Rediseño institucional para el cambio económico
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A medida que los ciudadanos de las economías avanzadas se desilusionen cada vez más con el establishment económico, las instituciones que lo sustentan cambiarán inevitablemente
Por Diane Coyle, Project Syndicate, 2025.
CAMBRIDGE – El Premio Nobel de Economía se otorgó tanto este año como el año pasado a académicos que, de diferentes maneras, enfatizaron la importancia de las instituciones para el crecimiento económico.
Joel Mokyr, galardonado en 2025, utilizó fuentes históricas para demostrar que las sociedades prosperan cuando permiten que se pongan en práctica nuevas ideas. Philippe Aghion y Peter Howitt, sus co-galardonados, identificaron el papel de la destrucción creativa -y las instituciones que permiten que los nuevos participantes sustituyan a las empresas y tecnologías existentes- en el impulso del crecimiento sostenido. Para los galardonados de 2024 -Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson-, la clave de la prosperidad económica reside en el estado de derecho y en las instituciones facilitadoras.
La economía ha reconocido ampliamente estas realidades, especialmente ahora que las tecnologías emergentes están transformando la estructura de la producción. Pero existe una extraña desconexión entre este consenso y el debate actual sobre política económica, que se centra, principalmente, en cuestiones concretas como la inversión en infraestructura de IA y los impuestos corporativos. Cuando surgen cuestiones de diseño institucional, tienden a limitarse a organismos específicos, como los bancos centrales. Rara vez los responsables de las políticas piensan en qué tipo de clima institucional permite la innovación y la experimentación.
Asimismo, no existen definiciones ni métricas institucionales estándar. Los estudios sobre el conjunto de la economía tienden a recurrir a medidas indirectas que muchos economistas consideran con escepticismo, como las encuestas sobre la “confianza en las instituciones” o los índices de calidad institucional. Del mismo modo, la medición de intangibles como la investigación y el desarrollo o los activos de datos, esenciales tanto para las economías como para las empresas, está mucho menos desarrollada que otras estadísticas económicas.
Una visión más amplia plantea nuevas preguntas. ¿Quiénes son los equivalentes modernos de los mecánicos que experimentaban con las nuevas tecnologías identificados por Mokyr como agentes clave de la innovación durante la Revolución Industrial? ¿Qué impide que las empresas tradicionales menos productivas salgan del mercado, algo que, según Aghion y Howitt, es crucial para el dinamismo económico? ¿Cuáles son las versiones actuales de las corporaciones (como las universidades y los gremios) que, según explican Mokyr y sus coautores en Two Paths to Prosperity: Culture and Institutions in Europe and China, 1000-2000, facilitaron el progreso europeo?
Una forma en que los responsables de las políticas podrían responder a estas preguntas sería volver a poner el énfasis en la política de competencia, cuya importancia ha quedado clara con los “milagros del desarrollo” del sur y el este de Asia en la segunda mitad del siglo XX. Estas economías construyeron bases manufactureras apoyándose en la competencia nacional o exportadora para imponer disciplina en sus industrias líderes.
A pesar del creciente reconocimiento en el ámbito académico de que las leyes antimonopolio se han aplicado de forma insuficiente en las economías de la OCDE desde la década de 1980, no ha habido muchos cambios. Una aplicación más activa requeriría valor político para desafiar a los poderosos operadores tradicionales, y eso parece escasear.
En Estados Unidos, el aumento del escrutinio antimonopolio bajo Lina Khan, excomisionada de Comercio Federal del expresidente Joe Biden, se detuvo cuando Donald Trump regresó a la Casa Blanca. Por su parte, la Unión Europea se ha mostrado reacia a utilizar toda la fuerza de sus regulaciones digitales debido a las amenazas comerciales de la administración Trump y a la fuerte oposición de las empresas tecnológicas estadounidenses. El Reino Unido ha depositado sus esperanzas de crecimiento en la obtención de inversiones extranjeras de grandes multinacionales, llegando incluso a debilitar a la Autoridad de Competencia y Mercados del Reino Unido.
En todos los casos, la atención se sigue centrando en los aspectos específicos del marco actual, en detrimento de un pensamiento más amplio sobre la arquitectura institucional de una economía. En muchos países, las instituciones que componen los sistemas de innovación, determinan la facilidad con la que se pueden crear y disolver empresas y permiten la experimentación con nuevos productos y servicios, se han vuelto semifosilizadas
Por citar solo un ejemplo, a muchas empresas europeas fracasar les resulta demasiado costoso. Las últimas investigaciones sugieren que los elevados costos de reestructuración limitan la I+D y hacen que la inversión en empresas emergentes tecnológicas y biotecnológicas no sea rentable. Pero la aplicación de reformas de “flexiguridad”, que combinan la flexibilidad del mercado laboral con una sólida protección social, no es la panacea. La velocidad a la que se crean y prosperan las empresas emergentes es una cuestión de economía política, que depende del entorno general de su ubicación -el ecosistema empresarial, la colaboración entre los sectores público y privado y el compromiso político con el crecimiento.
Afortunadamente, se están empezando a celebrar debates generales. El informe del expresidente del Banco Central Europeo y ex primer ministro de Italia Mario Draghi sobre el futuro de la competitividad europea fue un hito importante para la UE, ya que reconoció la necesidad de una amplia renovación de las políticas.
Con el sistema multilateral prácticamente desaparecido, la transición hacia las energías limpias en marcha y el avance vertiginoso de la IA, necesitamos abrir de par en par la ventana de Overton y crear espacio para nuevas ideas políticas en múltiples ámbitos. A medida que los ciudadanos de las economías avanzadas se desilusionen cada vez más con el establishment económico, las instituciones que lo sustentan cambiarán inevitablemente. Pero la forma en que cambien dependerá de lo que hagan los responsables de las políticas después. Copyright: Project Syndicate, 2025.
Diane Coyle, profesora de Política Pública en la Universidad de Cambridge, es autora de Cogs and Monsters: What Economics Is, and What It Should Be (Princeton University Press, 2021) y The Measure of Progress: Counting What Really Matters (Princeton University Press, 2025).