Tren Maya llegará puntualmente a la estación de Xibalbá

Opinión
/ 26 marzo 2024

Les platico:

Conocí en el Tec de Monterrey a una de las mejores maestras de contabilidad de su historia: Guadalupe Ochoa Setzer.

Hija de chiapaneco y alemana, fue medio para que en San Cristóbal de las Casas entablara con Trudy una de las conversaciones más entrañables que recuerde en mi vida.

La comida terminó en cena y la sobremesa se prolongó hasta las primeras luces del siguiente día.

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Trudy vivía en una casa-hotel-museo a la que junto a su marido Frans llamó “Na Bolom”, la casa del jaguar, en lengua maya tzotzil.

Me gustaba ir a esas bellas tierras de los altos de Chiapas en las vacaciones escolares de diciembre para llevar a mis hijos.

En 1993 fuimos por un motivo especial: Trudy estaba muy enferma y sus allegados temían lo peor.

Cuando llegamos a “Na Bolom” había más de 100 lacandones, tzotziles y tzeltales que habían llegado a San Cristóbal desde las profundidades de la selva donde vivían.

Trudy murió apaciblemente el 23 de diciembre de ese 1993. Tenía 92 años.

Gertrude Elizabeth Loertscher fue una periodista, fotógrafa y etnógrafa suiza que nació en Berna el 7 de julio de 1901.

Trabajó durante más de medio siglo en la selva lacandona, donde logró documentar la vida de los indígenas y llamó la atención hacia la depredación de esa región selvática del sureste mexicano.

A partir de 1933 fue perseguida por los nazis y en 1940 −vía Francia− emigró a México junto a otros refugiados judíos.

Adoptó la nacionalidad mexicana y conoció en la capital a un arqueólogo danés Frans Blom, a quien le compró un equipo fotográfico, que sería el centro de sus actividades como periodista en nuestro país.

Juntos viajaron a San Cristóbal donde finalmente se establecieron en 1943.

Convirtieron los jardines de su casa en viveros, en los que cuidaban a cientos de especies vegetales en vías de extinción debido a la depredación que sufría la selva lacandona.

Esa labor de Trudy y de su pareja fue el punto de partida para campañas de salvamento y rescate de muchas especies.

La escritora y periodista chiapaneca Kyra Núñez-Johnson −casada con un suizo− se dio a la tarea de “regresar” a Trudy a su país natal en un evento que tuvo lugar en el Museo de Suizos en el Mundo.

Se le conocía en muchas partes del mundo menos en donde ella había nacido.

Kyra publicó dos libros sobre la vida de Trudy: “Rostros y rastros de una Leyenda” y “Combatiente de la Resistencia”.

En ambas obras, la autora mexicana le atribuye a Trudy haber salvado a la selva lacandona.

¿Qué sucede ahora con la selva?

El Tren Maya ha venido a depredar una de las reservas ecológicas que son patrimonio de la humanidad.

La brutal corrupción y falta de capacidad alrededor de esta obra es señalada por todos lados y los defensores del gobierno de la 4T la justifican de la forma más rastrera y entreguista.

Tras la muerte de Trudy he mantenido contacto con algunos de los patriarcas de las comunidades lacandonas, tzotziles y tzeltales.

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Nunca fueron consultados por los que fraguaron los trazados del Tren Maya.

Miles de hectáreas de la selva herida de muerte por la cicatriz del Tren, les fueron despojados a ellos y a sus hermanos de las comunidades mayas.

La llegada a esas tierras de los “ingenieros” militares les agravia enormemente.

Y la corrupción atribuida al clan de los hijos del Presidente es causante del descarrilamiento de un Tren que va que vuela a la estación de Xibalbá, a la que −contra su costumbre− llegará puntualmente.

CAJÓN DE SASTRE

Por cierto, Xibalbá significa en lengua maya, “El inframundo”.

Mañana, cambio completo de programa, sin faltar el Incomparable Iván, la Ardiente, Ardorosa y Metiche Lady Rabietas Cachanilla, la Infame Ramble y el Inquisidor Beto Hogueras.

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