Región Sureste: Gasolina a menos de 24 pesos, ¿sólo por decreto?

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En la economía de mercado los precios de los bienes y servicios se fijan, por regla general, de acuerdo con las reglas de la oferta y la demanda. Hacerlo de otra forma es muy difícil
Múltiples voces lo advirtieron desde el primer momento: pretender establecer un “control de precios” sobre un bien que se comercializa de acuerdo con las reglas de la oferta y la demanda es un contrasentido y, por tanto, una misión imposible de lograr. A menos, claro, que la empresa se financie con dinero público.
En tal caso, sin embargo, ya no estamos hablando de un bien que se comercia libremente, sino de uno que se encuentra sujeto a controles estatales y cuyo precio al público se determina con independencia de lo que cuesta producirlo y comercializarlo.
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La regla es simple, pero parece muy difícil de entender para quienes pueblan el Gobierno de la República y parecen empeñados en producir un “híbrido” entre la economía de mercado y la planificada desde los escritorios públicos... pero sin que ello suponga establecer subsidios.
El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo al escaso respaldo que ha generado hasta ahora, por parte de los concesionarios de estaciones de servicio ubicadas en la Región Sureste, la “Política Nacional para Promover la Estabilización del Precio de la Gasolina en beneficio del pueblo de México” establecida hace más de dos semanas.
De acuerdo con una verificación realizada por VANGUARDIA, hasta ayer, solamente 66 de las 142 gasolineras que operan en la región ofertaban la gasolina Magna a menos de 24 pesos, lo cual implica que más de la mitad de dichos establecimientos no se han sumado a la medida.
Más aún: antes de que entrara en vigor la medida −que es de carácter voluntario− ya había 48 gasolineras que vendían el litro de Magna a menos de 24 pesos, lo que quiere decir que, en el periodo de vigor de la estrategia, solamente se ha logrado la adhesión a esta de 18 estaciones de servicio.
A nadie deben extrañar estas cifras. Si bien todos los que consumimos el producto quisiéramos que bastara la voluntad de nuestros gobernantes para que el mercado se comportara de la forma en que nos conviene a todos, es decir, manteniendo los precios bajos.
Y es que la ruta a través de la cual se pretende lograr que la gasolina mantenga un precio “estable” es una que no tiene lógica económica ni financiera pues, en última instancia, obliga a quien tiene una estación de servicio a operar con pérdidas o, en el mejor de los casos, con márgenes inadmisibles.
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No es, en esencia, un asunto de “falta de voluntad” o de “ausencia de patriotismo”, sino de contabilidad: quien tiene un negocio espera obtener ganancias de su operación y si esto no es posible −por la razón que sea− lo cerrará y buscará llevar su dinero a otra actividad: una donde la obtención de una utilidad sí sea posible.
¿Por qué unos gasolineros sí ofertan la Magna a 24 pesos o menos y otros no? Esto puede obedecer a diversas causas más o menos difíciles de explicar, pero que, de entrada, no pueden llevarnos a ensalzar a unos y condenar a otros. Lo más que podemos hacer, al menos por ahora, es aprovechar, allí donde veamos la gasolina más barata y comprarla... mientras sea posible.