Señor cura
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Hoyoventoso era un pequeño pueblo, tan pequeño que no tenía casa de mala nota. Para suplir su falta los vecinos recurrían a diversas prácticas, todas muy censurables. Cierto día llegó un inversionista y anunció su propósito de establecer ahí un congal, zumbido, mancebía, casa de lenocinio, lupanar, bayú, quilombo, putaísmo, manfla, prostíbulo o burdel. Las opiniones se dividieron. Los señores, con plausible criterio economicista, admitían la inversión; las señoras se oponían a ella apoyadas por el cura del lugar. El alcalde, hombre prudente, decidió someter el asunto a votación. Era demócrata, como Pilatos. Convocó a los ciudadanos a un plebiscito. (A los hombres nada más, pues quería asegurarse una decisión favorable a la creación de empleos). No invitó al señor cura, pero este se apersonó esgrimiendo un argumento impepinable: “Abajo de esta sotana −adujo− también las gallinas ponen”. Los votantes −incluido el párroco− eran 382. Se emitieron los sufragios, y tras contar las papeletas los escrutadores dieron a conocer el resultado: 380 votos en favor de la casa de mala nota, y dos votos en contra. Al oír eso uno de los vecinos gritó indignado: “¡El cura hizo trampa! ¡Votó dos veces!”... Mema, la hija soltera de Babalucas, tenía tan poco seso como su papá. Un día salió con la novedad de que estaba un poquitito embarazada. “¡Recórcholis! –exclamó Babalucas, cuyas interjecciones provenían de los sainetes que había representado en el colegio de los alfonsinos−. Y ¿quién es el papá de la criatura?”. “No sé cómo se llama –gimió Mema−. Nunca me has permitido tener novio formal”. “¡Caracoles! −profirió nuevamente Babalucas−. Dime al menos: ¿lo hiciste por amor o por dinero?”. “Por dinero” –confesó Mema−. “¡Cómo por dinero!” −se escandalizó Babalucas. “Sí −confirmó Mema−. Le pagué”... Pepito le dijo a su papá: “Quiero tener contigo una conversación de hombre a hombre”. El señor sonríe y le contestó: “Tú dirás”. “Padre −pregunta muy serio el chiquillo−. Una niña de mi edad ¿puede quedar embarazada con un beso en la mejilla?”. “Desde luego que no” −respondió el papá. “¡Carajo! −se enojó el chiquillo−. ¡Y la condenada me hizo darle mis patines dizque para venderlos y pagar los gastos de embarazo y parto!”... La muchacha regresó de la universidad con las ropas en desorden, y toda despeinada. “¿Qué te sucedió?” −se alarmó su mamá. Relató la chica: “Un estudiante me abrazó y me besó repetidas veces”. “¡Qué barbaridad! −se indignó la señora−. ¿Y gritaste?”. “Mamá –respondió la chica tono de reproche−. Estábamos en la biblioteca”... Conocemos a Capronio. Es un tipo desconsiderado. Su pequeño hijo había hecho muchas travesuras, pero aquella fue la mayor: con la rasuradora de su papá afeitó al perro, y dejó hechos una lástima lo mismo al perro que a la rasuradora. Capronio se dispuso a castigar a la antigua al chiquillo dándole un par de nalgadas. “No le pegues −le pidió su esposa−. Dale otra oportunidad, y si lo vuelve a hacer entonces sí castígalo”. “¡Ah, no! –objetó Capronio–. ¿Y si no lo vuelve a hacer?’’... El hombre con aspecto de oriental le dice al camarero: “Quielo una culona”. Respondió el mesero con ofendida dignidad: “Se equivoca usted, caballero. Aquí no hay de eso”. Pidió el oriental: “Entonces una Calta Blanca”... “¿Por qué, si presumes de jugar bien al golf, no le pegaste a la pelota en tres intentos?”. “La primera vez porque pasó un jet y me distrajo; la segunda porque el caddie se movió; la tercera porque me entró una basurita en un ojo”. Y el otro: “También déjale algo a lo pendejo, ¿no?”... ¿Por qué la foca amaneció desvelada? Porque toda la noche estuvo con el foco prendido... El muchacho estaba muy triste. Un amigo le preguntó cuál era la causa de su pesadumbre. “Mi novia me cortó −respondió él muy afligido−. Nunca jamás volveré a ser el mismo”. “Vamos, vamos −lo consoló el amigo−. No hay que exagerar. Ahora estás abatido porque tu novia te cortó, pero pasará el tiempo y volverás a ser el mismo”. “No −insistió el otro−. Estarás de acuerdo en que ya no volveré a ser el mismo cuando sepas qué fue lo que me cortó”... FIN.
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