Saltillo, la joya del norte de México
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Hoy es 20 de febrero, pero de 1910. Son las ocho de la mañana. A pesar de que el sol brilla, el aire es muy frío. Vamos en un tranvía por la calle de Allende. Temblamos, pues los asientos de madera están helados. Las dos mulas muy apenas pueden con nosotros, y el conductor les pega para que apuren la marcha.
Pasamos por la plaza del Mercado. Afuera del Teatro García Carrillo hay unos hombres platicando, recargados en sus carretas. La hoy calle de Allende luce inmensa, pues muy pocos circulan por ella.
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Esto fue lo que me imaginé al ver distintas fotografías del viejo Saltillo. Es increíble cómo han cambiado las cosas. Las calles han sido pavimentadas; el medio de transporte más común ahora es el automóvil; hay negocios por todos lados; en las banquetas del centro caminan miles de personas diariamente.
Se dice que el progreso es la cuna de los problemas. En Saltillo se ha demostrado esto, pues entre más crece la ciudad, más difícil es vivir en ella.
En los últimos años han llegado importantes empresas nacionales y extranjeras que han propiciado también la llegada de más gente. Mi padre suele platicarme que en el Saltillo de antes todos se conocían. Muy lejos estamos ahora de decir lo mismo.
La presencia de fábricas como Chrysler, General Motors y Kimberly-Clark es muy positiva, pues esto genera empleo y nuestra ciudad juega un papel cada vez más importante en el desarrollo del País. Sin embargo, los problemas que acarrea este crecimiento son muchos.
Los gobernadores y presidentes municipales que se han empeñado en hacer atractiva la tierra saltillense para los inversionistas, se han olvidado cada vez más de las comunidades rurales. Es triste el abandono que ha tenido el campo y sin embargo, es lógico, pues al no tener los campesinos ni siquiera para comer, vienen a las ciudades en busca de sustento para sus familias.
Nuevos fraccionamientos surgen como plaga. Un día vemos un terreno vacío y al mes siguiente está repleto de casas. Cuando de niño iba a Lomas de Lourdes con mis padres, me imaginaba que iba a un rancho. Ahora esta colonia es céntrica ya en comparación con otras que están llegando casi a La Angostura.
Muchas cosas han cambiado, pero otras siguen igual. La calle de Allende, una de las más transitadas de la ciudad, tiene el mismo tamaño desde 1910. Quizás en ese tiempo era enorme, pues sólo circulaban carretas o tranvías. Ahora, no hay nada más desesperante que ir por esta calle en horas de tráfico.
Es cierto que en el terreno de la vialidad se han hecho obras muy significantes, sobre todo durante la administración de Humberto Moreira con los famosos “Puentes de la Gente”.
Un problema que suele darse con el crecimiento demográfico es el de la inseguridad pública, sin embargo, gracias al papel desempeñado en este rubro por parte del ex alcalde Manolo Jiménez y del ex gobernador Miguel Ángel Riquelme, Saltillo es una de las ciudades más seguras del país.
Es halagador que grandes inversionistas fijen su atención en Saltillo. Sin embargo, no sé si estamos preparados para crecer tan rápido como ciudad. Si las cosas siguen igual, ¿cómo estaremos dentro de 10 años? Seguramente con problemas mucho más serios con el abasto de agua, pasaremos horas atrapados en medio de un embotellamiento y con problemas graves de contaminación.
Mientras tanto, celebro que Saltillo sea, por vez primera, la ciudad más competitiva de México entre aquellas cuya población es mayor a un millón de habitantes. Metrópolis como la Ciudad de México o Monterrey se vieron rezagadas al segundo y tercer lugar respectivamente.
Saltillo alcanzó el primer lugar en el ranking del IMCO gracias a una baja incidencia de homicidios y robos de vehículos, así como una alta percepción de seguridad entre sus habitantes. Además destacó en productividad laboral y crecimiento del mercado de vivienda. No obstante, enfrenta retos en la cobertura educativa y capacidad de tratamiento de aguas residuales.
Grande es el reto para el alcalde Javier Díaz y para el gobernador Manolo Jiménez para lograr que la capital coahuilense siga siendo tan atractiva por su seguridad, por la calidad de vida y por la amplia oferta laboral. El camino del progreso es complicado y no podemos sacarle la vuelta. Si cada uno de los saltillenses nos comprometemos por ofrecer lo mejor de nosotros mismos a nuestra ciudad, nuestro futuro será todavía mejor. Mucho tenemos por hacer. Pongamos todo de nuestra parte para que Saltillo siga siendo la joya más cuidada de México.
aquientrenosvanguardia@gmail.com