Resistencia

Opinión
/ 14 septiembre 2025

“La mirada recorre las calles como páginas

escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar,

te hace repetir su discurso...”

Italo Calvino.

En la genealogía de la historia de las ciudades, así como en el devenir de la humanidad, hemos transitado del intercambio de la información de manera oral al uso del pergamino y la palabra escrita. Se dice que Sócrates no era muy partidario de esta sucesión del lenguaje hablado a la alfabetización del pensamiento porque el filósofo observa que, a diferencia del diálogo, la escritura produce una “atrofia de la memoria, más que su preservación” porque con este cambio, dicen los expertos, cambió significativamente la psique al volverse la vista un sentido hegemónico por sobre el oído y por lo tanto cambia la manera de percibir el mundo.

Es posible la afirmación entonces: al cambiar nuestro modo de desplazarnos por la ciudad por medio de nuestros pies al uso del automóvil, esto haga que la manera en que la absorbamos sea totalmente distinta porque el transcurrir del tiempo es distinto, nuestros pies se convierten en nuestro tacto sobre el asfalto, la banqueta o en raros casos, el pasto; se despiertan los sentidos, el cerebro despierta el oído y se vuelve cómplice de la vista y todo nuestra humanidad se convierte en un receptor y transmisor de información, cuestión que no sucede cuando, dentro de esta cápsula motorizada, recorremos las calles de la ciudad. La banqueta tiene otra escala, una escala más adecuada para nuestros pies y nuestra realidad corpórea, Julio Rangel en su libro El blues de la línea roja, dice que quien vive la ciudad a pie desarrolla un mapa de sus afectos distinto de quien vive la ciudad en automóvil.

El centro fundacional de una ciudad es donde se gesta una comunidad y todas sus actividades: económicas, políticas, religiosas y por lo tanto culturales y sociales, es común que se observe en los centros históricos una tendencia a su uso peatonal más que vehicular, esto permite que el intercambio cultural se lleve a cabo de forma distinta, en otro tiempo y con otro ritmo, si bien, el centro histórico no es el único lugar donde se realiza este intercambio, en él se concentran las actividades relacionadas con el arte, la tradición y la cultura. Sin embargo, con el paso del tiempo, el avance tecnológico y el auge del sistema capitalista, la manera de intercambiar cultura también se ha modificado significativamente. Se dice que en el ámbito iberoamericano, a un bien común se le conoce como procomún, esto quiere decir que los bienes culturales no pertenecen a alguien en particular sino que son bienes patrimoniales colectivos, pertenecen a las personas y no al Estado.

La cultura, dice Conrado Romo, es un procomún, así pues, los bienes que se insertan en este rubro, son propiedad colectiva. La cultura entonces, se inserta en un espacio público donde se ejerce el derecho a hacer comunidad y a apreciar con los pies, lo que no puede hacerse con un vehículo motorizado. Así como al perder su planeación con base en el valor de uso, la ciudad pasa a ser un objeto con valor de cambio, apunta.

Con los recortes en el rubro de cultura en el presupuesto del próximo año, al parecer, la única salida será buscar inversiones de empresarios que buscan por sobre el valor de uso, el capital que se obtenga de la inversión en cultura, esto representa un riesgo para las ciudades y sus habitantes originarios, ya que parecieran estrategias disfrazadas de rescate bien intencionadas, sin embargo, no se enfocan en quienes habitan el lugar. Preservar el patrimonio construido donde se gesta la cultura, pero sobre todo a quienes lo habitan, es un acto de resistencia que se vuelve urgente, por eso, como dice Sócrates, evitemos que se nos atrofie la memoria, es necesario despertar nuestros sentidos y defender la cultura en un contexto de comunidad, respeto y valoración.

Temas


Arquitecta por la Universidad de Monterrey. Cursó la maestría en Arquitectura con especialidad en diseño y tecnología ambiental en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Coahuila, donde fue becaria del CONACYT y enfoca su investigación para la obtención del grado a los usos, aplicaciones y adaptaciones de la arquitectura vernácula a las nuevas demandas de la época actual. Es profesora investigadora con perfil PRODEP y coordinadora de posgrado en la Escuela de Artes Plásticas Prof. Rubén Herrera de la UA de C. Forma parte de la Academia de investigación, es miembro del comité de reforma curricular de ambas carreras, miembro del comité de la Maestría en Arte y Diseño, así como del Núcleo académico Básico del mismo programa, miembro del cuerpo académico “Expresión visual” de la licenciatura en Diseño Gráfico. Coordina la plataforma In Signia, sitio dedicado al estudio, promoción y preservación del patrimonio y los símbolos que conforman la identidad en su ciudad natal. Becaria del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) Coahuila en el año 2012 en el área de patrimonio y como creadora con trayectoria en 2021, coordinadora del libro Umbrales. El centro de Saltillo. Visiones desde la transdisciplina, donde además colabora con un capítulo, ganadora del premio de periodismo cultural Armando Fuentes Aguirre “Catón” emisión número 23 en categoría Prensa.

Formó parte del equipo de diseño del prototipo de vivienda sustentable propuesto por el CINVESTAV. Autora del capítulo “Apropiarse el territorio” en “Dimensiones del Espacio” libro editado por la UAdeC. Colaboradora en diversas revistas de divulgación a nivel nacional y regional como la Gazeta del Archivo Municipal de Saltillo. Es analista, gestora y asesora en temas de reglamentación urbana. Estudiante de Doctorado en Arquitectura y Urbanismo en la Facultad de Arquitectura de la misma universidad en donde desarrolla proyectos de investigación relacionados con el patrimonio, los imaginarios y emblemas simbólicos.

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