¿Qué hacer ante la violencia que asola a México? (2)
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Seguimos arando en tierra yerma. ¿Un año nuevo o viejo?, ¿hay esperanza de que esto mejore? No lo sé. Soy pesimista por excelencia y tradición, no pienso cambiar en el invierno de mi vida. Jamás. Cuando deletreo lo anterior, siempre me vienen a mi mente aquellas palabras espetadas por el Duque de Orleans cuando le avisa a la infanta y guerrera, Juana de Arco, que la va a entregar a los ingleses para un juicio donde ardería viva. Le dice: “Te entrego a los ingleses porque pagaron más por ti que los franceses. En lo personal, no creo en Dios ni el diablo, por eso jamás estoy decepcionado”.
¿Usted cree en el año nuevo? Lo respeto. A mí ni me va ni me viene dicho convencionalismo social. Y no, jamás estoy defeccionado porque no tengo ningún interés atómico ni deposito gramo de credibilidad en que esto mejore. Hablando de la humanidad toda. En fin. Parece que la semana pasada le platiqué aquí de la teoría la cual la hice mía desde entonces, cuando me la platicó y vendió don Reynaldo Ramírez (†), diseñador y piloto de autos de fórmula: “El mundo no se rige por años, sino por acontecimientos”.
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Y para desgracia de todos, dicha teoría se cumple a la perfección. Se ha cumplido milimétricamente estas fechas donde todo mundo tiene un peso para gastar de más... y así convocar la tragedia siempre doliente y a la puerta de la casa. ¿Somos los mismos luego de la pérdida de un hijo?, ¿somos los mismos luego de la muerte de nuestros padres o de nuestros hermanos?, ¿somos los mismos luego de que perdimos en una mala jugada un ojo, una pata o una mano? No. ¿Tuvo incidencia la fecha o el acontecimiento?
El pasado 23 de diciembre, preludio de la Noche Buena y Navidad, un menor de apenas 3 años, Kevin Ramírez, fue atropellado y murió en el lugar de los lamentables y tristes hechos, cuando una carroza iba a recoger un cuerpo en la colonia San Nicolás de los Berros, en el sur de la ciudad. Otra vez: la carroza, su conductor iba por un cadáver de al parecer, un familiar del menor el cual estaba muerto en una Iglesia evangélica. Un descuido de un segundo de sus padres, causó otra muerte: el menor fue atropellado y murió.
¿Dios tuvo la culpa, fue la fecha?, ¿usted cree que el dolor de la familia va a sanar un día y van a celebrar las Navidades como antes? Caray, tristeza y pena y dolor sin fin para la familia. Nada, nada se compara con la muerte de un ser humano. Agregue usted que era un niño, y aquello es una desolación brutal. Y como desolación o regalo de inicio de año (insisto, a mí ni fu ni fa lo anterior), el gobierno federal de Andrés Manuel López Obrador le regala a usted (y a mí, claro) lo aumentos en cascada para que usted tenga un “feliz año nuevo” a partir de ya.
Aumenta la gasolina y el diesel. Aumentan los artículos de la canasta básica (no es burla, es la realidad que nadie o pocos ven), aumentan los cigarros y refrescos. Yo en lo particular nunca he fumado, pero estoy aún atado a los refrescos de Coca-Cola o Pepsi Cola, aunque mi doctor ya me dijo reiteradamente que los dejara de lado. Las aguas negras del imperialismo yanqui, para definir el refresco gaseoso en terminología del siglo pasado, ja, me son tan nutritivas como respirar. Padezco la misma “enfermedad” o pasión, o mala alimentación que mi héroe, Francis S. Fiztgerald o el mismísimo Gabriel García Márquez...
ESQUINA-BAJAN
La Coca-Cola, desde siempre, ha sido una de mis bebidas favoritas. Y en su historia, ha sido elevada a categoría estética de primera fila. El Gabo tiene un texto señero al respecto escrito allá por las lunas de 1952: “El bebedor de Coca-Cola”. Por su parte, Francis Scott Fiztgerald, cuando bramaba el último año de su vida sobre la tierra, 1940, le envía una epístola a su mujer de toda la vida, Zelda Sayre, la cual se consumía viva en un hospital para enfermos mentales, donde le cuenta de su hábito diario: escuchar la radio y el intentar terminar su última novela que dejaría medio escrita.
De salud ya quebrantada, el autor de “El gran Gatsby” se queja de un “peso” que le oprime “los hombros y la parte superior de los brazos”. Al ir con el médico, éste le receta algo doloroso, así lo escribe en quejido lánguido y lastimero a su fiel Zelda: “He tenido que dejar la Coca-Cola...” (“Cartas de amor y guerra”, Mondadori). Los aumentos recetados por el dictador de Macusapana, AMLO, nos afectan en nuestra dieta cotidiana. Los refrescos gaseosos aumentarán 3 pesos de un chingazo. Es decir, un botellón de 2 litros, pasa de 32 a 35 pesos.
Pero lo anterior es mínimo comparado con lo siguiente. Lea usted: estallan motines en Tabasco, tierra de AMLO. Lo anterior en dos días, 22 y 23 de diciembre. como saldo preliminar hubo dos muertos, tres heridos y al menos 15 vehículos incendiados en la capital de Tabasco. El caos inició en la colonia pomposa que habita el mismísimo secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Hernán Bermúdez. Y sí, ya casi todo el territorio mexicano está en manos de los criminales. “Matan a balazos a conductor en Zapopan”, “Fueron localizados tres cuerpos con impactos de bala en Zacatecas. Dos hombres y una mujer...”.
LETRAS MINÚSCULAS
“El Papa no me engaña/ con su voz apacible/ que condena”. Verso de Antonio Deltoro. ¿Buenas intenciones? Pues eso sólo lo desea el Papa...