Torreón/Román Alberto: ¡Sí se pudo!
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Román tomaba la palabra para explicar el punto de partida de su gestión con cifras y hechos precisos: la confianza de los torreonenses para responder con él
Eran las 12 del mediodía del miércoles 4 de diciembre en Torreón. Miles de personas esperábamos el inicio del Tercer informe del alcalde Román Alberto Cepeda. Estábamos sentados bajo una velaria en la Casa Nana del DIF.
En ese momento, llegaba apresurado al contingente enviado por el gobernador Manolo Jiménez Salinas (MJS) en su representación; un amigo sentado a mi lado me dijo al oído: “apenas ayer por la noche, Manolo canceló su participación”. Lo escuchaba y veía a Óscar Pimentel, Chema Fraustro, Javier Díaz, Hilda Flores, Blas Flores y Carlos Robles ocupar sus asientos.
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Como suele ocurrir en estos casos, apareció un ángel llamado Jofiel (encargado de los inocentes), que susurró en mi oído derecho: “no pienses mal, por amor de Dios, Manolo seguro tuvo reuniones de política de Estado en Saltillo y por ello no pudo venir”.
Callado éste, apareció el diablo Asmodeo (príncipe de todos los demonios) quien, casi me gritó −con saliva incluida− en el oído izquierdo para decirme: “no le hagas caso al angelillo pedorro ese, Manolo no estuvo aquí porque no quiere a los torreonenses; no entiende su sentido del humor, su pensamiento crítico o su bronca actitud ante la vida y, peor aún, trae atravesado a Román”.
Obviamente, ignoré las palabras de este ángel del averno, seguro, nacido en San Pedro, Coahuila. Me puse unos tapones “3M-Ultrafit” en ambos oídos para tener objetividad y claridad mental al escuchar y observar el informe de Román, quien iniciaba cuando un pensamiento me asaltó: “Asmodeo es un pendejo amarra-navajas. Aunque reconozco que como torreonenses podemos ser medio mamilas, regionalistas hasta el tuétano y demasiado echados pa’ delante. Por ello, no es gratuito que la mayoría de los gobernadores saltillenses −de Óscar Flores Tapia a Rubén Moreira− tuvieron que medicarse antes y después de venir a Torreón.
“Sin embargo, el caso de Román y MJS es distinto. Han tenido sus diferencias, comunes en política, pero ningún gobernador con sensibilidad e inteligencia política y una coraza institucional bien puestas, como las de MJS, por más cruzado que trajese a Román, pondría en riesgo la gobernabilidad de Torreón y menos, derivado de ello, permitiría abrir las grietas que significarían el retorno del crimen organizado a La Laguna, primero, y a Coahuila, después. Más tranquilo, concluí: Asmodeo sigue en ‘la depre’ porque el Santos Laguna está jodido y no tiene límite para desahogarse y joder. Pero está equivocado de principio a fin”.
Román tomaba la palabra para explicar el punto de partida de su gestión con cifras y hechos precisos: la confianza de los torreonenses para responder con él de manera afirmativa ¡qué sí se pudo! en los rubros de seguridad y orden, inversión y empleo, modernidad y movilidad sustentable, espíritu humano y compromiso con los más necesitados.
El punto de llegada de esa confianza colectiva plasmada en hechos durante tres años fue uno: reafirmar que en Torreón ¡siempre se puede!, a partir del amor incondicional y responsable por nuestra ciudad.
Con júbilo, acotado por una sobriedad republicana e institucional, el informe concluyó con los invitados aplaudiendo de pie. Ahí estaba la crema y nata de la iniciativa privada con empresarios de 30 a 70 años o más. El exgobernador Enrique Martínez y los diputados federales Verónica Martínez y Guillermo Anaya también. Las fuerzas vivas −al igual que ellos− estaban fuera de sí.
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Mi amigo me quitó el tapón izquierdo y me dijo: “¿cómo no sentirse y estar orgullosos por ser de Torreón? Imposible”. Más tardé en ponérmelo que tener al pinche Asmodeo gritándome al oído: “te dije, pero ahí andas haciéndole caso al angelucho ese. Manolo no tuvo hoy ningún evento importante que lo retuviera en Saltillo. No quería venir porque hoy (el día 4) un periódico saltillense adelantó que le construirán un caso de juicio político a Román para que no acceda a la presidencia en enero de 2025”. Lo ignoré. Me puse el tapón de nuevo, pero Jofiel, colgado de mi otra oreja, movió el tapón un poco para susurrarme: “por Dios mismo, Luisito, no le hagas caso. Es la encarnación más demoníaca del demonio mismo”.
En silencio, ajusté el tapón y pensé: “obvio no, Jofiel. Nunca le he fallado al ángel de mi guarda. Menos hoy”.