Tesla: un año construyendo edificios de especulación
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La llegada de Tesla es ‘inminente’ desde hace más de un año y, aunque no se ha colocado un solo ladrillo de la planta, es posible percibir algunos de los efectos negativos del proyecto
Antes del anuncio final del presidente Andrés Manuel López Obrador, en su conferencia matutina del 28 de febrero de 2023, habían transcurrido meses en los cuales todo tipo de especulaciones fueron y vinieron luego de que el dueño de la automotriz Tesla, Elon Musk, visitara Monterrey en octubre de 2022.
Las semanas previas al 28 de febrero fueron particularmente tensas porque López Obrador había hecho pública su intención de “competir” con el gobierno de Nuevo León por el proyecto de la gigaplanta de la cual todos hemos visto el render que la superpone al terreno que hoy sigue luciendo baldío en las cercanías del municipio de Santa Catarina.
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Medios especializados publicaron, unos días antes de la última jornada de febrero del año pasado, declaraciones del vocero presidencial, Jesús Ramírez, asegurando que el Gobierno de la República había ofrecido a Tesla terrenos aledaños al aeropuerto Felipe Ángeles, en Santa Lucía, con la intención de convencer a sus ejecutivos de mudar el proyecto al centro del país.
Al final, sin embargo, López Obrador cedió y anunció que había “impuesto condiciones” −como el uso de agua tratada en los procesos de la planta− para que se quedara en Nuevo León. La realidad siempre fue otra, pero eso ahora poco importa.
Tras confirmarse el proyecto la única constante ha sido la especulación: que el edificio se edificaría en un plazo récord; que la planta siempre no se construiría en México, según lo dicho por Musk a su biógrafo autorizado; que la futurista Cybertruck se produciría en dicha planta; que el proyecto se aplazó hasta 2027...
Mientras la ola especulativa en torno a la megaplanta se ha mantenido en lo alto, otra ola también lo ha hecho: la que lleva a cuestas los precios de la tierra en la región que incluye las zonas metropolitanas de Saltillo y Monterrey.
Y es que el único interés real y palpable que la instalación de Tesla en la región parece despertar es el relativo a las ganancias económicas, una competencia de la cual nadie quiere quedar fuera y que implica dejar de lado cualquier consideración respecto de los efectos negativos que un proyecto de esta naturaleza también conlleva.
El impulso que la economía regional recibirá con el aterrizaje de la citada armadora es innegable y eso vuelve deseable su llegada. Pero igualmente evidente es que existen repercusiones indeseables en materia de educación, salud, seguridad, urbanización, transporte público y casi cualquier otra variable de la vida pública.
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Atender los efectos que el proyecto acarreará debería encontrarse también en el centro de las preocupaciones de las autoridades gubernamentales y de quienes, desde la iniciativa privada, proyectan los beneficios económicos del mismo.
Hemos gozado de un “año de gracia” para hacernos cargo de los desafíos que implica la llegada de Tesla. Por desgracia, la especulación ha resultado más atractiva todo este tiempo y, seguramente por ello, la realidad nos pasará factura.