Protocolo funerario para toda ocasión

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Esta vez no me pareció objetable que doña Clau se excusara... y por más que alucinen con ver una bonita estampa del Estado mexicano figurando en la Basílica de San Pedro, hoy −y sólo por hoy− lo importante está aquí y no en Roma
Pocas cosas me resultan tan repelentes como los servicios funerarios. Tanto así que sinceramente espero llegar tarde al mío.
Y no faltará el grito de ese al que nadie le preguntó: “¡No seas cretino, columnista! ¡A nadie le gustan!”. Bueno... Eso en realidad es discutible, yo estoy seguro de que hay gente muy chismosa que tan no se pierde la oportunidad de asistir a un buen guateque mortuorio que hasta se despierta buscando los obituarios como quien revisa la cartelera del teatro.
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Pero hablando a título estrictamente personal, quizás sean mis complejos los que me hacen sentir de más en ese triste contexto, en el que los deudos están procesando apenas su pérdida para que llegue uno allí con su carota y sus palabras formulaicas, incapaz de ofrecer ningún consuelo y hasta obligando al afligido a servir de anfitrión.
Si la situación me lo permite, prefiero darle a la gente su espacio, contactar al doliente hasta pasado lo más doloroso del trance y, entonces sí, quizás poder decir algo más sensato y mejor elaborado, que de verdad haga sentir apoyado al familiar del difuntito (difuntita o difuntite).
Ojo: Sólo estoy diciendo que eso es lo que yo procuro hacer idealmente. No estoy aconsejándole que proceda de la misma manera. Tampoco significa que no agradezca yo por los rostros amables que se han presentado a acompañarme a mí en mis horas de aflicción.
Además, tampoco es como que me sea posible ausentarme siempre de los ritos fúnebres. A veces por la estrecha cercanía o parentesco, pues simplemente hay que estar allí, aunque sea calladito y sentado en un rincón, nomás pa’ lo que se ofrezca, cuando se ofrezca y si acaso se ofrece.
Se estuvo discutiendo y criticando durante un largo fin de semana la ausencia de nuestra Presidenta con B (de bótox) en la Santa Sede para los funerales de Su Santidad, el Obispo de Roma y Vicario de Cristo, sucesor de San Pedro, Sumo Pontífice de la Iglesia universal, Primado de Italia, Obispo metropolitano de la provincia de Roma, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano y Siervo de los siervos de Dios... Es decir, el papa Paco.
Y yo, como opositor a este apocalíptico régimen, pero también como comunicador y ciudadano en una permanente, pero legítima búsqueda de sus falencias, la verdad es que por esta vez no me pareció objetable que doña Clau se excusara y enviara a la primera delegación que pudo armar.
- Bueno, ¿a quién le toca?
- Yo pagué ayer las gorditas del almuerzo de todos, Presidenta. Y me dijo la seño que varios no le han liquidado desde antes de Semana Santa.
-¡No! ¿A quién le toca ir al velorio del Papa?
-¡Ah! Pos... A Marcelo otra vez, ¿no?
-¡No! Acuérdate que en el funeral de la reina se estuvo tomando selfies el pendejo, casi que con la Chabe ahí atrás toda tiesa. ¡Capaz que ahora llega con un mariachi! No, lánzate tú, Rosa Icela, que tienes cara de que no conoces más allá de Ciudad Neza y llévate a dos que te hagan sombra.
-¿Segura, Presidenta?
-¡Sí! Total, a mí me van a criticar si voy y si no voy también, así que prefiero no acudir a estos eventos hasta que se me baje el bótox, o van a pensar que me estoy riendo allí en plena misa de fiambre presente.
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Y aquí sí creo que toda la razón le asiste a la Doctora Ivermectina, al menos a la interpretación que de la Presidenta hemos hecho en nuestra muy libre recreación de lo que suponemos son sus juntas de trabajo matinales.
Sus detractores podemos ser tan intransigentes como el militante de cualquier otra postura política. Y, de haber asistido, le estaríamos reclamando a doña Clau el haber dejado al País en llamas para ir a fingir un pesar que no experimenta por no profesar ni siquiera la fe católica.
“¡Mírala, prefirió ir a que la pelusearan en vez de recibir a las madres buscadoras y bla, bla, bla...!”.
Pero, como optó por no ir, la cantaleta es: “¡Qué bárbara! ¡Como siempre, la 4T haciendo quedar mal a México, fuera de la escena mundial! Igual que el viejo macuspano, que por acomplejado no asistía a ninguna cumbre. Si ahí están todos los líderes del mundo decidiendo las políticas y el futuro de la humanidad y bla, bla, bla, bla...”.
En serio que sí estamos como la mítica gata Flora. Y poco ayudó que circularan algunas instantáneas de Trump dialogando con Zelenski, como si ahí nomás en cortito se pudiera solucionar el pedo Rusia-Ucrania; igual que el brete comercial-económico-migratorio y de seguridad entre México y Estados Unidos (¡ay, ajá!).
¡Relájense un poco! ¡Es un pinche funeral, por Dios! (Perdón por lo de “pinche”. Pinche el funeral de los simples mortales, con amigos borrachos y música buchona. Papas, reyes y mandatarios tienen siempre regias exequias que hasta ganas han de dar de morirse).
Trump no sólo es nuestro vecino, sino que lo tenemos todos los malditos días dictándonos la agenda: qué quiere que hagamos o dejemos de hacer. Agarrarlo ahí, a un lado del féretro de Bergoglio, no va a mejorar nuestra relación con un lunático que de cualquier forma el día de mañana va a desconocer lo pactado. De por sí es impráctico negociar con Trump por los canales formales, no imagino lo inútil que sería sacarle algo en un contexto apresurado.
En serio, hermanos de la oposición, por esta vez, relájense. De las cumbres diplomáticas, comerciales, climáticas o de cualquier otra índole, ahí sí no le digo nada. Es inexcusable la presencia de la más alta representación que podamos mandar: El Jefe del Ejecutivo o (si está atendiendo una catástrofe) el segundo al mando, más el secretario o ministro del área correspondiente y algunos diputados del PT como ofrenda en sacrificio. Pero el funeral para mí es totalmente opcional e incluso, en este caso concreto, innecesario.
- ¡Esdeque el Papa es un jefe de Estado y, como tal es, indispensable que Sheinbaum vaya a mostrar sus respetos!
- ¿Y si no, qué? Ya se construirá la relación con el nuevo jerarca de la Iglesia católica, ni modo que desprecie al país que más fieles y limosnas le reporta. Y como Estado, ¿qué más nos debemos con el Vaticano además de una relación cordial? Ni modo que la exportación de plegarias esté en riesgo o que nos vayan a imponer aranceles a las bendiciones.
Por lo demás, tratándose más que nada de un monarca y líder religioso (eso pesa más que su condición de cabeza de estado), las razones para ir a figurar son eminentemente populistas, y las imágenes de Donald Trump, quedándose jetón con la bocota abierta en primera fila, me dan la razón.
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No, por esta líquida vez le doy la razón a la científica sin ciencia, que mejor se quedó a ver cuál entuerto arregla por aquí. Así se haya quedado sólo para arreglar las crisis internas de su apestoso partiducho, por mí está bien, para que no me la distraigan mucho en la semana.
Por más que alucinen con ver una bonita estampa del Estado mexicano figurando en la Basílica de San Pedro, hoy −y sólo por hoy− lo importante está aquí y no en Roma.