¿Quién detiene la destrucción
del oasis?

Opinión
/ 31 julio 2022
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La superficie agrícola en La Laguna no es suficiente para abastecer de alimento a las miles de vacas que son parte de la cuenca lechera en la región. Y como la demanda de alimento es mucha, los agroindustriales han buscado otros territorios para sembrar el forraje y llevarlo a la Laguna.

Ciudades de Chihuahua y Durango (no necesariamente de La Laguna) son dos ejemplos de lugares a donde se han trasladado para tapizar de forrajes que llevan a la región Laguna. En los centros traileros de Torreón y Gómez Palacio es común ver camiones cargados de alfalfa.

Entre esas ciudades a las que llegaron para expandir la superficie agrícola está el mundo perdido de Cuatro Ciénegas, un oasis en el desierto con un inventario de pozas, manantiales y lagunas únicas en el mundo, pues en este desierto existen bacterias que pueden explicar la evolución de la tierra.

Sin embargo, existe un problema. Este hábitat está siendo sobreexplotado para el riego del forraje tanto por parte de pequeños productores como de agroindustriales.

Hace unos días publiqué en SEMANARIO un reportaje sobre el tema y cómo la sobreexplotación está drenando el agua en este valle de menos de 20 mil habitantes.

Por la carretera que va de San Pedro a Cuatro Ciénegas es común ver en el desierto los cultivos de forrajes. Y a nivel satelital, a través de Google Earth, se evidencia el crecimiento de la superficie agrícola.

Lo peor de todo es que este descontrol se da a pesar de que los acuíferos que comprenden el valle: Cuatro Ciénegas, Cuatro Ciénegas-Ocampo y El Hundido, cuenta con decretos que restringen la extracción del agua, desde vedas hasta zonas reglamentadas y, por su puesto, la clasificación de un Área Natural Protegida.

Pero de nada sirven estos decretos y papeles si no se cumple con lo que estipulan, como no extraer más agua que la señalada o no extender superficies agrícolas.

Todo queda en el papel, sin que una autoridad, en este caso la Comisión Nacional del Agua (Conagua), mueva un dedo para poner en cinturas las extracciones irregulares.

A 28 años de haber sido clasificado como Área Natural Protegida y sitio Ramsar por ser un humedal importante para el mundo, los pozos que extraen agua siguen sin ser monitoreados, vigilados y sancionados. A 28 años, especialistas como la científica Valeria Souza, asegura que le queda cinco años al Valle antes de cerrarle la llave o que empiecen a morir las tortugas, únicas en el mundo.

AL TIRO

¿Quién para la destrucción de un oasis? En teoría la Conagua, sin embargo, la dependencia ha quedado ajena a la destrucción y prácticamente en una posición de observador de lo que sucede.

En 28 años no ha logrado controlar las extracciones a través de medidores y sistemas computarizados, no ha realizado una actualización a los padrones de usuarios del agua, no frena las expansiones agrícolas, no pone orden al agua superficial, no realiza diagnósticos de desecación de los humedales y las últimas obras en el valle que realizaron van para una década.

El valle y sus pozas te quitan el aliento. Ver nadar a las tortugas, admirar los cuerpos de agua en medio de un desierto y contemplar el oasis entre montañas te recarga el espíritu.

Pero todo eso y más se desvanece por culpa de la siembra de alfalfa para un montón de vacas y por la falta de voluntad de una autoridad que no quiere corregir el rumbo.

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