Una Bohéme muy norteña, el homenaje musical a una ciudad amante de la ópera

Opinión
/ 26 julio 2024

El Instituto Municipal de Cultura presentó en el marco de la FINA 2024, celebrando los 447 años de la fundación de Saltillo, el drama lírico La Bohéme de Giacomo Puccini, en el Teatro de la Ciudad Fernando Soler. Los protagonistas de esta puesta en escena fueron: el director artístico y musical, el maestro Alejandro Reyes-Valdés; la directora de escena, la maestra Mabel Garza Blackaller; la producción de Fleur Magallanes, el Coro y solistas de la Compañía de Ópera de Saltillo, COSA, el coro de niñas del Instituto Vivir y la Orquesta Filarmónica del Desierto, todos bajo la dirección de Alejandro Reyes-Valdés. En los papeles protagónicos descollaron el tenor tapatío César Delgado, en el papel del poeta Rodolfo; la soprano saltillense Valeria Oregon interpretó el de Mimí; el bajo barítono monclovense Thamar Villarreal personificó al pintor Marcelo; el bajo regiomontano Rafael Blázquez encarnó al filósofo Colline; el bajo barítono puertorriqueño Carlos Conde interpretó al músico Schaunard; la soprano saltillense Cintli Cruz personificó a Musetta.

Puccini compuso La Bohéme (1896) después del fracaso de dos de sus óperas anteriores, Le Villi (Las brujas, 1884) y Edgar (1889). El éxito de esta lo consagró internacionalmente y le aseguró una bonanza económica que le permitió, en lo sucesivo, una vida de lujos. Los personajes femeninos en las óperas de Puccini son todo un catálogo de heroínas marcadas por el sino del tránsito a una muerte trágica y de hombres jironados por las pasiones y desmesuras del temperamento irredento. Los tres alegres personajes de La Bohéme que conviven con Mimí y Rodolfo son unos dulces, cómicos y entrañables habitantes de un barrio sumido en la pobreza, que poco o nada pueden hacer para salvar a la moribunda Mimí.

El trabajo de todos estos músicos y artistas, tanto musical como escénico, tuvo en esta primera puesta histórica en nuestra ciudad de La Bohéme (por ser producida casi en su totalidad por talento y recursos locales) una vigorosa interpretación cobijada por dos figuras internacionales de brillante trayectoria, Carlos Conde y César Delgado, y de una escenificación que Mabel Garza trasladó del Barrio Latino del París decimonónico al Saltillo del siglo 21. Bastaron un par de imágenes icónicas (una taberna y un monumento) para situar al público en las entrañas de nuestra ciudad.

El primer acto, el más complicado musical y escénicamente, mostró las habilidades y experiencia de los solistas en el que escuchamos a la Oregon en un momento de relativa madurez gracias a años de tesón y disciplina: Mimí es un personaje que encaja en la voz de Valeria, cuyo registro vocal está equilibrado, con agudos muy agradables y resueltos. El joven Tamar se mostró como un cantante que ha progresado significativamente desde Il trittico, que se escenificó en 2018 en el Teatro de la Ciudad, celebrando el centenario de dicha ópera. La proyección de su voz corrió con amplitud, la línea vocal y su registro, en algunos pasajes, se mostraron cómodos. Cintli interpretó a una Musetta convincente desde el punto de vista escénico, su presencia dominó los espacios en los que apareció; los maestros Carlos Conde, César Delgado y Rafael Blázquez, acogieron y arroparon a los noveles cantantes, merced a su impecable trayectoria en escenarios internacionales, a su indudable dominio vocal, musical e histriónico, además de la pericia en su desenvolvimiento escénico.

El resultado del trabajo arduo rindió sus frutos al mostrarnos a un elenco parejo en lo escénico y musical. La batuta de Alejandro Reyes-Valdés fue un puntal decisivo en el éxito del montaje: precisa y estricta con sus tempi, el pulso rítmico en su acompañamiento siempre fue hacia adelante, conduciendo con solvencia a la orquesta, coros y solistas; su lectura del drama lírico pucciniano no mostró fisuras, logró memorables y sonoros clímax como difuminados pianissimos. Loable el equilibrio instrumental en las secciones de la orquesta: los metales nos obsequiaron pasajes afinados y brillantes; las cuerdas reprodujeron el bellísimo sonido “pastoso” de Puccini. Los coros, escénicamente bulliciosos, musicalmente brillantes.

CODA

El “bis” (dos veces) es la solicitud unánime de un público conocedor que se vuelca hacia una interpretación vocal extraordinaria y, por lo tanto, demanda su repetición. ¿Fue Addio,senza rancor, en el tercer acto, una extraordinaria ejecución como para que el director le otorgara a la soprano Valeria Oregon la oportunidad de repetir el aria en cuestión, merced al requerimiento de un pequeño sector del público?

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