Sacerdotes, médicos, periodistas... la eterna exigencia de garantías
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El asesinato en El Salto, Durango, del médico pasante Eric Ramírez Andrade ha provocado en últimos días una movilización del gremio para exigir garantías de seguridad en el desempeño de sus labores.
Según la Fiscalía de Durango, el homicidio fue cometido presuntamente cuando atendía a dos personas intoxicadas de sustancias psicotrópicas y quienes se pusieron agresivas. Recibió nueve balazos.
En las marchas que hubo en La Laguna con motivo del homicidio del médico pasante, otras voces del gremio contaron las experiencias de
ser enviados o enviadas a zonas rurales, alejadas o serranas, sin las condiciones ni el material ni las garantías de seguridad.
En los últimos días trascendió la renuncia de personal
del hospital de El Salto, en Durango, y muchos jóvenes médicos temen realizar su servicio social en comunidades alejadas.
Pero no hace mucho también surgía el reclamo de la comunidad religiosa con el asesinato de dos curas jesuitas en la sierra Tarahumara de Chihuahua. La exigencia de garantías en un territorio inhóspito y donde la presencia de la autoridad y el estado de derecho es nula.
El gremio periodístico es otro que, cada que hay un atentado u homicidio de un colega, alza la voz y sacude redes sociales para exigir garantías y seguridad en su ejercicio periodístico.
Y en general vemos frecuentemente la cascada de voces que exigen garantías de seguridad para laborar: está el
gremio transportista y su temor a ser robados, asaltados,
asesinados o secuestrados en carretera.
Hoteleros o empresas turísticas exigen garantías de seguridad. Restauranteros exigen garantías. El magisterio exige garantías de seguridad. Defensores y defensoras de derechos humanos exigen garantías. Empresarios exigen garantías de seguridad. Policías de municipios pequeños del País exigen garantías de seguridad.
En La Laguna, en los últimos meses, estableros han exigido seguridad por los robos en los ranchos.
Por supuesto que también están las exigencias generales de seguridad de mujeres o de sociedades en general. En las últimas semanas se han llevado a cabo marchas por la paz.
Es habitual, y eso es lo
triste, que la exigencia de garantías sea un discurso
frecuente. Lamentablemente esas marchas y exigencias parecen que son voces que se esfuman en el aire o que quedan empantanadas en las notas o espacios de medios de comunicación. Es un eterno reclamo exigir garantías mínimas no solo para trabajar, sino para vivir.
AL TIRO
Si un campo de futbol está completamente encharcado debido a las lluvias, un árbitro decide que no se puede jugar en esa cancha. Es decir, ante la falta de garantías los futbolistas profesionales que ganan millones no salen a trabajar.
Pero en este País todas las demás profesiones y oficios tienen que salir a trabajar, sin necesidad de que se les garantice que regresarán a casa.
Según la última Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), el 57.9 por ciento de la población en
México mencionó que el tema de la delincuencia es la problemática más importante de su ciudad.
La ENSU evidencia el temor de muchos mexicanos a acudir a un cajero, salir de noche, llevar cosas de valor, permitir que menores salgan de las casas y caminar de noche.
Además, 56.3 por ciento de las personas mayores de 18 años atestiguaron robos o asaltos, el porcentaje más alto en las últimas cinco encuestas que se hacen cada tres meses.
Así mismo, en 20.8 por ciento de los hogares mexicanos hubo al menos un integrante que fue víctima de algún tipo de robo.
Así pues, no son sólo médicos, sacerdotes, periodistas, transportistas o maestros. Es una sociedad que reclama por garantías ante un Estado que luce rebasado.