Reconocer es de almas grandes...

Opinión
/ 15 marzo 2025

El jueves de esta semana tuve la fortuna de disfrutar de un momento mágico, de esos que te mueven por dentro. ¿Por qué no forma parte de nuestra cotidianidad reconocer los logros de quienes han destacado en su comunidad por sus hechos, en VIDA? Y no es que esté en contra de los reconocimientos póstumos, pero me parece que otorgarlos cuando la persona está presente, es inmejorable.

Valorar, felicitar, expresar un agradecimiento a quien se lo ha ganado a pulso, se desdibuja en nuestros días. Los seres humanos no somos máquinas, sentimos. Partamos de la base de que como tales, necesitamos el apapacho, la muestra de empatía con el abrazo, con las palabras dichas con generosidad, con la palmada afectuosa, con ello se fortalece la autoestima y los vínculos del amor y de la amistad. Tenemos que apreciarnos también nosotros mismos, de esa manera nos relacionamos con lo bueno y lo positivo que tenemos. Cuando percibimos lo bueno de nosotros, le restamos a la negatividad que a veces nos arrastra.

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Y vuelvo al punto sustantivo de esto que le comparto, estimado leyente. Quienes saben reconocer con autenticidad los méritos de los demás, generan respeto. Refuerzan la autoestima y animan a que la superación siga creciendo.

Hoy día la calidez propia de nuestra condición humana está sufriendo un deterioro que debiera estremecernos. Y lo estamos permitiendo como si fuera algo ajeno, una simple circunstancia que no nos concierne ni nos afecta. ¿Cómo es posible tanta indiferencia? Estamos renunciando a nuestra preciosa naturaleza gregaria... ¿Hemos dimensionado el tamaño de la tragedia que esto significa? Homo homini lupus, “el hombre es el lobo del hombre”. Es una frase lapidaria. Alude al egoísmo, al egocentrismo, al yo primero, al yo siempre...

Me voy a permitir compartirle unos párrafos de la Carta Encíclica FRATELLI TUTTI, del Santo Padre Francisco, sobre la fraternidad y la amistad social: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: “He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. [...] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! [...] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos”. Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos”. Es un llamado a la concordia, a hacer un alto en el camino para que cobremos conciencia de quienes somos y lo que significa ese SOMOS. Nos exhorta con claridad meridiana a que entendamos que no somos ínsulas, sino continente. Nos invita con la sencillez preciosa de la sabiduría a recapitular, a hacer un alto en el camino para reencontrarnos con lo que sí somos, y que se nos ha ido olvidando en este andar de prisa que nos hemos impuesto como si no fuéramos finitos...

Me pasmó leer otro párrafo de la Encíclica. Cabe destacar que se publicó el 4 de octubre de 2020, la fecha en que se conmemora a San Francisco de Asís. FRATELLI TUTTI, era la forma en que se dirigía el “varón que tiene corazón de lis” a su comunidad, TODOS HERMANOS. Transcribo: “La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores. Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte. La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación”. Por favor léala, reflexiónela, pásela por el tamiz de su inteligencia. ¿Qué está describiendo el Santo Padre? ¿En dónde está sucediendo esto? ¿No nos dice nada el contenido?

Es momento, acorde a lo que acontece, de que tomemos cartas en el asunto, pero en serio. Hagámonos cargo de la parte que nos corresponde. Empecemos por nosotros, vayamos a nuestro interior, que no estamos haciendo o de plano haciendo mal. ¿Qué decisiones vamos a tomar después de esa introspección? ¿Cómo vamos a participar para salir de la debacle en la que estamos inmersos? Si empezamos por aceptar que el estado de cosas no es producto de la generación espontánea, y que todos por acción u omisión lo hemos gestado, tendremos un avance importante en el terreno de las soluciones.

Tenemos un lado luminoso, no lo perdamos de vista. Ahí está nuestra reserva de humanidad. La generosidad obra prodigios. Este valor tan significativo es lo que ha, en mucho, determinado nuestra estancia sobre la faz de la tierra, de otra suerte, hace mucho que nos hubiéramos extinguido. ¿Por qué? Porque la generosidad nos mueve a salir de nosotros mismos y en un acto de amor, de solidaridad HUMANA, acudimos a solventar las necesidades de los otros. La generosidad tiene dos dimensiones maravillosas, la material que se traduce en compartir nuestros bienes, y la espiritual que estriba en poner nuestras capacidades, lo que mejor hacemos o nos empeñamos en hacer, al servicio de quienes lo requieran, sin más ánimo que el de dar, sin pretender recibir nada a cambio.

Profesora Norma del Refugio Saucedo, muchas felicidades por su labor desde el ámbito educativo. Su quehacer tan hermoso contribuyó al desarrollo integral de quienes tuvieron la fortuna de ser sus alumnos.

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