Posadas en la sierra: Celebrar la Navidad con los pueblos de Puebla

Opinión
/ 22 diciembre 2024

Los 300 niños de Cuaxicala se reunieron para quebrar las piñatas y recibir sus aguinaldos

En la Sierra Norte de Puebla, como parte de su bello paisaje, están como bordados pueblos extraordinarios que merecen un mejor destino. Del 18 al 21 de diciembre visité cuatro de estos pueblos. El día 18 estuve en la comunidad de Cuaxicala, del municipio de Huauchinango; en este lugar sus autoridades son muy comprometidas con el bien común. Su hermosa gente, en medio de las carencias económicas y de la inseguridad −ya que en su entorno abundan los actos de huachicoles−, disfrutaron de una posada tradicional. Los 300 niños de Cuaxicala se reunieron para quebrar las piñatas y recibir sus aguinaldos. Luego de ello, los allí reunidos cenamos y tomamos un ponche que hizo la esposa del presidente auxiliar, quien por cierto es un hombre joven y se llama Faustino Gutiérrez.

Desde 1686 los misioneros agustinos pidieron autorización al Papa de entonces para celebrar en la Nueva España las Misas de Aguinaldos, que actualmente se han transformado en las posadas. En Cuaxicala fui testigo de una alegría sin fronteras, las familias enteras riéndose juntas.

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No hay nada más lejano que la justicia social en México, lo que también es palpable en pueblos como Pantepec, municipio colindante con Veracruz, y que, en palabras de Juan Hernández, está en un sitio “refundido”, tanto que antaño, para poder entrar o salir de allí, se requería de largas jornadas sobre burros y asnos o del uso de avionetas. Este pequeño paraíso verde, que de pronto es azotado por el crecimiento del caudal del río Pantepec, cuenta con una población que es feliz a pesar de todo.

El jueves 19 de diciembre, la Fundación Mundo Sustentable A.C. hizo presencia en el ejido Cañada, en el que se congregaron cientos de niños y adultos para celebrar la Navidad en una posada en la que se degustaron platillos típicos como el zacahuil de pollo y el atole de masa. No cesaron ni la lluvia ni el frío. Los niños totonacos cantaron en su lengua materna el Himno Nacional, lo que me movió grandes sentimientos de respeto. Esa misma tarde, en la cabecera municipal, con el apoyo de la joven presidenta Araceli Gaspar Cruz, convoqué a una reunión de ciudadanos para hacerlos soñar colectivamente con la posibilidad de establecer un museo comunitario, dada la riqueza paleontológica, histórica e histórica del lugar. Además, en este municipio se habla tepehua, náhuatl y hñähñu, lo que permite que la población sea multiétnica.

El viernes 20 de diciembre visité la comunidad “El Zacatal”, en Tlacuilotepec, un municipio que me sorprendió la primera vez que lo visité porque los libros de su biblioteca estaban apilados y al aire libre, y no por trabajos de mantenimiento del recinto. En Tlacuilotepec hemos tenido la oportunidad de promover el establecimiento de su única biblioteca. Ese día por la noche atestigüé el orden en que se desarrolló la posada, contándose con un decorado profuso de luces y árboles navideños, aunque me preocupó la presencia de personajes como el de Santa Claus.

El día de ayer visité el municipio totonaco de Naupan, donde pude entablar un diálogo con su alcalde Valerio Escorcia Calva, muy interesado en el turismo de naturaleza. Me emocionó ver a las niñas nahuas que recibieron su diploma enmarcado por haber concluido los trabajos de ocho meses del taller “Liderazgo, empoderamiento, autoestima y emprendimiento”, diseñado por la antropóloga Alva Jocabed Florentino Lira, una entusiasta mujer de origen nahua. Después de la entrega de diplomas fue la posada.

Puedo compartir que se está trabajando desde la inteligencia colectiva para el bien común para crear un corredor biocultural en la Sierra Norte de Puebla. Su patrimonio natural y cultural lo merecen.

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