Sin amor no puedes hacer nada
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Este hombre es un pintor famoso. Y este otro hombre es un famoso escritor. Los dos son españoles, pero no se conocen porque han militado en bandos diferentes. El pintor es comunista; ha debido vivir casi toda su vida fuera de España, pues el franquismo lo consideró enemigo mortal. El otro no es comunista. Tampoco es fascista. Es simplemente un escritor. Hombre un poco frívolo, gozador de la vida, se acomoda al tiempo y a las circunstancias. Por eso, aunque de vez en cuando cae en inesperadas rebeldías, ha podido permanecer sin problemas en su país.
El escritor visita al pintor en la casa que el exiliado tiene en Francia. Va a anunciarle que se propone editar en Barcelona una revista cuyo primer número estará dedicado a él. Eso alegra mucho al pintor: jamás ha sido objeto en España de un reconocimiento así. El mundo lo aclama como el mejor pintor contemporáneo, pero en tierras españolas su nombre ni siquiera se pudo pronunciar durante muchos años. La muerte de Franco trae un cambio que ahora se muestra en la visita del escritor: por fin se levantará la prohibición de que en España se conozca la obra de un artista que en sus cuadros ha reprobado con vehemencia los males de la violencia desatada por el régimen del Caudillo.
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Ahora conozcamos a la compañera del pintor. Es una mujer francesa de cuerpo fino y armonioso rostro. Habla el español a la perfección, sin ningún acento, pero en presencia de extraños prefiere dirigirse al pintor en su francés nativo. En esta ocasión, sin embargo, altera su costumbre y habla en castellano con el escritor. Después éste arriesgará una explicación: él es el primer visitante que nunca conoció a ninguna de las numerosas mujeres que antecedieron a la francesa en el afecto del pintor. Ella se siente cómoda en presencia de aquel visitante que no hará comparaciones entre ella y las otras.
Invita, pues, a comer al escritor. Los tres disfrutan de una comida muy sencilla en que las papas son el platillo principal. Al terminar la comida le dice el pintor al escritor:
-Ahora voy a dormir mi siesta. Mientras esperas revisa esta carpeta con dibujos míos y escoge el que quieras. Te lo regalaré.
Y así diciendo sale, y el escritor se queda solo en el estudio del pintor. Empieza a hojear el cartapacio. Todos los dibujos son extraordinariamente buenos, todos llevan la valiosísima firma del pintor. Cada obra es un tesoro, no sólo artístico, sino igualmente material; cualquiera de esos dibujos podría venderse en varios cientos de miles de dólares en una galería de París o Nueva York.
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Pero el escritor no toma ninguno. Los deja todos donde están. Y es que cuando el pintor le puso en las manos los dibujos, el escritor intuyó que lo estaba poniendo a prueba. Cuando a la vuelta del pintor le entrega todos los dibujos éste le pregunta mirándolo otra vez con ojos penetrantes:
-¿No te gustó ninguno?
El escritor no responde. Sonríe nada más. Entonces el pintor sonríe también. Sabe que su treta ha sido descubierta. El escritor ha pasado con éxito la prueba: no es un oportunista: podrá hacerlo su amigo.
Ya se despiden esos dos artistas. El escritor le dice al pintor:
-Noto que amas mucho a tu compañera.
-Así es −responde el pintor−. Y luego añade algo que el escritor recordará siempre: “Sin amor no puedes hacer nada. Si no amas a alguien no puedes dar un sólo paso”.
El escritor se llama Camilo José Cela. El pintor se llama Pablo Picasso.