Racismo a la mexicana y la discordia sembrada desde Palacio Nacional
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Una de las grandes perversidades de los seres humanos ha sido el racismo. Pecan de soberbia quienes afirman la existencia de razas superiores a las que deben someterse las demás, consideradas como inferiores. Las prácticas racistas son muy antiguas y sin embargo, hoy en día podemos citar múltiples ejemplos de ellas.
La persecución judía sobrepasó todos los límites durante la Segunda Guerra Mundial y se convirtió en una herida que en vez de cicatrizar, se hace más profunda con la aparición de grupos como los neonazis alemanes. En Estados Unidos hay quienes siguen manifestando su desprecio hacia los negros y los latinos, a pesar de que contribuyen significativamente al fortalecimiento del país. Hoy en día vemos que el expresidente Trump está siendo juzgado y en parte por fomentar actos de racismo contra migrantes y contra la población afroamericana.
En algunas naciones sudamericanas existen rencillas de origen racial. Los chilenos consideran inferior a los pueblos peruano y boliviano, no sólo por su economía, sino también por tener una numerosa población indígena; sin embargo, los habitantes de Chile están unidos y muy pocos se ocupan de menospreciar a sus compatriotas.
En México la situación es totalmente distinta. Gozamos de buenas relaciones con la mayoría de los países, tratamos muy bien a los europeos, queremos mucho a los norteamericanos y más a sus dólares, pero pensamos muy poco en nosotros mismos.
“Si eres de Guadalajara, eres mariachi, futbolista o maricón”, “es buena persona, lástima que sea pipope”, “los regiomontanos no te dan gratis ni los buenos días” o “haz patria, mata a un chilango”. ¿Cuántas veces hemos escuchado comentarios como éstos? Es triste que falsos estereotipos impiden la unión de nuestro pueblo, pero sobre todo, es triste darnos cuenta que somos racistas.
La mujer mexicana ha sufrido durante largo tiempo de discriminación. Mucho tuvo que luchar para dejar de ser tratada como un objeto y todavía tiene que enfrentarse a personas que le niegan la oportunidad de sobresalir. Hace días leí un anuncio en donde un banco solicitaba personal del sexo femenino con buena presentación. Esa petición me pareció en extremo tonta porque, en primer lugar, todas las mujeres por el simple hecho de serlo, tienen buena presentación, además, no es posible que se les valore solamente en función de su apariencia sin tomar en cuenta su preparación.
Los mexicanos somos racistas con los indígenas. Cuando visitamos algunos estados del sur de nuestro país, vemos a los chamulas o zapotecas más como una atracción turística que como nuestros compatriotas. No es posible concebir en México prácticas racistas de esta clase que sólo hablan de nuestro enorme atraso como sociedad.
Unas personas que sufren múltiples humillaciones y discriminación son quienes cruzan la frontera ilegalmente. En Estados Unidos los tratan como si fueran una plaga invasora; en México muchas veces somos insensibles ante el drama de quienes tienen que migrar. Y sin embargo, no tomamos en cuenta que gracias a ellos, cada año entran al país miles de millones de dólares. Debe ser difícil para ellos y para sus hijos sentir que no pertenecen a ningún lugar, recibir trato de esclavos por parte de los estadounidenses y ser menospreciados por muchos de nosotros.
Hoy por desgracia tenemos a un presidente que ha acentuado ese racismo con el afán de sembrar la discordia entre quienes aquí vivimos. Hoy hablamos de fifís y de chairos; de aspiracionistas y de pueblo bueno y sabio; de conservadores o neoliberales y de mexicanos a favor de la transformación. Entre todos los errores del actual Gobierno, el mayor sin duda es el haber acentuado la división entre los mexicanos.
Si fuéramos más unidos de seguro nuestros problemas serían menores. Es cierto que la tolerancia es una virtud difícil de desarrollar, pero sólo si contamos con ella seremos capaces de querer a México y sobre todo, a nuestros hermanos.
aquientrenosvanguardia@gmail.com
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