¿Qué leer? ¡A los clásicos!
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Por casualidad encontré a alguien que fue mi condiscípulo en primaria. Ambos anduvimos en lugares alejados durante años. Yo no creo en el destino, porque no existe, pero el hecho es que volví a ver a quien ya ni tenía en mi cabeza. Y nos hemos reunido. Hoy me dijo que estaba participando en un club de lectura o que quería crearlo, una de dos. Me pidió que les diera una plática sobre libros. Como eso no me gusta, expongo ideas que pueden servir.
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Hay varios géneros de libros, algunos obligados por simple profesión: los médicos sobre medicina, los abogados sobre leyes, los sacerdotes sobre teología y así. Pero todos ellos, incluyendo a ingenieros, gobernantes, agricultores u otros, deben leer a los clásicos si quieren entender el mundo y gozarlo. Y ¿qué son los clásicos?, aquellos que han perdurado entre las personas a través del tiempo. Los que pueden y deben releerse.
No se pretende que debamos sentir obligación hacia ciertos autores. Borges dijo que para los alemanes “El Fausto” era una obra maestra, pero que para él era muy aburrido. Se aplicó una encuesta a las 15 mejores escritoras mexicanas (según el que la hizo) y les preguntó dos cosas: qué autores han influido en ti y qué libros recomendarías. Todas nombraron como más importante a Borges y en seguida a Rulfo y, para mi sorpresa, ninguna mencionó a Neruda; casi todas a Kafka y menos a Octavio Paz, también a Monterroso. Algo impensado, aunque así respondieron.
Hay que leer lo que te atraiga, sí, sin dejar de lado algunos indispensables. Es importante abandonar tus filias y fobias. Dos ejemplos: te dices ateo, por tanto, no has leído ni leerás el Evangelio de Lucas; eres conservador y jamás se te ocurrirá leer el “Manifiesto Comunista” de Marx. Te equivocas en ambos casos.
Doy una idea personal, y no es receta. Borges es el más grande literato del español, según el premio Nobel Vargas Llosa. Preguntaron a Eduardo Galeano, uno de los más leídos, cuáles eran sus tres autores predilectos. Respondió: primero Rulfo, segundo Rulfo y luego Rulfo.
¿Y los clásicos? Esos son obligados: “La Ilíada” y “La Odisea”, “Don Quijote”, “La Divina Comedia”, “Madame Bovary”, “Las Mil y una Noches”, “La Metamorfosis”, “Moby Dick”, “Los Miserables”, y otros más. La simple lectura te llevará, tarde o temprano, hacia otros escritores o poetas.
La obra reciente de Irene Vallejo, “El Infinito en un Junco”, te atrapa y ahí aprendes mucho sobre la arqueología del saber, desde los indios, los persas, griegos, egipcios y romanos. Libro ya traducido a 25 idiomas y con tiraje de un millón de ejemplares.
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Remataré con un clásico moderno: “El Principito”, de Antoine de Saint-Exupery. Los del club de lectura se burlarán de mí. ¿Un libro para niños? ¡Claro! Y para adultos y ancianos. Es el más traducido del mundo, exceptuando dos, pero que no compiten por ser obras forzosas por determinadas circunstancias: la Biblia y “El libro rojo de Mao”. “El Principito” se los lleva: ha sido traducido ya a 503 lenguas y se han impreso millones. Martin Heidegger, el gran filósofo del siglo 20, hipercrítico, dijo que el único que había comprendido el existencialismo era Saint-Exupery. Ya existe en zapoteco, otomí, maya, yucateco, tsotsil, náhuatl, y acaban de sacarlo en tojolabal. Yo lo tengo en latín. incluyendo a ingenieros, gobernantes, agricultores u otros, deben leer a los clásicos si quieren entender el mundo y gozarlo. Y ¿qué son los clásicos?, aquellos que han perdurado entre las personas a través del tiempo. Los que pueden y deben releerse