Hablemos de Dios 155: que esté con nosotros todo el año
Tenemos años hablando de Dios. Dios es inconmensurable. Al menos yo, casi tengo toda mi vida buscándole. Y le repito lo de siempre, lo busco con mi inteligencia y razón. ¿Los sentimientos? Los sentimientos estorban. Al menos para mí. Por eso lo llamado “amor eterno” cuando una mujer y un hombre se conocen y se juran semejante tontería y cosa estrafalaria (no siempre y no todos), eso pues dura lo que dura un verano o un soplido. Es una voluta de humo la cual no se puede atrapar con las manos.
Por lo anterior, busco a Dios con mi razón e inteligencia, no con mi corazón. ¿Dónde lo busco? Pues si usted me ha leído, lo busco en mis autores favoritos. Lo busco en la manifestación de la música. Lo busco en la manifestación del arte. Lo busco muy pocas veces en la naturaleza. Y claro, trato de encontrarlo en mi interior. Desde mi interior para que aflore al exterior. Y también y siempre, busco a Dios en mi vecino, en el próximo, en los amigos. Hay un poeta el cual murió para desgracia de todos este año, es Antonio Deltoro. En uno de sus poemas, deletrea...
Quédate aquí
No busques más
Que no se encuentra.
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Si usted lo nota, aboga por un estadio de quietud, cero movimiento enfadoso. La sinfonía rápida y sorda la cual no lleva a ninguna parte. Al buscar desesperados y necios, por lo general... no encontramos. Por eso precisamente, por el vértigo de la búsqueda sin sentido. Es mejor esperar. Sólo esperar la llegada de Dios. Los extremos se tocan. Con estos versos he recordado una vieja canción de uno de mis grupos favoritos de toda la vida: “Mecano”. La canción se llama “Te busqué”. Claro que usted la ha escuchado alguna vez en su vida.
Habla igual, de esa búsqueda del amado o de la amada. Buscar a Dios irremediablemente. Toda la canción, sus versos son de colección. En algunos tramos habla de buscar en toda la ciudad y en el pozo de la soledad, en los templos de oración y en los libros que hablan del amor... hasta que la revelación llega, “Te busqué en mi corazón/ allí estabas en un rincón/ y en silencio oí tu voz...”
Todos, todos hemos buscado a Dios alguna vez. O al demonio. O el demonio adopta cualquier entidad o mutación, para desviarnos de la mano y mirada de Dios. ¿Cómo saber cuándo uno es uno y el otro es el otro? De existir ambos, claro. No lo sé. Un poeta atormentado, como todos y por mucho, uno de los más atormentados y uno de los fundamentales en la historia de la literatura es y fue Charles Baudelaire. En uno de sus textos de “Las flores del mal”, el titulado “La Destrucción”, habla del demonio el cual lo acecha en tentaciones. El demonio, lo cuenta en su soneto, adopta la forma de una mujer o de una obra de arte. Sí, ambas la perfección, pero dicha perfección lo aleja (nos aleja) de Dios. ¿Es verdad lo anterior? Usted tendrá su opinión, así lo dice el poeta maldito de Charles Baudelaire... (El demonio)
Cada vez más, me aleja de la dulce mirada
De Dios, dejando mi alma jadeante, fatigada
En medio de las negras llanuras del hastío.
Esquina-bajan
Hoy escribo estas líneas en 23 de diciembre. Mañana es la noche más alta del año, la noche pura y limpia, la noche buena. Tradicionalmente, cuando nació el maestro Jesucristo. ¿Es cierto? Caray, a quién le importa. Es de ocio polemizar al respecto. Tan es algo universal, que la humanidad completa lo celebra. Así de sencillo. Hoy escribo en día 23 de diciembre y mañana 24, día de estar en familia, en oración y claro, en una cena votiva y desear a todo mundo alrededor parabienes. Luego, pasado mañana, día 25, día de Navidad. Día bello, alto y maravilloso. Para los mexicanos, día de eso llamado “recalentado”, una buena comida “recalentada”.
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En este año o el pasado, la verdad no recuerdo, y al abordar a nuestros poetas favoritos en clave divina, me detuve varios textos en el poeta mexicano muy leído por todos, Jaime Sabines. Me detuve morosamente en él (y en otros) para deletrearlo en clave divina. En uno de sus textos, el poeta siguiere una pregunta, ¿Qué es el hombre? ¿Acaso el hombre no existe, tal vez sea sólo una “sombra que me habita”?
Tal vez el hombre sólo sea su propia sombra, pero al final de cuentas, sombra divina: “Hombre. No sé. Sombra de Dios/ perdida./ Sobre el tiempo, sin Dios,/ sombra, su sombra todavía./ Ciega, sin ojos, ciega,/ –no busca a nadie,/ espera–/ camina.” Vuelve aparecer una tirada de naipes ganadora: esperar. Sólo esperar. Dos ideas, dos temas en este apretado texto: esperar y el justo lugar donde hemos sentido o encontrado a Dios.
Y así como llegan las ideas, los sentimientos en ocasiones estorbosos, pero también es cuando se presenta o se siente el aleteo del Altísimo. Es decir, hay dos hermanos a los cuales tengo un buen rato sin saludar en estas fechas, aunque en Navidades pasadas, estuve con ellos no pocas veces tanto en la ciudad de México, como en Chiapas. Hoy lo sé, en la mano tendida, en el abrazo fraterno de Armando Oviedo y José Guerrero, aún en la distancia...
LETRAS MINÚSCULAS
Veo y siento la presencia de Dios entre nosotros. Así sea todo el año.