Tatuajes en piel de anciana
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Hace días tuvimos una rachita de clima caluroso. Celebré públicamente. Prefiero el calor. Bueno, la verdad es que prefiero el clima justo entre calor y frío, cuando me puedo poner jeans y una blusa delgada de manga larga, pero como no vivo en CDMX, sino en Saltillo, pues, ese clima dura muy poco y hacemos bandos para burlarnos de las personas que celebran el clima que no nos gusta tanto.
Eso no es lo importante. El asunto es que, ante mi celebración, una amiga respondió, “Ya viene otra onda fría”. Le respondí, “Ya no te quiero”. Y me puse a pensar (algo tan raro en mí) sobre esa costumbre que tenemos de advertirles a los demás que lo que tienen, eso que por el momento les causa gozo, terminará. Pensé en una mujer que tiene una pareja mucho más joven que ella (y no soy yo, aún no). Le dicen cada rato que ella envejecerá y que en algún momento el novio la dejará por una mujer más joven. Sí, es posible y tal vez hasta probable, pero ¿no sería lindo simplemente dejarlos disfrutar su relación y estar bien el tiempo que puedan, o que toque, o lo que sea?
Pienso que ver a alguien que está bien y tener que meter mi cuchara es un hábito nefasto. Es una actitud que me cae mal. Tal vez por allí anda alguien que me dirá que recoja mi proyección, porque yo le he hecho justo eso en algún momento. Lo acepto.
“¿Qué vas a hacer cuando estés viejita y tus tatuajes se deforman y se desvanecen?” Tendré tatuajes en piel anciana. ¿Y tú, qué vas a ser con las ganas que tenías de disfrutar algo, de gozar, de arriesgarte y no hiciste nada? ¿Enojada? Pues sí.