Un gran acierto de Javier Díaz
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Quien no agradece el favor recibido incurre en soberbia, el peor de los pecados, pues en él tienen su origen todos los demás
Nunca me he explicado por qué el Padre Ripalda no incluyó entre los pecados capitales el de la ingratitud. En mi opinión es culpa mucho más grave que faltas relativamente inocuas, como la gula y la pereza. Quien no agradece el favor recibido incurre en soberbia, el peor de los pecados, pues en él tienen su origen todos los demás.
Por desgracia los ingratos –y las ingratas– abundan. Hay quienes toman a ofensa el bien que se les hizo, y lejos de agradecerlo niegan ese beneficio. Decía alguien: “No sé por qué Fulano habla tan mal de mí, si nunca le he hecho ningún favor”. Antonio Plaza, poeta popular, escribió estos desolados versos: “El amor no se derrama. / La gratitud no aparece. / Sólo una madre nos ama / y sólo un perro agradece”.
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No falto a la modestia si digo que tengo muchas fallas, muchísimas, y casi todas más grandes que la de San Andrés. Con su enumeración llenaría más tomos de tomo y lomo que los que forman la Enciclopedia Espasa. Entre esos defectos, sin embargo, he procurado siempre evitar el de la ingratitud. Soy gente agradecida, lo digo sin jactancia, y he hecho cuestión de honor devolver bien por bien, aunque eso se me tome a mal. Gobernadores hubo de Coahuila –dos– que en mi época sufrieron persecución y saña. Ambos habían dado apoyo a mis afanes culturales y de ayuda al prójimo. En medio de los ataques generalizados contra ellos señalé por agradecimiento lo bueno que habían hecho. Eso me acarreó problemas grandes con algunos de mis editores y críticas acerbas de muchos de quienes me leían. Pero el agradecimiento que les guardo a quienes me favorecen durará para siempre.
No es de eso, sin embargo, de lo que quiero hablar. Me propongo hoy dar gracias una vez más al ingeniero José María Fraustro Siller, el anterior alcalde, por tantos y tan grandes favores que de su generosidad he recibido a lo largo de los años. Magnífico rector de la Universidad, alcalde que llevó a cabo una encomiable obra de bien comunitario, el ingeniero Fraustro aumentó la fama de ciudad de cultura que Saltillo tiene en toda la República, y eso es para mí motivo de agradecimiento, pues viajo por todo el país y me enorgullece oír los buenos comentarios que de la cultura saltillense se han hecho últimamente. En esa labor Chema contó con la valiosa colaboración de Leticia Rodarte, sin duda la mejor promotora cultural que ha habido en nuestra ciudad. Talentosa dama, incansable y creativa, ha dado muestras siempre de la brillantez de su tarea y de su calidad humana. Fue un gran acierto el del actual alcalde, Javier Díaz González, haberla confirmado en el cargo de titular del Instituto Municipal de Cultura. Como saltillense le agradezco al joven jefe del Ayuntamiento la excelente labor que ha realizado en el breve tiempo que lleva al frente de la comuna. Por su vocación de servicio, su disciplina y su capacidad administrativa estoy seguro de que figurará entre los mejores alcaldes que ha tenido nuestra ciudad.
Finalmente me permito añadir a los agradecimientos que he expresado uno más. Gracias a ti, lector, que con bondadosa y paciente atención leíste esto que escribí hoy.