Una fe venenosa o el veneno de la fe
En medio del sermón que daba a los asistentes de la misa dominical, Jamie Coots, pastor de una iglesia ubicada en Middlesboro, Kentucky, en Estados Unidos, fue mordido por una serpiente que manipulaba como parte de una práctica común en estas ceremonias religiosas. Se trata del mismo pastor que había aparecido en el reality show que hace años transmitía National Geographic y que tuvo como nombre “Snake Salvation” y que en los siguientes días cambiara a “Fe Venenosa”.
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Coots formaba parte de la iglesia pentecostal “En el nombre de Jesús”, la cual por 100 años ha interactuado con serpientes. Lo hacen basándose en un pasaje del evangelio de Marcos que a la letra dice: “En mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán con las manos serpientes, y si bebieren su veneno, no les hará daño”. Así que el pastor Jamie Coots, al apegarse al evangelio, fue mordido por la serpiente pues, según él, con esto no hacía sino reafirmar su fe en Jesús y en su religión. El resto ha sido muy discutido, ya que en lugar de salvarlo su fe lo mató. Su Dios no lo escuchó o él no escuchó bien a su Dios.
A lo largo de la historia han existido cientos de creencias religiosas que han impuesto peligrosos límites y que incluso atentan contra la vida de los que las practican. Desde negarse a recibir una trasfusión de sangre o aplicarse una vacuna, hasta caminar sobre brazas ardientes o dejarse morder por una serpiente, siempre con la esperanza de que la fe salva.
Los efectos y la correlación entre el cerebro y la religión es una nueva disciplina que tiene como nombre “neuroteología”. Estudiada en tiempos recientes, destacados científicos como el doctor Herbert Benson, de la Universidad de Harvard, y el doctor Harold Koenig, profesor de medicina y psiquiatría de la Universidad de Duke, han documentado cada uno por su cuenta este fenómeno. De acuerdo con la investigación conducida por Benson, la práctica de la oración ayuda a relajar el sistema nervioso y con eso a mejorar la salud del corazón. Incluso se aventura al afirmar que la meditación es buena para la mejoría física, por tanto, una mente en calma ayuda al sistema inmunológico.
Por su parte, en mil 200 estudios de casos llevados a cabo por el doctor Harold Koenig, lo llevan a asegurar que existe un probable vínculo entre la práctica religiosa y una vida más sana. Coautor del libro “Manual de la Religión y la Salud”, Koenig dice que en promedio un paciente agnóstico o no creyente permanece tres días más hospitalizado que aquellos que practican alguna fe religiosa y que lo mismo sucede con personas enfermas de un mal cardiaco, pues los “no creyentes” mostraron un 14 por ciento más en probabilidades de morir.
Y aunque no pudo comprobar el vínculo entre la sola religión y la cura de algún padecimiento, quedó claro que la fe y la oración ayudan a mejorar el talante de algún enfermo, pero no logran detener por sí solas una enfermedad. El doctor Koenig no se aventura a recetar un “padre nuestro” como una forma de curar y aclara que la espiritualidad, traducida en rezos, no sustituye de ninguna forma a la ciencia médica. Asegura que lo que sí se ha podido demostrar es que el cerebro escucha las oraciones preparando al cuerpo para recibir mejor un tratamiento. De nuevo el cerebro y la ciencia, como dijo el inglés Adam Smith, como antídoto contra el veneno del entusiasmo y la superstición.
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Y es que por milenios hemos buscado respuestas sobrenaturales a lo natural y de eso se han aprovechado algunas corrientes religiosas que, malinterpretado sus libros de cabecera, extendiendo la creencia de que una fe es suficiente para combatir o enfrentar problemas de salud o cualquier reto de la vida diaria. Para muchas personas la fe es necesaria para mantener una mente y una vida tranquilas. Otros usan la fe, como herramienta, para exorcizar a los demonios que todos llevamos dentro. Lo único cierto es que se vuelve necesario precisar que el misticismo que buscamos, y a veces no encontramos en la oración, no podrá sustituir los avances de la ciencia. En el caso del pastor muerto en Kentucky por la mordedura de una serpiente, es claro que la fe puede mover montañas. Lo que no pudo fue remover el veneno de su cuerpo, el veneno de su fe.