Salvatierra: Crónica de una matanza
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POR: Virgilio Rincón Salas
Sábado 09, diez de la noche, un grupo de jóvenes de Salvatierra se reúnen para organizar su posada, eligen la Hacienda de San José del Carmen, a tan sólo nueve kilómetros de la cabecera municipal, un tanto descuidada, es adecuada para la fiesta, tiene un patio central en el que se montará el servicio, ahí mismo podrán hacer juegos, quebrar piñatas. La propuesta es acogida de manera unánime, la distancia les da seguridad, lo principal, no molestar a vecinos. La tertulia será el siguiente fin de semana a las siete de la noche.
Lunes 11, el organizador llama a la Hacienda, acuerda el servicio, mobiliario, comida, piñatas, bebidas, lo necesario para pasarla bien. Su intención es relajarse, divertirse, se conocen, son vecinos de la comunidad.
Martes 12, la lista de asistentes crece, son amigueros, en tan sólo tres días se han anotado 25 chicas y chicos, rondan entre los 17 a 30 años, la mayoría estudiantes.
Jueves 13 se confirma, son 50 los que asistirán, coordinan transporte, hay entusiasmo, gustosos esperan la fecha.
Sábado 16, últimos detalles. Cada uno hizo su pago, temprano las chicas programan sus citas para “plancharse” el cabello. Los varones se engalanan, hay que ver y ser vistos. Avisan a sus padres, hacen las cosas de manera articulada, cuidadosa, estarán seguros.
Por la tarde arriban, se les ve alegres, hay mesas con manteles largos, se “en charlan”, bailan, cantan, música en vivo, beben, natural a su edad. Se sirve el buffet, lo degustan entre anécdotas, provocan risas, no falta quien eche “carrilla”, el ambiente es de paz.
Medianoche, extraños pretenden ingresar, empleados no lo permiten, el incidente no es advertido por los celebrantes. Continúa el festejo, siguen las piñatas, una chica no acierta a pegarle “ya le diste una, ya le diste dos, y tu tiempo se acabó”; todo es algarabía, felicidad.
Casi las tres, siete sujetos con armas largas irrumpen, a la orden de “mátenlos” acribillan al grupo de chamacos, las malditas balas no distinguen. Las risas ahora son gritos, el estruendo de los disparos es ensordecedor, en el suelo imploran piedad, pero los sicarios no comprenden ese lenguaje, los despedazan. Treinta minutos de agresión son una eternidad, los gatilleros revelan su lado animal, sin misericordia los aniquilan. Un acto brutal, es una escena dantesca. Los malhechores huyen, tras su retirada prenden fuego a los autos. Una verdadera zona de guerra, después silencio, sangre, dolor, llanto, muerte.
Once muchachos asesinados, once más heridos. Horrorizados los ilesos piden ayuda, tarda más de 90 minutos en llegar. Abandonados a su suerte como pueden son trasladados para recibir atención.
Lunes 18, el Presidente lamenta los hechos, luego da un giro a su declaración para anteponer el consumo de drogas como causa de la violencia, criminaliza a las víctimas, lo siguiente es culparlas.
¿Cuál era la afrenta? ¿La alegría de vivir? ¿Ser jóvenes? ¿Expresarse? ¿Fraternizar?
Los eventos muestran lo inobjetable, se trata de terrorismo y claramente el gobierno no puede. ¿Qué diferencia hay entre este ataque con los objetivos de Hamas? Ninguna, es el mismo: La población civil.
Sin planeación, mucho menos capacidad, López Obrador niega reconocer su sexenio como el más violento en lo que va del siglo, lo peor, la inteligencia criminal es superior a la del Estado.
SOS, requerimos ayuda internacional.