¿Qué hacer, México? (recargado)
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En mi entrega editorial del pasado miércoles, reiteré la importancia de exigirnos el preguntar “¿qué hacer?”, a pesar y contra la existencia de un régimen populista autoritario en nuestro país, de la decadencia progresiva de la democracia como único referente civilizatorio y progresista a nivel global, del futuro distópico que ahoga nuestros sentidos y de la desesperanza y tristeza que lo anterior nos provoca.
En súbito y desesperado arranque, alguno pensará: “pensar esa pregunta es una pérdida de tiempo; lo urgente e importante es actuar ¡ya!”. Pero esa persona estará equivocada, las condiciones sociohistóricas del país no han madurado todavía lo suficiente para que surja una acción colectiva reflejada en una resistencia civil organizada a nivel nacional.
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Veamos. En este momento vivimos una normalización generalizada para aceptar −con tintes fatalistas− la presencia de Morena en el poder por 12 años, al menos.
Esa resignada aceptación, asentada en el temor y la impotencia, genera pensamientos mágicos que fincan sus ilusiones, por ejemplo, en acciones externas (las acciones de Trump) o internas (la muerte de AMLO) para transformar una realidad agobiante y, aparentemente, irreversible. Sin embargo, ocurra una cosa u otra, las cosas no cambiarán de manera instantánea o de raíz.
La 4T es el resultado de un proceso histórico sedimentado desde la creación del Frente Democrático Nacional, en 1988, bajo el liderazgo de tres connotados priistas: Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y Cuauhtémoc Cárdenas. Los cuales logran integrar bajo su guía a la Corriente Democrática priista, tres partidos de coloratura tricolor y dos de izquierda. Uno era el PRD.
Con buenos deseos voluntaristas es imposible derrotar un priismo converso transformado en partido hegemónico y totalitario, como Morena.
Empero, alguien más podría decir: “está bien, dejemos de soñar en respuestas mágicas y pensemos en las alternativas ciudadanas para organizar la resistencia cívico-ciudadana contra la 4T”.
Lastimosamente, ni organizaciones como el Frente Cívico Nacional y la Marea Rosa o personajes como Xóchitl Gálvez tienen, en este momento, esa capacidad. No es sólo su desprestigio porque fueron engullidos de un bocado por los partidos de oposición, sino además porque, al igual que esos partidos y organizaciones de la sociedad civil, no han sido capaces de reflexionar de manera autocrítica sobre sus errores que permitieron el arribo de la 4T al poder desde 2018.
¿Cómo es posible organizar una resistencia civil cuando sus líderes tenderán a repetir sus viejas fórmulas, vetustos liderazgos, antiguas narrativas y seniles limitaciones en el trabajo territorial?
Aun así, algún desesperado podría sugerir: “¿Y si despertará la oposición?”. El PRI vive un proceso de descomposición acelerada. Su grito de batalla es “lo que quiera su ‘mercé’, pero impunidad por favor”. El PAN vive un proceso similar, pero más lento; mientras el PRD despide fétidos olores.
En los próximos años veremos una recomposición de los partidos políticos, porque hoy su legitimidad y representatividad ciudadanas valen igual que una bolsa de Doritos “Flamin’ Hot” sin Coca Cola incluida.
¿Cuándo surgirán las respuestas a la pregunta del “qué hacer”? Cuando el autoritarismo de la 4T asfixie nuestro cuello. Cuando la economía, con T-MEC o sin él, provoque una devaluación del peso, un alza sostenida en la inflación, una pérdida de la inversión nacional y extranjera y una merma importante de empleos.
Cuando veamos restringida nuestra libertad de expresión, el libre uso del internet, el derecho al libre tránsito y la libre reunión.
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Cuando suframos en las 32 entidades del país, la colusión de autoridades y del crimen organizado gobernando nuestras vidas cotidianas.
Hasta entonces, entenderemos la importancia de nunca habernos dejado de preguntar “¿qué hacer?”. En ese momento, apreciaremos haber sembrado un propósito y significado en nuestra existencia −a pesar de todo y contra todo− y valoraremos la importancia de haber cosechado −a lo largo del tiempo− nuestra libertad interior, nuestra resiliencia y nuestra esperanza en momentos de adversidad.
Sólo hasta entonces, la esperanza, humilde y paciente, florecerá.