Relatos sobre la sombra

Opinión
/ 29 enero 2023

Este relato es una muestra del trabajo creativo del equipo de Redacción y colaboradores de esta casa editorial

Encuentra un nuevo texto cada 2 semanas

La oscura durmiente

Fátima Azeneth Sanmiguel Dávila

Tres horas duró en aquella fila que parecía interminable.

Por sus continuos fallos, la comisión de electricidad era muy solicitada en atención al cliente.

Él traía acumulado su enojo y cuando fue su turno en ventanilla explotó ante la recepcionista:

—¿Me puede explicar por qué, si mis recibos fueron pagados, no está mi sombra conmigo?, ¿cómo puede ser que a un hombre que se preocupa por sus deudas y viene a saldarlas puntualmente, le hagan semejante cosa? Llevo todo el día sin sombra y usted me debe una explicación.

—Señor, nosotros le proporcionamos Luz, no sombra —dijo la mujer con desgana—. Debió de olvidarla en algún lugar.

Y así fue porque, cuando volvió a casa, la encontró recostada en la cama. Ella no se había levantado aún.

Fátima Azeneth Sanmiguel Dávila (Cuatro Ciénegas, 2007). Estudia primer semestre en el CBTa No. 22, de Cuatro Ciénegas, Coahuila. Siempre le han gustado mucho las series, películas, libros, cómics y en sí cualquier cosa que le muestre un mundo nuevo. Cuando conoció el taller de literatura estaba en secundaria y desde un inicio llamó su atención, puesto que le gusta crear historias y personajes. Se interesó por la lectura, explorando artículos de trastornos mentales y casos criminales. Actualmente, quiere dedicarse a la psicología y especializarse en alguna rama criminal.

Mayor de edad

Mariana Gómez Guajardo

En unos días cumpliré 18 años; es decir, pronto seré legal. Estaba a nada de ser un adulto. Mi primer deber al llegar a la mayoría de edad era exigir en las oficinas de gobierno lo que me pertenecía por derecho. Mamá tuvo la suya, papá igual.

El día pactado me dirigí al recinto correspondiente y con gran confianza reclamé lo que era mío:

—Buenas tardes, señor. Ya sabe a lo que he venido —le dije, nerviosa, a quien me recibió en la entrada. El sujeto iba de prisa, pero regresó por su almuerzo sobre el escritorio y me hizo una mueca de fastidio.

—Buenas tardes, cualquier duda que tenga vaya con el departamento de sombras, por favor —dijo antes de marcharse—. Si me disculpa, tengo que llegar antes de que mi persona se despierte.

Mariana Gómez Guajardo (Cuatro Ciénegas, Coahuila, 2006). Estudia en el CBTa No. 22 su tercer semestre en la carrera de Técnico en Ofimática. Empezó a centrarse en el mundo de la literatura durante la pandemia del COVID-19. Conoció el taller de narrativa en segundo semestre, debido a su profesor Miguel García, quien le hizo la invitación para asistir. Cuando se presentó, le gustó y decidió formar parte de él, con la meta de que un día escribiría algo que perteneciera a la Tamalera, la revista del taller.

Objeto extraviado

Fernanda Gómez

Todo estaba muy bien. El saber que siempre me acompañaba a cualquier lugar me reconfortaba; pero un día al salir de casa ella ya no estaba a mi lado. Junto a mis amigos, me emocioné tanto dibujando con gises de colores que me olvidé de ella.

Hoy desperté y pronto me di cuenta. Afligido por la pérdida salí de casa. Miré a cualquier lado bajo la luz del sol, como niño que aprende a cruzar la calle, y no la encontré. Entonces me di a la tarea de buscarla y fue tan abrumadora mi búsqueda que me hizo ir al lugar más extraño para preguntar por ella.

Me dirigí a recepción y pregunté:

—Señor oficial, necesito reportar una desaparición.

El agente me preguntó enseguida por las características del objeto extraviado y se sorprendió cuando le conté la forma tan desesperada de rastrear mi sombra. Me llevó frente a sus colegas, pero sólo para burlarse de mí. Así fue como en ese lugar lleno de reos y oficiales me convertí en el hazmerreír de todos.

Regresé a casa, pero antes de llegar pasé por la calle donde había dibujado con mis amigos. Y ahí estaba ella sobre el asfalto. Mi sombra permanecía encerrada a mitad del camino tras unos barrotes de colores.

Fernanda Gómez Ramos (Cuatro Ciénegas, 2006). Estudia en el CBTa No. 22, el tercer semestre de la carrera Servicios de Hospedaje. En pandemia, al no poder salir de casa, comenzó a interesarse más en la lectura y los comics. Conoció el taller literario gracias a su coordinador, Miguel García. Una de sus razones para entrar al club fue desarrollar más su creatividad a la hora de escribir y convivir con más personas a las que le interesara la lectura.

Broma de mal gusto

Andrea González Soto

—Padre, padre —entré gritando a la iglesia—. No encuentro mi sombra, la perdí y no sé dónde.

—Tranquila, hija. Mira, no pasa nada. Tienes que calmarte.

Estaba al borde del colapso. ¿Cómo era posible perder una cosa así?, ¿cómo siquiera era posible perder mi propia sombra?

—¿Qué hago, señor cura?, ¿qué rezo?, ¿me confieso?, ¿es que no he venido lo suficiente a misa?

—Hija, tranqui...

—No, no puedo respirar —dije hiperventilando.

—Hija, no...

Solté un sollozo y apenas iba a llorar a todo pulmón cuando el padre me interrumpió:

—Hija, tu sombra está detrás de ti.

Cuando giré con rapidez, ella se reflejaba en el pulcro piso, carcajeándose de mí.

Andrea González Soto (Cuatro Ciénegas, 2006). Estudia en el CBTa No. 22, el tercer semestre de la carrera Técnico en Ofimática. Su primer acercamiento a la literatura fue en primaria. A partir de ahí le empezó a interesar aún más la lectura. Conoció el taller de narrativa “Ficciones desde el desierto” en secundaria cuando se le asignó leer los tres primeros números de la revista La Tamalera. Una de sus razones para entrar al mismo club era para publicar algo suyo y así formar parte de la revista y pronto de más proyectos.

Cosas de terapia

Sofía García

En la terapia meteorológica trataron de darme soluciones. Me dijeron que esperara a que pasara el mediodía, danzara para mover el sol de su punto más alto, girara sobre mi propio eje o dejara de ser tan celoso.

No entendí ninguna y me enojaba; pero me desesperaba no poder ver mi amada sombra. Giraba y giraba, di vueltas y más vueltas, pero no hubo resultados. Era cosa de todos los días a la misma hora.

Lo extraño es que pasando las 12, como una cenicienta diurna, la calabaza se hacía carreta y yo podía verla de nuevo. Después de una mañana nublada, en un mediodía que se volvió claro sobre todo para mí, descubrí la traición. Por algo se escondía. Ella me engañaba y para colmo con el sol, ese maldito que nos veía juntos yendo a cualquier lugar. Por supuesto, también tenían su cita. Siempre a mis espaldas.

Sofía Jazmín García Hernández (Cuatro Ciénegas 2007). Estudiante de nuevo ingreso del CBTa No. 22, desde pequeña tuvo la dicha de conocer el gusto por la lectura, apasionada de la música y humanidades. Fue impulsada a regresar al taller de narrativa gracias a su mejor amiga, reencontrando así su pasión por leer y crear textos.

Mujer brillante

Miguel García

Había una mujer tan brillante que ni su sombra podía estar a su lado. Ella resplandecía en el hogar, el trabajo y las fiestas; pero cuando murió no hubo familia ni amigos en el funeral. Antes de sepultarla, su luz todavía escapaba del ataúd.

Cayó la última pala de tierra en el sepulcro y una silueta asomó entre las tumbas. Llevaba un arreglo de flores y a su pareja con un niño, ambos de la mano.

Huérfana de cuerpo, sola y sin nadie a quien acompañar, la sombra hizo su propia familia.

Miguel Ángel García Torres (Monclova, Coahuila, 1986). Docente de bachillerato en el CBTa No. 22, tallerista, narrador y experiodista. Autor de “Saltillo al ras de lona”. “Crónica detrás de las máscaras” (Amazon, 2022) y Premio nacional de fomento a la lectura y escritura 2016 por su taller literario “Ficciones desde el desierto”.

Sarcasmo

Alexa Mariel Torres Bustamante

—Buenos días, señorita —me dijo el empleado con cara irritada y ese tono de voz, típico de un lunes por la mañana—. ¿En qué le puedo ayudar?

—¡No encuentro mi sombra! —le contesté inquieta mientras guardaba mi paraguas empapado—. La busqué debajo de mi cama, dentro de mis cajones e incluso vacié la alacena. Además, mientras caminaba hacia aquí, miré a mis alrededores.

—¿Me podría dar su dirección por favor? —me preguntó.

—Claro que sí —respondí aliviada y empecé a dictarle calle, número y colonia de mi vivienda, esperando pronto una solución. El tipo revisó algo en su ordenador y dijo, molesto:

—A ver, permítame explicarle. Cada dos meses venga a pagar su recibo de luz o algún día de estos la meterán a un manicomio.

—¿Disculpe? —quedé desconcertada ante su irrespetuosa respuesta.

—Señorita, le han cortado la luz —me dijo— y claramente con el diluvio de allá afuera no la va a encontrar.

Alexa Mariel Torres Bustamante (Cuatro Ciénegas 2006). Estudia el tercer semestre en el CBTa No. 22. Desde temprana edad ella estuvo interesada en la lectura y participaba en concursos de dicha actividad; pero fue hasta preparatoria que empezó a escribir para su entretenimiento y decidió formar parte del club de narrativa. Toma como inspiración canciones de sus artistas favoritos o temas tratados en series y películas de suspenso, acción y aventura.

Tradiciones de quinceañeras

Abril Medina Martínez

—Un, dos, tres. Un, dos, tres. ¡No, no, así no, Jennifer! ¡Sigue el ritmo! ¡Mueve el cuerpo!

—No puedo, mamá.

—¿Así cómo quieres tu fiesta de quince años, hija? Si no sabes bailar Payaso de rodeo, qué dirán los invitados. ¡Es tradición, chihuahua! ¿Qué va a decir la gente si se entera que la sobrina de Juana es un tronco para bailar? Tu tía se va a retorcer en su tumba si lo haces tan mal.

—¡Mamá, pero no puedo!

—Ni modo, sigue ensayando y ora, ora mucho, hija. Para que te salga bien. Yo también lo haré.

El día llegó para su debut en sociedad. Jennifer atravesó quince primaveras en este mundo y su madre no podría estar más emocionada. Ya no le importaba que su retoño hiciera el ridículo, sino que nadie se llevara los centros de mesa rentados. Además, ella confiaba mucho en que bailaría muy bien Payaso de rodeo, tan bien como su tía.

La madre había sido testigo de todas esas noches cuando Jennifer practicaba el baile, rutina que apenas se escuchaba en la casa. Su hija siempre lo hacía bajo una luz de vela y encerrada en la habitación para que todos pudieran dormir.

Tan grande era el compromiso con la tía difunta que, una noche previa al festejo, la joven pidió visitarla para invitarla al huateque. La mamá terminó de confirmar que su considerada hija estaba lista cuando, horas antes del evento, Jennifer le confesó emocionada que su sacrificio había funcionado.

En el gran momento de la noche, la quinceañera pasó a la pista de baile. Los reflectores del salón y las cámaras de cada teléfono apuntaron hacia ella. Jennifer cerró los ojos, se cruzó de brazos y dejó que comenzara la música country. Ante el asombro de los invitados y familiares, la dulce muchacha sonrió de oreja a oreja. Su sombra era el centro de todas las miradas, ya que fue la única extensión de su cuerpo que se movía al ritmo de Caballo dorado.

Abril Medina Martínez (Cuatro Ciénegas, 2006). Estudia en el CBTa No. 22, ama dibujar, pintar y leer textos cortos. Cuando conoció el taller de narrativa, pensó en prepararse para obtener la oportunidad de escribir sus propias historias e ilustrarlas. En 2022 ganó el X Premio Estatal de Cuento 2022 Naturaleza y sociedad, en la Categoría Juvenil de 15 a 20 años con su relato “El último tour a casa”.

Temas


Página Siete es una muestra del trabajo creativo de los equipos de Redacción, Ilustración y colaboradores de Vanguardia MX. Encuentra un nuevo texto cada semana.

COMENTARIOS