsito, pero en algunos no se hace efectivo, en éstos últimos se vive un drama desgarrante donde la insensibilidad, la indolencia y la criminalización son la forma cotidiana de tratarlos.
A los de tez blanca se les recibe, se les trata con respeto y esmero e incluso los originarios hablan distintos idiomas para tratarlos adecuadamente porque vienen a invertir su dinero. Se les acoge, se les cuida y se les brinda hospitalidad, como debe de ser. A los otros se les desprecia, se les cuestiona su paso por los territorios, se les complica la vida, se les roba, se les viola, se les detiene, se les deporta o se les desaparece. El refugio no está contemplado en el horizonte de los derechos humanos.
Unos, pareciera, que tienen dignidad y derechos; a los otros se cuestiona o de plano se les trata como si no fueran seres humanos. Unos dejaron en el primer semestre de 2021, 5 mil 786 millones de dólares; los otros dolores de cabeza, compromisos que no se cumplieron con Estados Unidos, descontento en las comunidades, gastos del estado mexicano, hostilidad de las autoridades e incluso de los civiles.
Sin caer en el juego de “mal de muchos, consuelo de tontos”, esta es una práctica que también ocurre en Europa con los contingentes de hermanos africanos que buscan, de la misma forma que muchos centroamericanos y haitianos, mejores condiciones de vida a las que tienen derecho y a quienes les asiste el Artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Artículo 11
Constitucional.
Sin mencionar el Artículo 1 que afirma que las responsabilidades del Estado y de “todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos en los términos que establezca la ley”, esto no está a consideración de los gobernantes en turno y lo que aquí se consigna es letra muerta en este momento.
Sin lugar a dudas, México es un lujo y por eso nos visitan gente de muchas latitudes, pero habrá que recordar que los otros extranjeros que nos visitan por la frontera sur son poseedores de la misma dignidad y tienen derecho de cristalizar sus sueños como el otro contingente de extranjeros que es bien tratado.
Convendría recordar a Adela Cortina, en su texto “Aporofobia”, con la pregunta que hoy nos viene como anillo al dedo: ¿A los centroamericanos y haitianos se les rechaza –se les golpea, se les contiene y se les repatria– porque son extranjeros o porque son pobres? Se ponen en juego los principios de dignidad, justicia, responsabilidad y corresponsabilidad, no el de los mercados contractualistas.
Nadie amanece consciente o racionalmente pensando que quiere dedicarse a ser migrante y a emprender una jornada de malos tratos, golpes, desprecio, caminatas agobiantes y abusos de autoridad. Sin duda, la política migratoria de México ha dado un giro de 180 grados de diciembre de 2018 a la fecha. Y aunque se diga lo contrario, no se puede estar con Dios y con el diablo, en este caso, ¿dignidad o mercado? Y aunque se hable de un mercado más humano, la latitud no ayuda. Mientras tanto sigo pensando... hay de extranjeros a extranjeros. Así las cosas.
fjesusb@tec.mx