Sobriedad
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En las próximas décadas será insostenible la expansión del consumo a la cual nos acostumbramos tras casi tres siglos de revolución industrial. El fin de la época de combustibles fósiles a bajos precios ya está aquí y la disponibilidad de recursos naturales difícilmente cubrirá los requerimientos de alimentos y materias primas que reclaman la transición hacia energías limpias y una población mundial que ya superó los 8 mil millones de habitantes y que, según se proyecta, será mayor a los 9 mil 600 en 2050. Por si esto fuera poco, la capacidad de la atmósfera de la tierra para absorber las emisiones de gases de efecto invernadero que produciría la combustión de los energéticos no renovables aún disponibles, esta llegando a niveles de saturación que amenazan seriamente la sobrevivencia de nuestra especie en la tierra.
La pandemia del COVID y la invasión rusa en Ucrania, han precipitado la inminencia de las crisis energética y climática. Y como el hilo se rompe siempre por lo más delgado, sus consecuencias explotaron con particular intensidad en Europa, centro de la confrontación bélica y región con un balance energético crecientemente deficitario y, por consecuencia, altamente dependiente de las importaciones de gas y petróleo de Rusia. A fin de evitar cortes en el abasto de electricidad, estos países deberán diversificar, a marchas forzadas, sus fuentes y proveedores de energía, así como reducir de forma importante su consumo. En el caso de Francia, la meta para los próximos dos años es disminuir en un 10 por ciento la demanda de energía.
“Sobriedad” es el mantra con el cual los gobiernos de esos países pretenden enfrentar el desafío. El Diccionario de la Lengua Española define así este adjetivo: “Templado, moderado. Que carece de adornos superfluos”. Y referido a las personas: “Que no está borracha”. Así pues, los habitantes del viejo continente ya están sufriendo la resaca de la borrachera del consumismo exacerbado.
En noviembre del año pasado, la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), dio a conocer la última edición del World Energy Outlook 2022. Todos, especialmente gobernantes, analistas y tomadores de decisión, deberíamos leerlo con mucha atención. Esta agencia surgió en 1973, a iniciativa de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) para hacer frente a la crisis petrolera de esa época. Su propósito: Coordinar las políticas energéticas de los Estados miembros. Nuestro país forma parte de la misma.
De los tres escenarios contemplados en el documento, me concentro en el único compatible con un aumento de 1.5 °C en la temperatura media de la tierra. Para ello es preciso alcanzar la neutralidad de carbón en el 2050. La evolución sugerida por la IEA de la oferta de energía primaria y sus fuentes, se ilustra en la gráfica 1. Destaco dos elementos: 1. Seguimos siendo altamente dependientes de los combustibles fósiles (80 por ciento de la oferta total de energía primaria en 2021); 2. El aumento de las energías limpias no compensaría la reducción de las fósiles, pues la oferta total de energía primaria caería en casi un 15 por ciento en el 2050 en tanto la población aumentaría un 23.7 por ciento (la disponibilidad de energía por habitante se reduciría un 31 por ciento).
Aún más, las energías limpias no pueden consumirse directamente, necesitan convertidores de energía (paneles solares, plantas eólicas, plantas nucleares, baterías), para lo cual se necesitan combustibles fósiles o biocombustibles modernos y una gran cantidad de minerales. Según los cálculos de la IEA, la oferta de minerales deberá multiplicarse por 4 entre el 2021 y el 2030 (Un tercio de esa demanda adicional sería para los autos eléctricos, aún a pesar de que el escenario de la IEA contemplar una reducción del 20 por ciento en su demanda, ver gráfica 2). Esto nunca ha ocurrido en la historia y no es factible que pase ahora, pues el tiempo medio para explotar un nuevo yacimiento es de 16 años.
Y en el pasado, cuando se han enfrentado restricciones en la oferta de energía, alimentos y materias primas, se generarán condiciones propicias para el surgimiento de la estanflación (coincidencia de recesión o estancamiento económico e inflación).
Así pues, con las opciones tecnológicas disponibles, alcanzar la neutralidad de carbón para el 2050 requerirá un abatimiento sustancial del consumo. La alternativa: pisar el acelerador a fondo, cerrar los ojos y estrellarnos frente al muro de la realidad.
En próximas entregas a VANGUARDIA, abordaré distintos aspectos de estos desafíos, así como algunas consideraciones para México, Coahuila y Saltillo.
*El autor es investigador Nacional adscrito al Centro de Investigaciones Socioeconómicas de la UAdeC.